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Vol. IX, Núm. 1 Enero-Abril 2015
El científico frente a la sociedad Artículo de opinión
Resumen
El objetivo de este trabajo es describir los aspectos de organización
del trabajo que tienen relación con las exigencias psicosociales a las
que están expuestos los docentes de Instituciones de Educación
Superior (IES), y la repercusión que tienen en su salud física y
mental. Las exigencias psicosociales laborales se han identificado
como precursoras de las enfermedades psicosomáticas, que aparecen
cuando tales exigencias no se ajustan a las necesidades, expectativas
o capacidades del trabajador. Los procesos globales, los cambios en
las condiciones de trabajo, el paradigma de la productividad y los
cambios tecnológicos son factores que exacerban la creciente demanda
psicológica en el docente universitario, que impactan en su salud
física y mental, mientras se alienan de sí mismos porque pierden
cada vez más el control sobre su propio proceso de trabajo y sobre
el producto de su trabajo. El ritmo creciente de trabajo, las exigencias
institucionales y las condiciones laborales precarias contribuyen a
incrementar la carga mental del profesor universitario. Solamente
un estudio exhaustivo de las características del trabajo del profesor
universitario permitirá tener un conocimiento pleno de los procesos
que son potencialmente dañinos para su salud. Por trabajar con
individuos, la carga afectiva y emocional presente en cada momento
relacional es un componente que se debe valorar a la hora de clasificar
riesgos y exigencias en el personal docente, y la repercusión que
tendrá en su salud y consecuencias en su calidad de vida en el largo
plazo.
Palabras clave: síndrome de burnout, proceso de trabajo, salud
mental, factores psicosociales, enfermedades psicosomáticas.
_________________________________
1 Centro de Desarrollo de Estudios Superiores (CDES). Blas Cano de los Ríos 703, San Felipe Etapa I. Chihuahua, Chih. México. C.P. 31203.
Tel. (614) 413-1213.
2 Universidad Autónoma de Chihuahua. Facultad de Enfermería y Nutriología. Campus Universitario II. Chihuahua, Chih. México. C.P.
31125. Tel. (614) 238-6000.
3 Dirección electrónica del autor de correspondencia: sojeda@uach.mx.
Abstract
The aim of this paper is to present aspects of work organization
that are related to psychosocial demands to which professors of
Higher Education Institutions (HEI) are exposed and the impact
they have on their physical and mental health. The psychosocial
labor demands have been identified as precursors of the
psychosomatic diseases, which arise when such requirements do
not meet the needs, expectations and abilities of the worker. Global
processes, changes in working conditions, the paradigm of
productivity and technological changes are factors that exacerbate
the growing psychological demand in university teaching, that
impact on their physical and mental health, while alienating
themselves because increasingly losing control over their own work
process and the product of their work. The increasing pace of
work, the institutional requirements and the precarious working
conditions contribute to increased mental workload of university
professors. Only with a comprehensive study of the characteristics
of the work of university professors will allow to have a full
understanding of the processes that are potentially harmful to
their health. Due to working with individuals, the affective and
emotional burden present in each relational moment is a component
that must be evaluated when classifying risks and demands on
teaching staff, and the impact it will have on their health and their
impact on quality of life in the long run.
Keywords: burnout syndrome, work process, mental health,
psychosocial factors, psychosomatic diseases.
Work organization and psychosocial demands on the
university professor
Organización del trabajo y exigencias
psicosociales en el profesor universitario
DAVID PICAZO1, ROSA MARÍA GUEVARA2 Y SALVADOR LUIS OJEDA2,3
«Algo malo debe tener el trabajo, o ya los ricos lo habrían acaparado»
Mario Moreno «Cantinflas»
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DAVID PICAZO, ROSA MARÍA GUEVARA Y SALVADOR LUIS OJEDA: Organización del trabajo y exigencias psicosociales en el
profesor universitario
El trabajo, entendido como el esfuerzo físico o mental que aplican hombres y mujeres
para transformar la materia prima en productos físicos o intangibles, sin duda es
fuente de bienestar y de satisfacciones, al permitir el desarrollo físico, intelectual y
emocional de las personas. El trabajo tiene un papel crucial en el desarrollo de la autoestima y
el sentido del orden de las personas, incluso tratándose de trabajo no remunerado (OMS, 2001).
Introducción
El trabajo hace posible la vida en sociedad,
posibilita la vida humana misma. El trabajo determina
–en gran medida–, la actividad profesional que
escojamos; qué, dónde y hasta qué nivel estudiaremos,
dónde viviremos, qué y dónde comeremos, cómo nos
vestiremos, los bienes que adquiramos, cuándo y a
dónde iremos de vacaciones, nuestros pasatiempos
y, sobre todo, de qué enfermaremos… e incluso –tal
vez–, de qué y cómo moriremos. Para Noriega (1989),
“el hombre se crea, se produce y se reproduce a
través del trabajo”.
Sin embargo, el trabajo tiene también el potencial
para provocar daños en la salud de los trabajadores, si
la combinación de entorno y actividad no es la más
adecuada para el desarrollo de la misma. Los
trabajadores enfrentan numerosos riesgos en el
desempeño de su actividad laboral, los cuales pueden
dar como resultado: lesiones, cáncer, pérdidas auditivas,
afecciones en la piel, desórdenes mentales y daños en
los sistemas músculo esquelético, cardiovascular,
reproductivo y neurológico (OMS, 2009).
El cuidado de la salud en los ambientes laborales
es cada vez una situación más apremiante,
especialmente por la proliferación de las enfermedades
crónicas no transmisibles (ECNT), por las que cada
año en el mundo mueren alrededor de 36 millones de
personas, principalmente debido a enfermedades
cardiovasculares, diabetes, enfermedades respiratorias
crónicas y cáncer (WHO, 2007 y 2011). En México,
las ECNT representan el 74% de las muertes, es decir,
tres de cada cuatro personas fallecen en este país
debido a estas enfermedades, y se espera un aumento
constante en la siguiente década (SINAIS, 2011). La
situación resulta cada día más incosteable para los
sistemas de salud, a pesar de que las enfermedades no
transmisibles son, en gran medida, prevenibles (Belkic
et al., 2000; Silvero-Miramón, 2007; IEESA, 2013).
A partir de los cambios constantes que se han
suscitado en las sociedades industrializadas en las
últimas décadas, surgen factores que contribuyen a
esta problemática, tales como el acelerado cambio
tecnológico y las crecientes demandas psicológicas
del trabajo, debido principalmente a las exigencias
de productividad y competitividad en las
organizaciones. En este panorama, se han identificado
a las exigencias psicosociales laborales como
precursoras de las enfermedades psicosomáticas, por
tratarse de procesos que son potencialmente
productores de estrés. El medio laboral mexicano no
está exento de esta situación, y los profesionales de
la enseñanza han sido considerados como un grupo
de alto riesgo por su constante exposición a estas
exigencias (Aldrete et al., 2003; Ramírez-Velázquez,
2012).
