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Vol. IX, Núm. 2 Mayo-Agosto 2015
Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable Artículo arbitrado
Resumen
El presente estudio plantea una reflexión sobre la aplicación de
políticas públicas con tendencia conservacionista a fin de proteger
especies en peligro, específicamente el caso de la vaquita marina
-Phocoena sinus-. La reflexión se realiza desde el enfoque de la
sustentabilidad como constructo multidimensional. Al considerarse
que el gobierno ha privilegiado la dimensión ecoambiental sin
considerar la dimensión social. De ahí que se apliquen políticas
con un enfoque reduccionista del problema, que al buscar
resolverlo genera situaciones que afectan la estabilidad de la
población de San Felipe, Baja California. El escrito analiza este
hecho desde la perspectiva del desarrollo endógeno.
Palabras clave: Vaquita marina, San Felipe, sustentabilidad,
conservación, territorio.
Abstract
This study proposes a reflection on the implementation of public
policies with conservationist tendency to protect endangered
species, specifically the case of the vaquita -Phocoena sinus-.
The reflection is done from the perspective of sustainability as
a multidimensional construct. Considering that, the government
has prioritized the eco-environmental dimension without
considering the social dimension. Hence, policies with a
reductionist approach to the problem are applied, but as it is
sought to solve the problem, it generates situations affecting
the stability of the population of San Felipe, Baja California. The
paper analyzes this fact from the perspective of endogenous
development.
Keywords: Vaquita, San Felipe, sustainability, conservation,
territory.
Environmental sustainability and social discord, the case of the suspension
of fishing on the coast of San Felipe, Baja California
VIRGINIA MARGARITA GONZÁLEZ-ROSALES1, VIRGINIA GUADALUPE LÓPEZ-TORRES1,2
_________________________________
1 Universidad Autónoma de Baja California. Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales. Zertuche y Los Lagos s/n, Unidad
Universitaria Valle Dorado, Ensenada, Baja California, 21100, Tel. (646) 176-6600 ext. 161.
2 Dirección electrónica del autor de correspondencia: vglopeztorres@gmail.com.
Recibido: Septiembre 1, 2015 Aceptado: Diciembre 15, 2015
Sustentabilidad ambiental y discordancia
social, el caso de la suspensión de la pesca
en la costa de San Felipe, Baja California
Introducción
a conservación de los recursos naturales y el desarrollo son temas intrínsecamente
relacionados. En la actualidad, resulta imposible establecer acciones de planeación
del desarrollo sin considerar la heterogeneidad social y cultural, así como los efectos
L
de las actividades humanas sobre los recursos naturales. Siguiendo a Beck (1998:89), "...la
naturaleza ya no puede ser pensada sin la sociedad y la sociedad ya no puede ser pensada
sin la naturaleza".
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En el mismo sentido, Mihelcic (2003)
presenta una definición de sustentabilidad,
bastante acertada, donde la describe como una
cualidad de los sistemas humanos en
interacción con la naturaleza, para asegurar el
uso de los recursos y que los ciclos naturales
no afecten la calidad de vida, ni la pérdida de
oportunidades futuras para el desarrollo
económico, social, de salud y del medio
ambiente.
Sin embargo, este concepto de
sustentabilidad suele confundirse con el término
sostenibilidad, los cuales, más allá de las
diferencias semánticas difieren entre sí, al
considerar que la sustentabilidad abarca la triple
acción social, ambiental y económica con el hoy
y el futuro. Según De la Rosa (2012) la
sostenibilidad se centra en la permanencia futura
de la operación de un ente u organismo, contando
con los medios para ello, de manera que es
posible ser sostenible sin ser sustentable.
Ordoñez y Meneses (2015:84) refieren a la
Comisión Mundial del Medio Ambiente y del
Desarrollo para indicar que «la sostenibilidad es
una relación entre los sistemas humano y
ecológico que permite mejorar y desarrollar la
calidad de vida, manteniendo, al mismo tiempo,
la estructura, las funciones y la diversidad de los
sistemas que sustentan la vida». Dentro de este
constructo los autores destacan tres
dimensiones: ambiental, económica y social;
señalando que esta última se refiere a reconocer
el derecho a un acceso equitativo a los bienes
comunes para todos los seres humanos, en
términos intrageneracional e intergeneracional,
tanto entre géneros como entre culturas.
Precisando, sostenible viene de sostener y
sustentable de sustentar, las cosas se sostienen
desde afuera pero se sustentan desde adentro.
Mientras la sostenibilidad se podría lograr con
acciones decididas desde afuera, la
sustentabilidad requiere que las acciones se
decidan desde adentro; en forma autónoma. Por
lo tanto, si lo que se busca es construir
territorios sustentables se requiere de una
sustentabilidad con perspectiva múltiple como
la que se ilustra en el Cuadro 1.