La influencia de los procesos globales en el
modelo económico neoliberal ha modificado las
condiciones de trabajo, y las Instituciones de
Educación Superior (IES) no se han sustraído a este
fenómeno. Aparejado, se han puesto de manifiesto
nuevos riesgos de orden psicosocial que impactan
no solo la salud física, sino también la salud mental
de los docentes. Como ejemplo, la docencia como
profesión, junto con otras profesiones orientadas al
servicio y al trabajo con personas, se considera de
alto riesgo para desarrollar el síndrome de burnout
(Maslach, 1989). La constante interacción con
alumnos y colegas, la planeación de actividades
curriculares, elaboración de informes de desempeño,
evaluación permanente de estudiantes y directivos,
y la participación en actividades administrativas y de
investigación, son factores que han sido identificados
como precursores de esta condición. También, se han
referido aspectos como la prolongación de la jornada
laboral, los problemas de indisciplina y trastornos de
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DAVID PICAZO, ROSA MARÍA GUEVARA Y SALVADOR LUIS OJEDA: Organización del trabajo y exigencias psicosociales en el
profesor universitario
aprendizaje de los estudiantes, así como a la
sobrecarga de alumnos por aula, como elementos
críticos que caracterizan al oficio de docente y que
dan forma a este malestar (Aldrete et al., 2003;
Ramírez-Velázquez; 2012).
El uso de la noción de estrés en el trabajo para
explicar los efectos nocivos de éste sobre la salud
física y mental es defendido por diversas líneas de
investigación y ha sido ampliamente demostrado
(Parra-Garrido, 2001). Pero, más allá del estrés, es
necesario indagar en la complejidad de la interacción
del trabajador y su entorno laboral para caracterizar
las enfermedades de origen psicosocial. Es la
combinación de demandas psicológicas laborales y
la posibilidad de tomar decisiones o las restricciones
organizacionales lo que impide a los trabajadores
responder efectivamente a las exigencias de su
ocupación (Karasek et al., 1981; Dean y Pollard,
2001), presentándose un desajuste entre la respuesta
efectiva del trabajador y la exigencia a la que está
sometido (Parra-Garrido, 2001).
Por lo tanto, el objetivo de este trabajo es describir
los aspectos de organización del trabajo que tienen
relación con las exigencias psicosociales a las que
están expuestos los docentes de Instituciones de
Educación Superior, y la repercusión que tienen en
su salud física y mental.
Estrés y trabajo docente
A partir del cambio constante que se ha
observado en las últimas décadas en las sociedades
industrializadas, a partir de la reconversión industrial,
las nuevas tecnologías y la creación de programas
de productividad, se ha generalizado la idea de que
estos procesos son potencialmente productores de
estrés. El medio laboral mexicano no está exento de
esta situación (Ramírez-Velázquez, 2005).
Desde que en 1948 la Organización Mundial de
la salud (OMS) definiera la salud como “un estado de
completo bienestar físico, mental y social, y no solamente
la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS,
1978), ésta ha sido abordada desde una perspectiva
biopsicosocial, es decir, desde un enfoque holístico y
multidisciplinar. Salud y enfermedad no son términos
exclusivamente biológicos o psicológicos, sino de la
totalidad de la persona y el entorno (Juárez, 2011).
En este sentido, el fenómeno del estrés y sus
consecuencias en la salud ha sido ampliamente
abordado desde la biomedicina, psicología y sociología,
llegando a modelos de análisis construidos a partir
de la propia disciplina. Sin embargo, se ha enfatizado
que quedan por resolver las preocupaciones teóricas,
conceptuales, metodológicas y epistemológicas que
se encuentran más allá de estas fronteras
disciplinares (Ramírez-Velázquez, 2005).
Al término estrés, de acuerdo con Achim (1982)
y Labrador (1995), citados por Guadarrama et al.
(2012), se le reconoce como la respuesta fisiológica
del cuerpo ante una serie de estímulos llamados
estresores. El estrés dispara una alarma en el cerebro,
que responde por preparar el cuerpo para la acción
defensiva. El sistema nervioso se despierta y las
hormonas se liberan para avivar los sentidos, acelerar
el pulso, profundizar la respiración y tensar los
músculos. Esta respuesta (a veces llamada la respuesta
de lucha o huida) es importante porque nos ayuda a
defendernos contra situaciones amenazantes. Sin
embargo, el estrés puede ser capaz de generar un
desequilibrio en la persona, debido a las diferencias
entre la presión y su capacidad para afrontarla. En sí,
el estresor mismo no es el causante del estrés, sino la
percepción del individuo sobre éste (Cooper, 2004).
Por otra parte, a las manifestaciones del estrés se les
ha denominado, de acuerdo con García y Fumero
(1998), como una serie secuencial de eventos
fisiológicos que afectan directamente la salud del
individuo. Se trata de un estado donde varios sistemas
del organismo se desvían de sus condiciones normales
de funcionamiento, debido al agente inespecífico que
determina su aparición. Estudios relacionados con el
fenómeno (Kalimo et al., 1998) reafirman que la
persona estresada muestra un desequilibrio interno que
afecta tanto al funcionamiento psicológico como el
fisiológico, a lo que el cuerpo responde de manera
individualizada, trastornando la conducta del individuo.
En el entorno laboral, estos estresores o
estímulos pueden estar en el medio ambiente externo
como el ruido, la temperatura, la luz, el movimiento,
condiciones riesgosas y el aire contaminado; a nivel
organizacional, se identifican el conflicto de roles, el
grado de autonomía en la toma de decisiones, la carga
de trabajo, las relaciones interpersonales y el
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reconocimiento social, entre otros. También la
ausencia de apoyo laboral por compañeros de trabajo
se ha asociado con la producción de estrés en los
trabajadores (Steptoe y Willemsen, 2004).