Cuadro 1. Perspectivas de la sustentabilidad.
Fuente: Elaboración propia con información de Elizalde (2003).
Este enfoque holístico impulsa una
propuesta de sociedad-territorio sustentable, la
cual engloba las áreas fundamentales de la
experiencia humana que necesitan ser
consideradas en cualquier escenario de
desarrollo sostenible, sin embargo, en la
práctica la sustentabilidad suele orientarse con
mayor énfasis hacia la arista ecoambiental,
derivado de la influencia internacional de
potenciar la focalización de los problemas
asociados al medio natural, especialmente
aquellos cuya causa se encuentra vinculada al
impacto de las actividades antropogénicas,
destacándose la contaminación, el calentamiento
global, la deforestación y la pérdida de
biodiversidad. Dándole una mayor ponderación
a la búsqueda de remediar o amortiguar dichos
efectos, sobre la equidad social y el empode-
ramiento ciudadano.
Por otra parte, el concepto de desarrollo
sustentable comenzó a popularizarse a partir
del Relatorio Brundtland (WCED, 1987). En este
se asume al desarrollo sustentable como
«aquel que responde a las necesidades del
presente de forma igualitaria pero sin
comprometer las posibilidades de sobrevivencia
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el caso de la suspensión de la pesca en la costa de San Felipe, Baja California
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y prosperidad de las generaciones futuras».
Concepto que denota dos elementos centrales;
en primer lugar, la garantía para las futuras
generaciones de un mundo físico-material y de
seres vivos igual o mejor al que existe
actualmente; explícitamente, a relaciones
técnicas, ya que se considera la sociedad futura
como una unidad y no podría ser de otra forma
porque se hace mención a una sociedad futura
y por tanto desconocida, que se relaciona con
su medio ambiente. Y como segundo elemento
destaca el desarrollo con equidad para las
presentes generaciones. Por ende se trata
directamente de relaciones sociales, relaciones
entre seres humanos, lo cual obliga a pensar la
sociedad humana a partir de sus diferencias
sociales internas, sin embargo, no puede
pensarse en una equidad si se analiza la
sociedad como una unidad. Ambos elementos,
la garantía futura y la equidad se han mantenido
en la mayoría de las definiciones sobre
sustentabilidad, sin embargo, en las mediciones
la preocupación por las futuras generaciones
es el atributo más destacado, dejando de lado
la equidad (Foladori, 1999).
Además, al considerar la forma en cómo
se relaciona la sociedad humana con su
entorno, las mediciones sobre sustentabilidad
consideran a la sociedad como un ente
homogéneo, una unidad frente a la naturaleza
externa. Quedando con ello ocultas las
contradicciones sociales, que son, muchas
veces, las verdaderas causas de los problemas
ambientales (Foladori, 1999).
Por otra parte, San Felipe es un poblado de
Baja California cuyas costas son bañadas por
el mar de Cortés, donde habita la vaquita marina
(Phocoema sinus), especie endémica del Alto
Golfo de California, con una distribución
restringida, siendo la especie con mayor
amenaza de todos los cetáceos en el mundo.
El gobierno federal mexicano, considerando el
reporte de la 5ª Reunión del Comité Internacional
para la Recuperación de la Vaquita (CIRVA-5),
donde se determina que a pesar de todos los
esfuerzos llevados a cabo hasta la fecha, la
población de vaquita está notablemente
disminuida, recomienda regulaciones de
emergencia estableciendo una zona de
exclusión de redes agalleras; sin embargo; el
gobierno decide establecer una suspensión
temporal de dos años de la pesca en la zona
de distribución de la vaquita marina (Phocoena
sinus), como medida que contribuya a la
conservación de la especie (Diario Oficial de la
Federación, 2015).
En este sentido, la filosofía de la
sustentabilidad en la práctica se muestra
contradictoria, el gobierno escucha a la
comunidad científica pero no a la comunidad
nativa y residente del poblado.
Considerando lo anterior, el objetivo de este
trabajo es reflexionar sobre la pertinencia de
analizar los problemas de la sustentabilidad
desde una perspectiva más amplia, que permita
considerarla desde un enfoque pluridimensional
que incluya la heterogeneidad de los territorios
en su análisis. Para lograrlo, el ensayo se
desarrolla en tres grandes apartados, incluido
el presente destinado a describir el constructo
sustentabilidad, en el segundo apartado se
analiza la suspensión de la pesca en San Felipe,
Baja California y en las conclusiones se emiten
inferencias derivadas del análisis.
Desarrollo
Todas las formas de medición de la
sustentabilidad, de acuerdo con Foladori (1999),
presentan la debilidad de considerar a la
sociedad humana como un bloque, un conjunto
homogéneo de individuos que se mide en
relación con el ambiente externo, sin ubicarse
en un contexto histórico, sin relaciones sociales
y sin considerar al territorio. Como es sabido,
un territorio es mucho más amplio que el
espacio, mientras que el concepto espacio se
refiere únicamente a una realidad física, el
soporte donde tiene lugar la actividad
económica, el concepto de territorio se refiere
a diversos aspectos. Siendo el físico sólo el
marco que contiene o define geográficamente
a una o varias comunidades que desarrollan
sus actividades y que se definen por un cúmulo
de relaciones sociales (Massey, 1994).
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el caso de la suspensión de la pesca en la costa de San Felipe, Baja California
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Además, debe considerarse que, para
analizar el desarrollo sustentable, este no puede
englobarse como un paradigma propio de las
ciencias naturales ni de las ciencias sociales,
sino que abarcaría cierta interface entre ambas.
Por ejemplo, la sustentabilidad no puede
medirse a nivel bio-ecológico como se hace en
la ecología de poblaciones aplicada a especies
pesqueras o forestales y que genera un cuerpo
teórico para predecir la renovabilidad de los
recursos vivos, pues es imposible hacer esas
predicciones para los procesos económicos y
sociales que determinan el aprovechamiento de
esos recursos (García, 1995).
Por lo anterior, se puede decir que el
aspecto ambiental ha sido un parteaguas para
el desarrollo y evolución de los conceptos
sustentabilidad y desarrollo sustentable, y que
el interés en este tema se ha incrementado a
raíz de los múltiples problemas de la naturaleza,
lo que ha conllevado a que los gobiernos
nacionales y las instituciones internacionales
generen un conjunto de estrategias con el
objetivo de minimizar los anteriores problemas
mediante la creación de medidas de control
como son las reservas naturales, las cuales
tienen, entre otros propósitos, el promover la
conservación efectiva de la biodiversidad
(CONANP, 2012).
Específicamente, en el caso de México, de
acuerdo con información de la Comisión Nacional
de Áreas Naturales Protegidas (CONANP),
existen en el país 176 áreas naturales protegidas
(ANP) que cubren poco más de 23 millones de
hectáreas y representan alrededor del 12.9% de
la superficie territorial a nivel nacional. A partir del
año 2010 el crecimiento de las ANP se ha
desarrollado de manera considerable, pues en
los últimos cuatro años se han creado 39 nuevas
ANP en el país. Esto debido al compromiso que
el gobierno de México adquirió en el marco de la
Conferencia de Naciones Unidas sobre la
Biodiversidad. Por lo que, al parecer, las ANP
continuarán creciendo, dado que según la
Procuraduría Federal de Protección al Ambiente
(PROFEPA, 2014) para 2018 se deben
incrementar en un 10% las ANP marinas.
De forma particular, en Baja California se
documenta la existencia de tres zonas
geográficas consideradas como reserva de la
biosfera, igual número de parques nacionales y
dos áreas de protección de flora y fauna.
Destaca el caso de la reserva del Golfo de
California, la cual fue definida como tal para
proteger a dos especies endémicas marinas:
la vaquita marina (Phocena sinus) y la totoaba
(Totoaba macdonaldi), ambas se han reducido
considerablemente, presuntamente por la
pesca irracional.
Cabe destacar que, además de la presencia
de estas dos especies endémicas, el Golfo de
California es una región caracterizada por su
gran biodiversidad y abundancia en recursos
pesqueros. De acuerdo con la OECD (2006)
citada por Erisman et al. (2010) es una de las
zonas pesqueras más importantes de la región
del Pacífico Este Tropical, y la pesquería más
productiva de México, lo cual evidentemente
significa que es fuente de ingresos de miles de
personas que de manera directa o indirecta se
dedican al desarrollo de la actividad pesquera.
En la región se localiza el puerto de San
Felipe, dedicado a la pesca desde su fundación,
se encuentra dentro de la subzona de
aprovechamiento sustentable de los recursos
naturales, que tiene por objeto el desarrollo de
actividades productivas bajo esquemas de
sustentabilidad y la regulación y control estrictos
del uso de los recursos naturales. En dicha
subzona se permite exclusivamente el
aprovechamiento y manejo de los recursos
naturales renovables, siempre que los
beneficios generados repercutan en los
pobladores locales, además, se permite la
investigación científica, el turismo y la educación
ambiental. Sin embargo, como ya se mencionó,
en 2015 se estableció una veda temporal por
dos años de la principal actividad económica
de la región, la pesca, con la finalidad de proteger
a la vaquita marina (Phocena sinus), especie
en peligro de extinción que viene protegiéndose
desde hace 20 años sin resultados favorables.
En consecuencia, la sociedad se encuentra en
conflicto con las medidas gubernamentales y
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en franca oposición a las restricciones, pues
con ellas los habitantes quedan sin una actividad
económica que les permita la simple
subsistencia.