Como ya se ha comentado, el estrés es una
respuesta natural y necesaria para la supervivencia,
que prepara al organismo para reaccionar ante un
desafío o amenaza, real o imaginaria. La respuesta
se programa biológicamente y cada organismo
responde de la misma manera, independientemente
de que la situación sea, en el trabajo o en casa
(NIOSH, 1999); la diferencia en la respuesta, radica
en la frecuencia a la exposición, la personalidad de
los individuos y el contexto. Episodios de estrés de
corta duración o poco frecuentes representan poco
riesgo. Pero cuando las situaciones estresantes
continúan sin resolver, el cuerpo se mantiene en un
estado constante de activación, lo que aumenta la
tasa de desgaste de los sistemas biológicos. En última
instancia, la fatiga o el daño resulta, y la capacidad
del cuerpo para reparar y defenderse a sí mismo
puede llegar a verse seriamente comprometida; como
resultado, aumenta el riesgo de enfermarse (NIOSH,
1999). La combinación de estos estresores termina
siendo un factor asociado con el deterioro de la salud
mental, así como en la producción de otras
enfermedades (Karasek et al., 1998; Jonge, Peter y
Siegrist, 2000).
El estrés, y por consecuencia, el riesgo de sufrir
problemas de salud aparecen cuando las exigencias
del trabajo no se ajustan a las necesidades, expecta-
tivas o capacidades del trabajador (OIT, s/f). Este
elemento central se ejemplifica en la Figura 1, en la
que se indican los elementos básicos del modelo del
estrés que han adoptado los investigadores del
National Institute for Occupational Safety and Health
(NIOSH).
Figura 1. Modelo de estrés del trabajo del National Institute for
Occupational Safety and Health (NIOSH).
Estudios han comprobado la relación entre estrés
psicológico y diversas enfermedades, como
problemas cardiovasculares y cáncer (Parra-Garrido,
2004; González, 2010; Pérez-Pantoja, 2012; OIT,
2013). Una explicación tentativa de tal asociación
consiste en que el estrés promueve comportamientos
poco saludables que se convierten en factores de
riesgo, como tabaquismo, consumo de alcohol e
ingesta de grasas, entre otras (Steptoe, 1991;
Martínez, 2009; Guarino et al, 2012). A su vez, estos
factores de riesgo son condicionantes que se han
asociado a las ECNT, como la diabetes, hipertensión
arterial, colecistitis crónicas, enfermedades
coronarias y cáncer (Sugathan et al., 2008). Otros
autores mencionan el síndrome metabólico,
desregulación del eje hipotálamo-hipófisis, activación
del sistema nervioso simpático, perturbaciones del
sueño, inflamación sistémica, inmunosupresión,
alteraciones sanguíneas, cardiovasculares y músculo-
esqueléticas (Honkonen et al., 2000).
El origen explicativo que vincula los
comportamientos poco saludables y el estrés, es el
manejo inadecuado que la persona hace de su estado
anímico, es decir, que en estados emocionales
comprometidos pueden conducir a las personas a
desarrollar conductas insanas (Zillman y Bryant, 1985,
en Ng y Jeffery, 2003; Sugathan et al., 2008). El
desequilibrio también se da porque existe una
asociación entre este manejo emocional y la forma
de percibir el propio estado de salud (Lousinha y
Guarino, 2013).
Precisando el concepto de estrés para ubicarlo
en el contexto laboral, se puede decir que el estrés
laboral es el desequilibrio percibido entre las
demandas laborales y la capacidad de control,
aspiraciones de la persona y las condiciones de
trabajo. La Unión Europea en este momento
considera el estrés laboral como el segundo problema
de salud más frecuente en el mundo, teniendo como
variables constantes las condiciones estresantes del
trabajo, que llegan a producir daño en el equilibrio
psicológico del trabajador (Guadarrama et al., 2012).
Robert Karasek observó que los efectos del trabajo,
tanto en la salud como en el comportamiento, parecían
ser resultado de la combinación de las demandas
psicológicas laborales y de las características
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estructurales del trabajo relacionadas con la
posibilidad de tomar decisiones y usar las propias
capacidades, con lo que construyó el modelo
demanda-control-apoyo social (INSHT, 2001). En su
propuesta, Karasek estableció que la capacidad para
tomar decisiones o las restricciones ambientales que
impiden a los trabajadores responder a las exigencias
de su ocupación, son factores de riesgo para
desarrollar cardiopatías (Karasek, 1976; Karasek et
al., 1981). Para Dean y Pollard (2001), la teoría de
Karasek implica que el término estrés es demasiado
simple para caracterizar la naturaleza y complejidad
de la interacción del trabajador y su entorno laboral.
Hoy en día, se reconoce que las enfermedades de
origen psicosocial son un reflejo de las relaciones
generadas en el ambiente laboral de los individuos.
Ejemplo de ello son los trabajadores docentes en las
universidades de México, que se alienan de sí mismos
porque pierden cada vez más el control sobre su
propio proceso de trabajo y sobre el producto de su
trabajo (Tamez-González y Pérez-Domínguez, 2009).
Los desequilibrios entre las aspiraciones y las
necesidades del docente, y la imposibilidad de
satisfacerlas, son frecuentes.
Ya que se ha comprobado que un gran número
de enfermedades no son generadas de manera física,
sino son una somatización de todas las exigencias
psicosociales para las que el individuo no está
preparado. Las actuales modificaciones en el mundo
del trabajo y en especial en las instituciones
universitarias, han puesto de manifiesto nuevos
riesgos de orden psicosocial que impactan no solo la
salud física sino también la salud mental de los
docentes, derivándose en el conocido síndrome de
burnout (Botero-Álvarez, 2012). La línea de estudio
sobre el síndrome de burnout o “síndrome de estar
quemado por el trabajo” (SQT) comenzó en la década
de los setenta en Estados Unidos. Actualmente, se
cuenta con una gran cantidad de investigaciones de
ámbito internacional (Vandenberghe y Huberman,
2006, citados por Mercado-Salas y Gil-Monte, 2012).
Este fenómeno fue descrito en primer lugar por
Freudenberger (1974), quien mostró gran interés al
observar el agotamiento físico y mental que
experimentaban tanto él como sus compañeros de
trabajo en una clínica psiquiátrica. Otra pionera en el
estudio del SQT fue Christina Maslach (1989), quien
diseñó un modelo sobre el fenómeno, en el cual
describe al burnout como un tipo de respuesta
prolongada a estresores emocionales e interpersonales
crónicos en el trabajo. El término se adoptó de la
forma en que coloquialmente se nombraba en
Estados Unidos a las personas que padecían abuso
crónico de alguna droga y que también se utilizaba
entre los abogados para hacer referencia a
manifestaciones similares al fenómeno investigado
en ambientes de pobreza (Mercado-Salas y Gil-
Monte, 2012).
Los síntomas asociados al síndrome son: 1) baja
realización interpersonal, que aparece como una
tendencia a evaluarse constantemente de manera
negativa y con un sentido de inconformidad constante
para con ellos mismos. Nunca están satisfechos con
su desempeño laboral; 2) agotamiento emocional
elevado, caracterizado por un sentimiento de
afectividad casi nula; 3) despersonalización, que
se presenta como sentimientos negativos y actitudes
de alejamiento, rechazo, descuido laboral y
posteriormente familiar, llegando al maltrato de las
personas para las que se está trabajando (Maslach y
Jakcson; 1986; Buzzetti, 2005). Gil-Monte et al.
(2005) proponen un cuarto síntoma para caracterizar
al burnout: 4) la culpa, definida como un fuerte
remordimiento motivado por el maltrato humillante e
irrespetuoso al que someten al usuario de sus
servicios profesionales y a compañeros de trabajo.
El SQT laboral ha sido reconocido como un riesgo
para las profesiones orientadas al servicio y al trabajo
con personas, tales como recursos humanos, salud y
educación (Maslach, 1989). El síndrome aparece
cuando las estrategias individuales de adaptación para
afrontar las exigencias psicosociales laborales
sobrepasan la capacidad de los trabajadores para
enfrentarlas. La docencia como profesión, se ha
considerado de alto riesgo para desarrollar el síndrome
de burnout, porque implica a la realización simultánea
de tareas diversas, que van desde la constante
interacción con alumnos y compañeros, hasta la
planeación de actividades curriculares, elaboración
de informes de desempeño, evaluación constante de
estudiantes y participación en actividades admi-
nistrativas y de investigación (Aldrete et al., 2003).
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Al respecto, Ramírez-Velázquez (2012) refiere que
aspectos como la prolongación de la jornada laboral,
los problemas de indisciplina y trastornos de
aprendizaje de los estudiantes, aunado a la sobrecarga
de alumnos por aula, constituyen un conjunto de
elementos críticos que caracterizan al oficio de
docente y que dan forma al malestar, cuyo eje
estructural se encuentra en la interacción social
permanente. Todos estos elementos configuran un
nivel importante de sobrecarga laboral, variable que
se ha asociado al síndrome de burnout, al grado de
servir como predictor para que éste se desarrolle
(Richardsen y Leiter, 1992; Zellars et al., 2000). Una
vez instalado el síndrome, pueden presentarse, entre
otros síntomas: fatiga, insomnio, jaquecas, problemas
gastrointestinales y cardiacos, catarro crónico,
afecciones respiratorias, irritabilidad, frustración,
síntomas depresivos y bajo control de las emociones
(Freudenberger, 1977).
Proceso de trabajo docente
Cualquier proceso de trabajo tiene inherente
cuatro elementos que lo conforman y lo caracterizan,
estos son:
Los objetos-sujetos, sobre los que estamos
incidiendo, es decir, sobre lo que se trabaja; los
objetos-sujetos, así como las transformaciones que
sufren, pueden representar un riesgo para la salud
de los trabajadores. Las características de los
“objetos” que deben tomarse en cuenta son tanto
físicas, químicas como biológicas, mientras que el
término “sujeto”, se refiere a la idea que este
componente del proceso de trabajo es una persona,
aspecto que marca una gran diferencia con otros
procesos. El caso del trabajador docente, al igual que
demás ocupaciones que exigen una intensa relación
con personas, es muy diferente. Procurar de verdad
un aprendizaje significativo demanda una estrecha
relación con los estudiantes; esta interacción es una
condición indispensable para la construcción de
habilidades, actitudes y saberes en los estudiantes,
más allá de la mera instrucción trasmisora de
conocimientos propios de un sistema de enseñanza
tradicional.
En el trabajo docente existe una interacción
dinámica y permanente entre maestro y alumno, cada
uno con sus particularidades. Ahora el docente está
evolucionando hacia la figura de tutor o guía, rol que
exige más cercanía e involucramiento con la situación
académica, personal, familiar, social y emocional del
estudiante. Cualquier desequilibrio que se genere en
la relación maestro-alumno repercutirá de diversas
formas, especialmente en la salud mental del docente.
Los medios de trabajo, es decir, todo lo que
anteponemos para la realización de las diferentes
tareas, cada una demanda al trabajador un esfuerzo
diferente; manejar un montacargas requiere un
esfuerzo físico y mental diferente al del docente, el
tipo de proceso de trabajo define la actividad que el
trabajador debe ejecutar, pero además la actividad
que se realice dependerá tanto del desarrollo técnico
del proceso de trabajo como de la organización y
división del mismo. La salud de los docentes está muy
relacionada con los medios de trabajo, muy diferentes
a los que existen en otras ramas de actividad. La
seguridad para afrontar la tarea docente depende en
gran medida de que se tengan los medios físicos,
tecnológicos y pedagógicos para llevarla a cabo.
El trabajo, comprendido por todas las
actividades que realiza el trabajador, es decir “su
fuerza de trabajo”, cargar o mover cosas, accionar
palancas, soldar, caminar, agacharse, prepararse para
hacer correctamente un corte, hablar o concentrarse.
Todas estas actividades requieren de un aprendizaje
y cada una de éstas exige al trabajador diversas
habilidades o capacidades. En el ámbito docente,
precisamente por tratarse de una relación entre seres
humanos, el proceso de trabajo es más complejo y
de distinta naturaleza. Se combinan actividades
administrativas y de enseñanza con habilidades de
regulación del comportamiento, motivación y cercanía
afectiva. Los diferentes ámbitos requieren la
aplicación de múltiples recursos pedagógicos, de
inteligencia emocional y estrategias de motivación,
entre otros.
La organización y división del trabajo, que
se produce al interior del centro laboral y que abarca
las diferentes formas de llevar a cabo los diversos
procesos de trabajo, lo cual es determinante en la
forma de la actividad física y mental del trabajador.
Un movimiento que se debe realizar cientos de veces
durante el día a una velocidad dada a fin de cubrir la
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profesor universitario
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cuota de producción, o que requiera de estar con los
brazos extendidos por largos periodos de tiempo, sin
voltear a ningún lado y sin hablar con nadie, demanda
al trabajador un esfuerzo físico y mental diferente al
de un trabajador que requiere de una interacción
constante con personas. En el caso del docente
universitario, una parte de la organización de su
trabajo depende del trabajo colegiado, de las
academias que diseñan los planes y programas de
estudio y el material didáctico, así como los
instrumentos de evaluación. Sin embargo, en la
práctica docente, siempre está latente la necesidad
de adoptar cambios en los contenidos y estrategias,
de acuerdo con las características particulares de
cada grupo. Algunos de estos cambios sobre la
marcha pueden generar angustia, tensión o hasta
conflictos entre los involucrados.