Esto concuerda con lo dicho por Salas et
al (2010), Cinti et al, (2010), y Ezcurra et al.
(2009) quienes aseguran que la recuperación
de ecosistemas como el del Golfo de California,
así como el desarrollo de pesquerías
sustentables en México, se encuentran
impedidas por los problemas de coordinación
intergubernamental, conflictos entre sectores,
capacidad institucional limitada, la falta de
aplicación y acatamiento de políticas, las cuales
se basan en una sola especie, un pobre manejo
del contexto social así como una escala muy
amplia de manejo, ya que todas las políticas se
basan en una sola especie, la vaquita marina,
no existe una evaluación ni dimensionalización
de las implicaciones socioeconómicas, lo que
evidentemente lleva a la inconformidad y
eventualmente a la falta de acatamiento de la
normatividad.
Es innegable que las diversas estrategias
de protección, como son las ANP, buscan la
armonía entre los elementos medioambientales
y las actividades económicas. Sin embargo,
existen discrepancias entre los objetivos de
conservación de un área geográfica y sus
especies y los pobladores locales, dado que
hasta ahora las políticas públicas establecidas
para proteger, por ejemplo, a la vaquita marina,
han impactado en el desarrollo de varias
pesquerías, afectando la actividad pesquera en
San Felipe y por ende mermando el ingreso de
los pescadores. Al respecto, la Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura, FAO (2001), menciona que los
conflictos de interés son una característica
inevitable de todas las sociedades, cuando la
gente utiliza los recursos naturales, ya que su
uso es diferente en cada territorio y estas
discrepancias se ven acrecentadas cuando se
decide cambiar la forma de manejarlos.
Para Reyes-García et al. (2012) se trata de
un enfoque de etnoecología, ya que puede
señalarse que los diferentes grupos humanos
que habitan San Felipe tienen la misma
percepción de la naturaleza, considerando que
los conocimientos, creencias y prácticas son
comunes y prevalecen desde la fundación del
poblado.
Von Bertrab (2010) argumenta que bajo el
escenario de la conservación, las acciones
impositivas no resuelven el deterioro ambiental
y sí lo pueden agravar, por un lado se debilita el
tejido social necesario para desatar un proceso
de desarrollo comunitario sustentable, y por otro,
la conservación se transforma en una actividad
o interés ilegítimo para la población local, lo que
endurece las posturas y dificulta la búsqueda
conjunta de soluciones. Agrega además, que
los conflictos suelen asociarse con la
inestabilidad, los disturbios, la violencia, el
estancamiento en las relaciones y la falta de
cooperación. Esto concuerda con Vásquez
(2010), quien señala que la ineficacia de las
acciones de conservación que no prestan
atención al contexto social y económico puede
apreciarse en diversas áreas protegidas de
México, en las cuales se pretenden proteger los
recursos por decreto, sin consultar e involucrar
de manera efectiva a las poblaciones locales.
Así, no sólo no se ha logrado mantener la
diversidad biológica, sino que se ha
imposibilitado el manejo adecuado de los
recursos naturales, lo que ha fomentado a su
vez el descontento social y el aumento de
conflictos en torno al uso y acceso a los
recursos. Este escenario define lo que ha
sucedido en la comunidad de San Felipe, con
los pescadores, quienes en un par de ocasiones
han cerrado la carretera que comunica a la
ciudad de Mexicali con el puerto, y se ha llegado
al extremo de cerrar la garita internacional
Mexicali-Caléxico.
A través de dichas acciones es que los
pescadores buscan mantener y reafirmar su
estado de derecho, en particular sus derechos
culturales, así como recuperar el control sobre
su territorio como un espacio ecológico,
productivo y cultural que les permita
reapropiarse del patrimonio de los recursos
naturales y significados culturales, los cuales
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están siendo descalificados por el gobierno
mexicano. Sería trascendental, en términos de
una política situada, considerar a los habitantes
del poblado, su tejido social y sus tensiones.
De acuerdo con Madoery (2012), la política debe
ser pensada desde la realidad regional, para
evitar reducir el desafío del desarrollo a una sola
dimensión de lo real, generando de ese modo,
valiosos aportes para la interpretación y la
transformación de la realidad regional. Para ello
es necesario incluir el conocimiento local, ya
que, de acuerdo con (Johannes et al., 2000;
Berkes et al., 2001; Cudney-Bueno y Basurto,
2009; y Moreno-Baez, 2010), se ha demostrado
en repetidas ocasiones que cuando los
pescadores se involucran en el proceso de
investigación y toma de decisiones, es más
probable que el manejo de un área sea más
efectivo como resultado de un incremento en la
confianza entre quienes aportan el conocimiento
local y quienes preguntan para considerar dicho
conocimiento en las decisiones del manejo de
un territorio.