De la forma en que se encuentren presentes
estos cuatro elementos en el proceso de trabajo, van
a configurarse las condiciones en que esté inmerso
el trabajador, y van a generar riesgos y exigencias a
diferentes niveles. Cuando se experimenta la
actividad docente, estos cuatro elementos adquieren
distintas dimensiones. Tan dinámicos y cambiantes
son como la experiencia de un nuevo grupo de
estudiantes, o una nueva materia por impartir. Es por
ello que, en su complejidad, son capaces de
comprometer la salud de la persona docente.
Las exigencias psicosociales
Las exigencias son las necesidades específicas
que se requieren para realizar las diferentes
actividades durante el proceso laboral, pero como
consecuencia de la actividad que ellos desarrollan,
es decir, existen en asociación con los trabajadores y
son las exigencias fisiológicas que contemplan las
actividades que exige el proceso, como las posiciones
forzadas. Por otro lado, las exigencias psicosociales
son aquellas que comprometen la actividad mental,
cualquiera que esta sea, y se clasifican en: jornada
de trabajo extensa, guardias, tiempo extra, rotación
de turnos, pausas inexistentes e inadecuadas, pago a
destajo o primas, alto grado de atención, ritmo de
trabajo elevado, poco control de trabajo, trabajo
monótono, trabajo repetitivo, supervisión estricta,
dificultad para comunicarse con otros trabajadores y
dificultad para el desplazamiento.
Los riesgos y las exigencias son equivalentes,
ambos son consecuencia de los elementos centrales
del proceso de laboral y deben abordarse desde el
punto de vista individual y colectivo, ya que exigen
diferentes habilidades, capacidades y esfuerzo físico
y mental diferente. Hay aspectos importantes durante
el proceso de trabajo que son indispensables para
desarrollar las potencialidades humanas del trabajo
los “componentes humanizantes” que se refieren a
la subjetividad de cada individuo, los aspectos
diferentes entre ellos, es decir, lo que afecta a una
persona no necesariamente le afecta en igual manera
a otra y estos componentes pueden ser físicos o
mentales (Laurell, 2000).
Una enfermedad profesional es una enfermedad
contraída como resultado de una exposición, durante
un periodo de tiempo, a factores de riesgos en el
desarrollo de la actividad laboral. En México se ha
dado poca importancia a los factores de riesgo
laborales que día a día enfrenta el trabajador; en
nuestro país, muchas de las enfermedades de tipo
laboral no son catalogadas como tales, posiblemente
porque no es evidente el daño a la salud en el corto
plazo. Este es el caso de las enfermedades generadas
por la exposición a factores psicosociales ligados a
la organización del trabajo, y que tienen al estrés como
precursor de las enfermedades a través de
mecanismos psicológicos y fisiológicos (Noriega, 1989,
Noriega et al., 2000; Justicia et al., 2006; Espinoza-
Díaz et al., 2015).
Las exigencias psicosociales son aquellas
características de las condiciones de trabajo y, sobre
todo, de su organización, que afectan a la salud de
las personas a través de mecanismos psicológicos y
fisiológicos a los que también llamamos estrés
(ISTAS, 2002). Esas condiciones, normalmente
denominadas factores psicosociales, comprenden
aspectos del puesto de trabajo y del entorno de
trabajo, como el clima o cultura de la organización,
las funciones laborales, las relaciones interpersonales
en el trabajo y el diseño y contenido de las tareas
(por ejemplo, su variedad, significado, alcance,
carácter repetitivo, etc.). Noriega (1989) enumera
además la supervisión estricta, la falta de
comunicación y el desplazamiento. El concepto de
factores psicosociales se extiende también al entorno
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existente fuera de la organización (por ejemplo,
exigencias domésticas) y a los aspectos del individuo
(por ejemplo, personalidad y actitudes), y que pueden
influir en la aparición del estrés en el trabajo (OIT, s/
f; Espinoza-Díaz et al., 2015).
La relación entre las exigencias psicosociales y
la aparición de Enfermedades Crónicas No
Transmisibles (ECNT) está ampliamente
documentada (OIT, s/f). Por ejemplo, las altas
exigencias sobre los trabajadores y el desequilibrio
esfuerzo-recompensa son factores que han sido
determinantes para la aparición de enfermedades
cardiovasculares (Eller et al., 2009; Kivimäki et al.,
2002). Los factores psicosociales se convierten en
la exposición, que se origina en la organización del
trabajo y el estrés es el precursor del efecto, que es
la enfermedad (ISTAS, 2002).
A pesar de toda la evidencia, trabajadores y
patrones no le han dado la importancia debida a esta
problemática. Para estos actores, el aspecto más
importante del trabajo sigue siendo la productividad,
las actividades que generan riqueza, denostando el
concepto de “salud” dentro de “nuestro trabajo”, al
grado que la mayoría de la gente acepta tácitamente
las consecuencias en daños a la salud que se deriven
del mismo, sin “tener casi nunca tiempo” para pensar
o planear qué hacer para contrarrestar esos daños –
potenciales o ya reales para muchos–, que el mismo
trabajo está provocando. Termina convirtiéndose en
una costumbre más de nuestra propia cotidianeidad.
Se acepta como una situación o condición “sine qua
non” aparejada al trabajo mismo que realizamos,
paradójicamente, para poder “vivir mejor”. Tarde o
temprano, estas condiciones minarán la salud de los
trabajadores, y afectarán no solo a la persona sino
también a la gente que la rodea y para la cual está
realizando precisamente ese trabajo: su familia.
Cambios en la dinámica del
profesor universitario
Desde sus orígenes, las universidades nacieron
con privilegios y autonomía (Tunnerman, 2008) como
una condición necesaria para su buen funcionamiento
en plena libertad de cátedra e investigación
(Woldenberg, 2008). Sin embargo, por ahora, esta
autonomía está en entredicho. En los tiempos
recientes las decisiones académicas empiezan a ser
tomadas a partir de motivaciones económicas y
políticas (Ibarra, 2003). Este nuevo panorama sin duda
es capaz de generar una tensión adicional en el
docente, el cual muchas veces fundamenta su
actuación profesional en función de las decisiones
de las autoridades universitarias en turno. Por ejemplo,
los criterios y mecanismos que se han ido
introduciendo para controlar y evaluar el desempeño
docente son una clara respuesta a los parámetros
que los gobiernos neoliberales imponen a las
instituciones de educación superior para la asignación
de recursos (Tamez-González y Pérez-Domínguez,
2009).
Otro factor influyente es que el modelo
académico tradicional de crear y transmitir
conocimientos básicos ha terminado, y el nuevo
paradigma de educación en la sociedad del
conocimiento es la aplicabilidad de los mismos
(Orozco-Rosas et al., 2010). El conocimiento es
ahora un activo que se combina con la interrelación
de factores sociales, económicos y académicos para
generar competitividad en un determinado sector, a
nivel local, regional o global. Este nuevo esquema de
competitividad sistémica se desprende de políticas
públicas de los países, como respuesta a las
recomendaciones de los organismos como el Banco
Mundial, Fondo Monetario Internacional y el Fondo
Interamericano del Desarrollo. Las universidades
mexicanas no están exentas de estas políticas y se
sujetan a las decisiones de las autoridades de
gobierno.
En México, la respuesta a este nuevo paradigma
fue la creación de Programa para el Mejoramiento
del Profesorado (PROMEP) en 1996, (hoy día
PRODEP, Programa para el Desarrollo Profesional
Docente) con el objetivo de impulsar la formación,
dedicación y desempeño de los académicos y así
elevar la calidad en la educación superior
(PRODEP). Desde su creación, el reconocimiento
Promep es un requisito para acceder a los estímulos
económicos, cuyos montos se fijan cada año de
acuerdo a la disponibilidad financiera de las
universidades. Este sistema de estímulos al
desempeño ya ha sido relacionado con la
insatisfacción que deriva en estrés laboral crónico
en docentes mexicanos (Martínez et al., 2010).
DAVID PICAZO, ROSA MARÍA GUEVARA Y SALVADOR LUIS OJEDA: Organización del trabajo y exigencias psicosociales en el
profesor universitario
9
Vol. IX, Núm. 1 Enero-Abril 2015
Además de los sistemas de estímulos al
desempeño, otros reconocimientos y apoyos como
el Sistema Nacional de Investigadores (SNI)
constituyen pagos adicionales de origen no
contractual para los profesores, y que a veces
representan más del 50% de sus ingresos, por lo que
el trabajador docente, aún el que tiene la posición
más privilegiada, el profesor de tiempo completo, se
ha convertido, de manera creciente, en un trabajador
a destajo, cuyos ingresos dependen en su mayoría
de actividades que no están establecidas en su
relación contractual (Gil-Antón, 2013).
Las situaciones anteriormente descritas,
relativamente nuevas, han puesto al académico en
una nueva posición con relación a su papel e influencia
en la sociedad, afectando su desempeño. Como
académico, el enfoque ahora es concentrarse en
obtener esos recursos, además de la calidad y
prestigio que traen consigo. El dinero delinea los
rasgos y guía la trayectoria del académico
universitario hacia la meta propuesta, ser profesor
investigador. La situación ha llevado a esta profesión
a estar sujeta a lo que Blanch (2008) llama el “modelo
capitalista organizacional”, cambios que se han
impuesto al sistema educativo, donde el docente tiene
que responder a las necesidades de un mundo
globalizado y competitivo, emulando el modelo del
“capitalismo académico” americano (Slaughter y
Leslie, 1997; Slaughter y Rhoades, 2004).
A la par, en México, como en otros países de
América Latina, el crecimiento en la matrícula y la
diversificación de los programas no se han
acompañado de las reformas necesarias que permitan
hacer frente a las nuevas demandas; en la mayoría
de los casos, las instituciones se limitan a cubrir los
cursos, contratando profesores con escasa
experiencia académica o disciplinaria, lo que está
repercutiendo en la formación de los nuevos
profesionales (Pérez-Castro, 2005). Estos son los
profesores de hora clase, que representan tres de
cada cuatro de los más de 340 mil docentes de IES
en México. Son contratados a destajo, pagados por
hora clase trabajada, sin prestaciones ni seguridad
social; habitualmente, estos profesores van de una
institución a otra para completar la quincena. Los
docentes de hora clase, los que Gil-Antón (2013) llama
“profesores de tiempo repleto”, son los que en la
realidad sostienen con su trabajo al sistema de
educación superior en México.
Una de las consecuencias de este panorama es
el deterioro de la salud de los profesores, debido a la
elevación del ritmo de trabajo y exigencias de las
instituciones (Botero-Álvarez, 2012). Lo anterior,
aunado a las recientes modificaciones de las
condiciones laborales de los trabajadores dentro del
marco de la flexibilización laboral, contribuye a
incrementar la carga mental del trabajador docente,
amenazando así su bienestar psicológico y su salud
(Cuenca, 2002). En el entorno universitario, estos
cambios afectan a aquellos profesores que no tienen
un contrato definitivo con la institución, entre otros,
el trabajo por hora clase, la inestabilidad laboral y el
trabajo temporal, además del bajo salario que perciben
y la necesidad de contar con varios trabajos para
complementar su salario. Todos estos factores
finalmente impactan de manera significativa en la
calidad de vida del empleado docente (Cuenca, 2002).
En el ámbito laboral, la reciente reforma a la Ley
Federal del Trabajo y la Reforma Educativa
apuntalaron los esfuerzos por debilitar a los sindicatos
e instituciones públicas que protegen los derechos
de los trabajadores, con el pretexto de impulsar
“nuevas culturas laborales” o corporativizando a las
organizaciones de trabajadores (Tamez-González y
Pérez-Domínguez, 2009).
El malestar docente
Junto a corredores de bolsa, gerentes en cargos
estratégicos o mineros, se suele citar a profesionales
con perfil asistencial: médicos, enfermeros,
psicólogos, clérigos, y especialmente a los docentes,
como trabajadores ampliamente expuestos a
situaciones generadoras de tensión (Maslach, 1989;
Guerrero, 2003; Cisneros-Blas y Ramírez-Sandoval,
2009). El origen del estrés del docente se da cuando
la demanda de trabajo excede su capacidad de
resistencia, lo cual produce un desequilibrio en su
comportamiento (González, 2008).
Ya se ha visto cómo la profesión de docente ha
estado sujeta, a lo largo de diferentes épocas, a
constantes cambios en función de cómo ha ido
marcando la sociedad, el Estado y las instituciones el
DAVID PICAZO, ROSA MARÍA GUEVARA Y SALVADOR LUIS OJEDA: Organización del trabajo y exigencias psicosociales en el
profesor universitario
Vol. IX, Núm. 1 Enero-Abril 2015 10
papel que debe desempeñar. Esta situación genera
constantes tensiones en la labor diaria del profesional,
adicional al desgaste habitual al estar frente a uno o
varios grupos. Actualmente, la función de los docentes
requiere un sinfín de conocimientos y la elaboración
de una gran cantidad de actividades, las cuales no se
llevan a cabo en el aula y durante el horario de trabajo
únicamente, sino también fuera de la institución, en
horarios que se supone deberían destinarse al
descanso y recreación, tan necesarios para afrontar
con ánimos renovados las vicisitudes de las jornadas
de trabajo. Hay que reconocer que la docencia no es
solo una actividad cotidiana o un trabajo, es un estilo
de vida, y uno muy exigente. El profesor
constantemente dispone del tiempo que debería
dedicar a su familia, o a su descanso y recreación,
para estudiar, prepararse, revisar tareas, proyectos
y exámenes de sus estudiantes. Amén de ser
conscientes de que representan un modelo a seguir
para sus estudiantes; las actitudes, palabras y
cualquier mínimo detalle causan un gran impacto en
ellos, por lo que, para el docente es determinante la
congruencia en el ser, decir y actuar.