Esto, debido a que el territorio es el espacio
social donde la sustentabilidad tiene sus
fundamentos sobre los aspectos ecológico-
ambientales, pero también en identidades
culturales donde las personas son actores
principales, que deben ser capaces de ejercer
su poder para controlar tanto la degradación
ambiental como para movilizar a la población a
desarrollar proyectos ambientales por ellos
mismos, a fin de generar los medios para
satisfacer necesidades, aspiraciones y deseos
de su comunidad. Boff (2012), comenta que no
se debe olvidar que la democracia ya no puede
ser exclusivamente antropocéntrica y
sociocéntrica, como si el ser humano y la
sociedad lo fueran todo, sino que se tiene que
incorporar en los nuevos ciudadanos, que les
nazca el interés por la naturaleza, sus bienes,
servicios, las aguas, los ríos y océanos, la fauna
y la flora, los paisajes y el medioambiente como
un todo. Debe ser una democracia socio-
cósmica, o una biocracia, o una cosmocracia,
pero, ¿cómo lograr esa cosmocracia o
biocracia, si la sociedad es auto-percibida como
infravalorada? ¿Cómo lograr ese interés en la
flora y fauna, sí es la propia fauna la que les
está quitando su sustento, pese a los muchos
años dedicados a acatar los lineamientos y a
proteger a las especies?
El mismo Boff (2012) menciona que «si
asumimos que el ser humano es la misma
Tierra, consciente e inteligente, ello implica
admitir que ella participa de la misma dignidad
y de los mismos derechos. Por lo tanto, la Tierra
es sujeto de dignidad y de derechos».
Entonces, si la Tierra tiene los mismos
derechos del hombre, porqué se elige conservar
a un grupo de delfines sobre el derecho al trabajo
de los pescadores, de cuyo ingreso depende la
vida de miles de seres humanos afectando
también el derecho a un nivel de vida adecuado,
que les asegure, así como a su familia, la salud
y el bienestar, y en especial la alimentación, el
vestido, la vivienda, la asistencia médica y los
servicios sociales necesarios.
Al respecto, resulta pertinente señalar
algunas características distintivas de la especie
en cuestión para comprender el porqué de la
postura de rechazo al proteccionismo
desmedido para con este organismo. La vaquita
marina, si bien es cierto, es de gran importancia
por su endemismo y escasez, sin embargo,
presenta ciertas características atípicas que han
favorecido su reducción en abundancia. De
acuerdo con la Comisión Nacional para el
Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (2011),
la especie tiene baja variabilidad genética, es
decir, se reproducen entre parientes cercanos
que comparten el mismo juego genético, por lo
que se cree que esto provoca algunas
malformaciones de nacimiento, tales como
calcificaciones ováricas. Además, se le
considera una de las especies de mamíferos
marinos con la distribución histórica y actual
más restringida en el mundo (INE, 2012), esto
significa que para sobrevivir, las condiciones de
su entorno son únicas, de ahí surge el
cuestionamiento de si el organismo es apto para
subsistir en las condiciones actuales, las
cuales, según Galindo-Bect et al. (2013) difieren
mucho de las que existían cuando la especie
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era abundante, ya que debido a modificaciones
en la línea de costa, el cambio climático y de la
dinámica del océano, condiciones como la
temperatura y salinidad de su hábitat han tenido
variaciones, por lo tanto, es importante
cuestionarse si la pesca es verdaderamente un
factor de riesgo para este organismo o si
simplemente se está buscando mostrar al
mundo que se toman medidas para proteger a
un animal que de manera natural está
condenado a extinguirse. Aunado a lo anterior,
para la cuantificación de su población y
determinación de su distribución se utilizan
técnicas acústicas como medidas indirectas,
ya que su avistamiento es prácticamente
imposible. Actualmente se presume que existe
un aproximado de 97 ejemplares, de los cuales,
se estima que menos de 25 son hembras
sexualmente maduras, y se utiliza el término
presuntamente ya que existen varias
declaraciones sobre la inexistencia e incluso
mitificación del mamífero.
Pese a estos argumentos, la autoridad
tiene una postura rígida, argumentando que no
dará un paso atrás en la modificación de la
normatividad debido a que estos son
compromisos adquiridos ante organismos
internacionales; a pesar de ello, reconoce la
ausencia de trabajos socioeconómicos que
permitan determinar los posibles impactos de
la normatividad en quienes dependen de la
actividad y sus comunidades. Mientras, el frente
de los pescadores amenaza con tomar más
acciones de cierre de carreteras, garitas e
incluso dar origen a la constitución de un grupo
de autodefensa, escenario que afectaría a otros
sectores y actividades económicas. Pero esta
es la respuesta radical ante los hechos que se
perciben como una imposición centralista, una
política de escritorio elaborada por ajenos al
territorio y a la pesca, un gobierno cerrado que
no consulta ni escucha a la población.
Esta postura que busca complacer a la
comunidad internacional, se debe,
posiblemente, a lo que Leff (2002) expresa: la
biodiversidad aparece ya no sólo como una
multiplicidad de formas de vida, sino como
zonas de reservas que hoy están siendo
valoradas por su riqueza genética, las políticas
recientes en torno a la biodiversidad no
responden tan sólo a una preocupación por la
pérdida de especies biológicas y por su
importante papel en el equilibrio ecológico del
planeta, sino por la simple existencia de
diversidad; basta con saber que a la zona donde
se ubica San Felipe se le conoce comúnmente
como el acuario del mundo, y como tal es un
sistema cerrado donde se busca mantener a
un grupo de organismos para la mera
contemplación de sus poseedores.
Gudynas y Acosta (2011), mencionan que
ya desde los años sesenta existieron distintas
visiones críticas inconformes con las posturas
de un progreso lineal, con reclamos en el terreno
social y ambiental, este caso es presumible que
la restricción hacia la actividad pesquera afecta
a todo el territorio, producto de una llamada de
atención a las autoridades o presiones sociales
por parte de la comunidad internacional hacia
el gobierno, quien ni siquiera verifica la
existencia de la especie que intenta proteger,
dado que no existe evidencia real de la presencia
de este organismo, es decir, se está protegiendo
a una quimera.
De acuerdo con Abramovay (2006), la
perspectiva territorial implica el abandono de la
visión sectorial que considera las actividades
económicas incluidas en determinados
sectores económicos, cuantificables en relación
con la productividad. La categoría territorial pone
en relevancia la organización social en torno al
ecosistema, la socialización de los
conocimientos, la interdependencia de los
actores sociales, entre otros aspectos. La clave
se sitúa en la comprensión de la interacción
social, por lo cual, la perspectiva de los actores
resulta el eje transversal de articulación
territorial; además, en el territorio se evidencia
la manera en que la sociedad utiliza los recursos
de los que dispone para la producción de bienes
y la reproducción social. Se puede afirmar que
los territorios «son el resultado de la manera
como las sociedades se organizan para usar
los sistemas naturales en los que se apoya su
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reproducción, lo cual abre un interesante campo
de cooperación entre las ciencias sociales y
naturales para el conocimiento de esta relación»
(Abramovay, 2006: 53). Sin embargo, en este
caso, la realidad difiere mucho de la visión de
Abramovay, pues el abordaje del problema está
siendo analizado desde la óptica de las ciencias
naturales y, peor aún, desde una óptica
conservacionista o ambientalista cegada por los
ánimos de protección que ni siquiera analiza con
claridad la situación biológica-ecológica del
organismo, dejando de lado al enfoque social, y
sobre todo la organización social alrededor de
un ecosistema que es la directriz de ese
territorio.
Complementariamente, Alimonda (2002)
señala que para abordar la sustentabilidad de
un territorio es necesario partir de las fortalezas
que presenta la perspectiva de análisis
multivariable del territorio, donde la
«sustentabilidad» es un elemento del territorio
caracterizado por su dinamismo y permanente
interacción. Así pues, no se trata de una
cuestión del ambiente, del desarrollo, o de la
sociedad en general. Por el contrario, tiene el
propósito de involucrar a la gente y sus múltiples
acciones: es un proceso que involucra las
estrategias de participación a escala local,
incluyendo las formas de vida y la cultura. Por
ello, sustentabilidad no debería ser «el estado
ideal» que anhela lograr la sociedad.
Cáceres (2005:115) destaca:
«la necesidad de entender a la sustentabilidad
como un concepto histórico, dinámico y situado
desde el punto de vista ecológico y socioeconómico,
e inmerso en un proceso de permanente
reconceptualización y cambio, (…) la
sustentabilidad debería ser entendida como un
blanco móvil, es decir, como un espacio dinámico
en permanente proceso de construcción,
deconstrucción y reconstrucción. En todo caso,
más que una situación ideal debería ser entendida
como muchas situaciones ideales que responden
a una gran diversidad de realidades particulares y
a su vez redefinidas permanentemente como
consecuencia del cambio de las condiciones
contextuales propias del devenir histórico».
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el caso de la suspensión de la pesca en la costa de San Felipe, Baja California
Entonces, no sería pertinente que para el
abordaje de esta situación se consideraran
medidas acordes a la realidad de la sociedad
de San Felipe, que las medidas de protección
fueran específicas para garantizar el cuidado y
conservación de la especie, pero sin dejar de
lado las necesidades y el saber-ser de los san
felipenses.