Hablando de exigencias en docentes, se han
documentado factores como permanecer de pie,
elevar y forzar la voz, una supervisión estricta, revisar
tareas, concentración excesiva, las largas jornadas
de trabajo, los bajos salarios, la antigüedad en el cargo
desempeñado, la sobrecarga de trabajo, y la falta de
motivación como desencadenantes que alteran la
calidad de vida del profesional (Bareño et al., 2010).
En particular, las propias actividades de instrucción
y formación constituyen en un reto que demanda del
profesor universitario actualizarse e innovar
estrategias continuamente (Lousinha y Guarino,
2013). Hoy en día, el docente es responsable, además
de la docencia, de trabajos de investigación,
administrativos y de extensión universitaria, aspectos
que se han ligado a su salario, como ya hemos visto,
sujetos a evaluación de la productividad académica
y científica, lo cual influye en definitiva en el deterioro
de su vida familiar, social y laboral (Cisneros-Blas y
Ramírez-Sandoval, 2009). A pesar de ello, los
docentes pueden reaccionar de distinta manera a
estas condiciones, algunos pueden percibirlo como
un reto intelectual que puede ser fuente de
satisfacción, y en otros, de estrés negativo, o distrés.
A esto se le suma el trabajo de certificaciones y
acreditaciones a las que se somete a todas las
instituciones educativas desde hace ya varios años,
más los riesgos físicos, químicos y biológicos (por
actividades en laboratorios), fisiológicos y mecánicos
inherentes es sus lugares de trabajo, dentro de la toda
institución de enseñanza (Valenzuela, 2013). Todas
estas actividades se agregan a la larga lista de
exigencias psicosociales que enfrenta el docente, y
que van en aumento constante (Olivas, 2008). El
trabajo extra es simplemente demasiado, por eso la
mayoría de los docentes activos viven en constante
cansancio, tanto físico como mental, y acusan falta
de tranquilidad para desempeñar su función a plena
capacidad.
En profesores universitarios, el estrés laboral se
ha asociado con la falta de reconocimiento, falta de
seguridad social, burocracia, estructura universitaria,
incertidumbre, exceso de carga docente y falta de
trabajo en equipo (UNESCO, 2005). El deterioro de
la calidad de vida de los docentes universitarios
también ha estado ligado a: necesidades básicas
insatisfechas, necesidades económicas, ambiente de
trabajo, aulas inadecuadas, rigidez de la estructura
universitaria, sistema medieval, burocracia y
subvaloración del trabajo del profesor (Guevara-
Rivas, 2011).
Por otro lado, las consecuencias en la salud física
se dan como producto de las condiciones inadecuadas
de los edificios, como exposición a ruido y a
temperaturas extremas, mala ventilación e
iluminación inadecuada. Los problemas de salud más
obvios que están relacionados con estas condiciones
son: hipoacusia, odinofagia (dolor de garganta),
disfonía (ronquera), irritación de los ojos y disminución
de la agudeza visual (Betancourt, 1999). Mientras
que las consecuencias perjudiciales que los factores
psicosociales tienen sobre la salud de los docentes
hacen referencia a alteraciones fisiológicas y
psicosomáticas (dolores de cabeza, musculares y
trastornos del sueño) y psíquicas (falta de atención,
de concentración, fobias, entre otras) que a la larga
resultan ser más perjudiciales para su salud que los
riesgos propios de sus instalaciones laborales (Unda
et al., 2008). Estos factores pueden causar
prácticamente cualquier tipo de dolencia o patología
–de origen psicosomático–, que se suma a, o
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profesor universitario
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Vol. IX, Núm. 1 Enero-Abril 2015
potencializa las ya ocasionadas por otros riesgos o
exigencias presentes en el lugar de trabajo. Pero su
daño va más allá de una manifestación física de
origen mental, pues de hecho se encuentran
afectando la “psique” misma del trabajador. Las
consecuencias se extienden a las propias instituciones
educativas, al originarse un aumento del ausentismo,
disminución del rendimiento, problemas de relación,
baja motivación, alta insatisfacción laboral y
propensión al abandono de su trabajo. Todas
situaciones asociadas a un importante nivel de
agotamiento emocional (Meliá y Peiró, 1989).
A todo lo anteriormente discutido se agrega la
diversidad de roles que tiene que desempeñar un
profesor, como docente, esposo, padre de familia, hijo,
y la necesidad de complementar el ingreso con otros
empleos para mejorar su nivel socio-económico. Nos
queda la cuestión de género, en el caso de ser una
madre proveedora, esa profesora está
particularmente expuesta a un constante estado de
estrés y sus diferentes manifestaciones que causan
un desequilibrio. Están en riesgo de desarrollar un
determinado perfil salud-enfermedad que en
ocasiones llega a ser irreversible, por tratar de cumplir
con todas las funciones que le son encomendadas y
que son de su responsabilidad. El trabajo que las
mujeres docentes desempeñan normalmente se
extiende a la casa, y la tensión se multiplica por las
actividades que deben realizar en el hogar; la
preocupación por la familia, en particular por el
cuidado de los hijos, es una cuestión adicional que
repercute en la salud de la mujer trabajadora
(Betancourt, 1999).
Conclusiones
El trabajo del docente universitario, al igual que
cualquier otro tipo de trabajo, permite el desarrollo
físico, intelectual y emocional de los individuos, sin
embargo, también es fuente y origen de alteraciones
en la salud de los profesores, si la combinación de
condiciones ambientales y psicosociales no es la
adecuada para el desarrollo del trabajo. Como en
cualquier otro grupo laboral, la salud de los docentes
está condicionada en gran medida por estos factores,
y los daños se manifiestan a través una amplia
variedad de síntomas y enfermedades relacionadas
con su actividad.
Costumbres e ideas preconcebidas de directivos
y de los mismos docentes limitan un análisis objetivo
de la situación. El problema fundamental es que las
enfermedades psicosomáticas de origen laboral
habitualmente son consideradas como una
consecuencia natural de la condición humana, y
además su manifestación no resulta tan dramática como
en otro tipo de ambientes laborales. Los procesos
peligrosos en el trabajo docente tienen sus
particularidades y muchas veces pasan desapercibidos,
o no se les da la importancia debida; se atribuyen a
otros factores y no a los aspectos del proceso de trabajo
docente que los originan. Los síntomas muchas veces
se pasan por alto al considerarlos como alteraciones
“normales” de la propia salud, calificándolos como
simples molestias o síntomas aislados. Tales síntomas
son en realidad manifestaciones tempranas de la
enfermedad que se evidenciará con el tiempo,
afectando definitivamente a su calidad de vida.
Solamente con un estudio exhaustivo de las
características del trabajo del profesor universitario
permitirá tener un conocimiento pleno de los procesos
que son potencialmente dañinos para su salud. No
es lo mismo trabajar con objetos inanimados que con
individuos, la carga afectiva y emocional presente
en cada momento relacional es un componente que
se debe valorar a la hora de clasificar riesgos y
exigencias en el personal docente, y la repercusión
que tendrá en su salud a largo plazo. Los factores
psicosociales como la relación estrecha maestro-
alumno, maestro-maestro, las múltiples actividades,
las condiciones del contrato laboral y la prolongación
de la jornada laboral son los principales aspectos a
considerar.
Por su parte, estar conscientes de la problemática
permitirá a las instituciones visualizar las mejores
estrategias, algunas de las cuales pueden ser:
modificaciones en el proceso de trabajo, mejoras en
las condiciones de las escuelas y espacios de trabajo
académico, capacitación en materia de relaciones
humanas, manejo de estrés, manejo de la voz, y otras
alternativas útiles, orientadas a mejorar la salud de
los docentes. Es de particular importancia enfocar
los esfuerzos en el desarrollo de programas
preventivos específicos, por su bajo costo en relación
con las prácticas paliativas.
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profesor universitario
Vol. IX, Núm. 1 Enero-Abril 2015 12
A nivel organizacional, es determinante el clima
laboral para que el profesor ejecute bien su función.
El docente tendrá un ambiente propicio si sabe con
certeza que existen los canales de comunicación
adecuados y políticas para el manejo oportuno de
situaciones generadoras de ansiedad. Es obvio que
las alternativas deseables son las que tienen que ver
con los contratos y salarios; estabilidad laboral, mejora
de los sistemas de remuneración por desempeño, así
como tomar en cuenta el trabajo extra que se invierte
en planeación de clase, desarrollo de material y
revisión de tareas y proyectos.
La fuerza de trabajo constituye el elemento más
importante en el proceso productivo, sin ella, es
imposible la generación de bienes o servicios. Las
instituciones educativas deben reconocer el papel
protagónico que tienen los docentes en el proceso
enseñanza aprendizaje. Una institución responsable
procurará las condiciones justas y adecuadas para el
desarrollo del trabajo docente, a sabiendas de que un
ambiente laboral saludable y armónico es el mejor
motivador para los trabajadores, forja el orgullo y
propicia un sentimiento de pertenencia hacia la
organización. El beneficio supera con creces la
inversión, como consecuencia, el docente cuidará a
la institución y entregará buenos resultados; sobre
todo, estará en condiciones para desarrollar su
capacidad y talentos al máximo, dando lo mejor de sí
en beneficio de los estudiantes, y así cumplir la misión
de la universidad. Su contribución a la sociedad, se
verá reflejada en la actuación de los ciudadanos que
ha formado en el aula, tan fundamental para generar
el cambio y el progreso social que México tanto
necesita.
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DAVID PICAZO, ROSA MARÍA GUEVARA Y SALVADOR LUIS OJEDA: Organización del trabajo y exigencias psicosociales en el
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Este artículo es citado así:
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Resumen curricular del autor y coautores
IVÁN DAVID PICAZO ZAMARRIPA. Ingeniero en Sistemas Computacionales por el Instituto Tecnológico de Chihuahua II (2002). Obtuvo los
grados de Maestro en Sistemas de Información (2004) y Maestro en Salud en el Trabajo (2013), ambos por la Universidad Autónoma
de Chihuahua (UACH). Culminó los estudios de Doctorado en Educación en el Centro de Desarrollo de Estudios Superiores (CDES,
2015) y actualmente es candidato al grado. Tiene diplomados en Formación Docente, Ambientes Virtuales de Aprendizaje, Inglés y
Formación de Evaluadores de Sistemas de Gestión de Calidad. Es instructor certificado bajo la norma internacional ISO 17024 en
Diseño e Impartición de Cursos Presenciales. Posee la certificación como Auditor de Sistemas de Gestión de Calidad ISO 9001:2008
bajo la norma internacional ISO 17024. Es vicepresidente del Comité de Esquema de Certificación en Educación en Chihuahua. Desde
1995 labora en la Universidad Autónoma de Chihuahua en diversos puestos administrativos y como docente, donde actualmente
desempeña el cargo de Coordinador Editorial de la Revista Tecnociencia Chihuahua. Es profesor de posgrado de la Universidad La
Salle Chihuahua y Universidad Regional del Norte. Ha dirigido 5 tesis de licenciatura. Sus áreas de interés en la docencia son:
Estadística Descriptiva e Inferencial, Seminario de Investigación, Educación, Calidad, Sistemas de Información y Salud Laboral. Es
instructor en las siguientes instituciones STPS, IMSS y UACH. Ha impartido cursos de redacción y publicación de artículos científicos
a doctorantes y profesores universitarios. Ha participado como instructor y conferencista con los temas "Comunicación en la Ciencia",
"Creación y Desarrollo de una Revista Científica" y "Redacción y Publicación de Artículos Científicos" en 6 instituciones de educación
superior. Impartió el taller de Redacción Científica en el Congreso Nacional de Investigación Educativa (COMIE 2015).
SALVADOR LUIS OJEDA LIZÁRRAGA. Médico-Cirujano egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco (D.F.) en
1983. Especialidad en Medicina del Trabajo en la Dirección Médica de la STPS-UNAM, 1986. Maestro en Educación Superior
(U.A.CH.), 2004. Diplomado en Ergonomía (UNAM, 1986) y Salud en el Trabajo (UACH, 1991). Desde 1991 labora en la Facultad de
Enfermería y Nutriología de la UACH y posee la categoría de Académico titular C. Área de especialización es Patologías de origen
laboral. Ha dirigido 19 tesis de maestría y actualmente 5 en proceso. Ha publicado como autor o co-autor 7 artículos de Salud en el
Trabajo y ha tenido diversas ponencias en congresos. Responsable Técnico de un Proyecto del Programa FOMIX (financiado por
fondos externos mixtos). Asesor y Revisor de múltiples tesis de licenciatura y maestría.