Adicionalmente deben considerarse los
argumentos de Vázquez (2010), quien afirma que
la conservación y el manejo de los recursos
naturales, como componentes indispensables
del desarrollo en el ámbito rural, no pueden ni
deben centrarse únicamente en la permanencia,
en el largo plazo, de las especies silvestres, sino
que debe incluir la mejora de las condiciones de
vida de la población local. Esto es especialmente
pertinente donde los «objetos de conservación»
son el sustento no sólo alimenticio de millones
de personas, sino parte relevante de su
cosmovisión, los cuales proveen los insumos
indispensables para la satisfacción de las
necesidades básicas y culturales. Por lo tanto,
no se deben guiar las políticas públicas por el
individualismo metodológico que caracterizaba
al pensamiento liberal porque estaríamos
excluyendo la comprensión de la naturaleza de
las identidades colectivas del poblado (Mouffe,
2007), recordando siempre que el territorio es el
locus de las demandas y los reclamos de la gente
para reconstruir sus mundos de vida. El nivel
local es donde se forjan las identidades culturales,
donde se expresan como una valorización social
de los recursos económicos y como estrategias
para la reapropiación de la naturaleza.
Es así como Soja (1996), confirma que la
democracia debe ser más participativa,
mostrando sus mejores atributos en los ámbitos
locales; la recuperación de tierras y litorales
para habitantes desplazados; la preservación
de áreas de radicación histórica para pueblos
originarios; la sustentabilidad enraizada en
bases ecológicas e identidades culturales; el
conocimiento y la innovación ligados al saber
hacer de los lugares; la plena vigencia de
derechos humanos y naturales; el buen vivir, y
el buen gobierno son elementales.
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VIRGINIA MARGARITA GONZÁLEZ-ROSALES, VIRGINIA GUADALUPE LÓPEZ-TORRES: Sustentabilidad ambiental y discordancia social,
el caso de la suspensión de la pesca en la costa de San Felipe, Baja California
Filtrada la información sobre la veda, los
pescadores, a través de la Federación de
Sociedades Cooperativas de Producción
Pesquera Ribereña del Puerto de San Felipe,
S. de R.L. de C.V., empezaron a ejercer presión
para ser escuchados; mediante una serie de
reuniones lograron un apoyo que inicialmente
solo estaba destinado a permisionarios.
Situación que refleja el desconocimiento del
ejercicio de la actividad, dado que se reconoce
que la mayoría de los permisionarios no son
quienes realizan la pesca, debiendo
considerarse que por panga suelen ir tres
pescadores. Demostrada la cadena de valor,
se logró apoyo para permisionarios, pescadores
y agentes involucrados en la cadena productiva.
Sin embargo, el programa de compen-
sación presenta irregularidades desde su
origen, las cuales ha reconocido el gobierno
federal a través del delegado de la Secretaría
de Desarrollo Social (Sedesol) en Baja
California. Entre otros, se destaca que se
inscribió como pescador a personas ajenas a
la actividad; aunque el mayor problema es en sí
todo este escenario visto como un proceso.
Lo recomendable es emprender políticas de
mediano a largo plazo, ciertamente se deben
cuidar las especies, pero ello emanado de un
diagnóstico integral, por ejemplo, analizar las
capacidades regionales y de su población,
empezando por inventariarlas. Para ello, a partir
de un estudio de vocaciones, impulsar las
acciones correspondientes que permitan dotar
de ventajas comparativas y competitivas a la
región.
Si bien la región está excesivamente
estudiada, solo se ha hecho desde disciplinas
específicas, encabezadas por la biología, pero
estudios desde otros escenarios disciplinarios
son escasos o nulos.
Por ejemplo, siguiendo a De Laire (2002),
en el caso específico de la pesca y sus actores,
el autor asegura que los enfoques que buscan
garantizar la sustentabilidad del sector pesquero
suelen centrarse en una sola dimensión del
problema: productiva, económica o territorial, sin
atender al carácter sistémico del equilibrio que
se requiere para mantener vivo a este sector.
Por lo que el autor asegura que la sobrevivencia
de la pesca artesanal requiere conciliar diversos
equilibrios. Si uno de ellos falla, la actividad en
su conjunto pierde sustentabilidad inmediata-
mente. El mismo autor propone cinco
dimensiones de la sustentabilidad: la productiva,
la territorial, además de las tres tradicionales,
la económica, la ecológica y la social. A la
sustentabilidad productiva, el autor la define
como el generar las condiciones para una
explotación racional del recurso, que permita
gestionarlo económicamente sin que ello derive
en su extinción, alcanzar dicha gestión implica
un cambio cultural profundo como fue el paso,
para el ser humano, de la condición de cazador
a la condición de agricultor, por lo que se
requiere de un proceso de acompañamiento del
aprendizaje.
Por otro lado, en el aspecto de sustenta-
bilidad territorial, el autor asegura que hay que
impulsar un plan de inversión en viviendas y
servicios básicos para el sector, no la
erradicación; que la pesca artesanal debe ser
vista como una actividad complementaria y no
en contradicción con la actividad turística. En este
sentido, me permito apuntar que la pesca
artesanal no sólo es compatible con la actividad
turística, sino que también es posible
complementarla con la de conservación, ya que
existen variantes del turismo que fomentan el
desarrollo de estas actividades. Por ejemplo el
turismo verde, el cual permite a largo plazo una
mejora significativa de la situación económica sin
destruir el paisaje, la cultura local, la arquitectura
o la agricultura. Cuando se trata de conservación
y mejora del medio ambiente, el ecoturismo es
garantía de un aprovechamiento sostenible de
los recursos naturales (Dabrowski, 1994).
En Europa, se ha unido la pesca a la
economía del turismo, aplicando el nuevo
concepto de economía de la experiencia,
enfoque que ha originado casos de éxito como
la isla italiana de Cerdeña, reconocida por su
programa pescaturismo y los vaqueros del mar,
la apuesta de Tuna-tour en España (Farnet
Magazine, 2013).
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VIRGINIA MARGARITA GONZÁLEZ-ROSALES, VIRGINIA GUADALUPE LÓPEZ-TORRES: Sustentabilidad ambiental y discordancia social,
el caso de la suspensión de la pesca en la costa de San Felipe, Baja California
Por consiguiente, esta actividad sería una
opción que compatibilice a la pesca con el
turismo y conservación, amén de permitir que
en las temporadas de baja productividad o
vedas los pescadores tengan una actividad
económica alternativa, lográndose así no solo
el mantenimiento de su actividad económica
sino una mejora en su calidad de vida y un
incremento en sus ingresos. En consecuencia,
una visión de sustentabilidad desde un enfoque
holístico sería de mayor pertinencia para analizar
de manera integral problemas complejos como
el caso descrito, entonces, el abordaje de un
problema tan pluridimensional no puede ser
enfocado desde una perspectiva unidimen-
sional.
Conclusiones
La situación de sustentabilidad-
sostenibilidad que se presenta actualmente en
San Felipe, permite reflexionar sobre la
pertinencia de seguir considerando a la
sustentabilidad desde una visión tridimensional,
o si es necesario ampliar dicha perspectiva, ya
que de acuerdo con Romero, Ramos, Solís,
Vásquez y Vílchez (2010) las dimensiones de
la sustentabilidad funcionan como pilares que
soportan los aspectos económicos, sociales y
ambientales de las actividades humanas, y por
lo tanto deben de ser consideradas tanto por
autoridades como por las personas,
organismos y empresas. Sin embargo, existen
diferentes enfoques que quedan excluidos de
esa trinidad y que deben ser considerados en
aras de alcanzar esa sustentabilidad
multivariable que mencionaba Alimonda (2002).
En concordancia, Gutiérrez y Martínez
(2009) señalan que la sustentabilidad está
alcanzando enfoques que no fueron imaginados
en 1987, cuando se hablaba de tomar en cuenta
los límites ambientales. La sustentabilidad es
un cuerpo geométrico que puede ser descrito
por diversas dimensiones, las de mayor
tradición han sido la social, la económica y la
ambiental. Pero hoy en día, diferentes autores
dependiendo de su disciplina y sector, hablan
de otras dimensiones, por ejemplo: la
académica, espiritual, arquitectónica, política,
paisajística, entre otras, mismas que cobran
importancia en función del contexto que se
tiene, y el rumbo que se le quiere dar a la
sustentabilidad.
Un rumbo más propicio para planear
estrategias de desarrollo en el sector pesquero
sería entonces la adopción de programas de
desarrollo comunitario desde la perspectiva de
la endogeneidad, programas que potencialicen
las capacidades locales y que no se centren en
el apoyo económico per se, ya que de esta
manera el sentido de comunidad se desgasta y
se refuerza el paternalismo. Para ello, la
planificación debe considerar la construcción
participativa de estrategias que respondan a las
necesidades locales, desde las múltiples
perspectivas de las propias comunidades. En
conclusión, para reducir la discordancia entre
la sustentabilidad ambiental y la social es
necesario generar una reestructuración de los
enfoques tradicionales de la sustentabilidad,
para lograr incluir una sustentabilidad productiva
y territorial que se encuentre enmarcada en una
visión que respete la heterogeneidad que
caracteriza a los diversos territorios.
En el caso de San Felipe, el gobierno
debería analizar la situación que actualmente
prevalece en el poblado, valorar los impactos
socio-económicos a casi un año de la
suspensión. Los autores no estamos en contra
de la protección de especies, sino de la forma
en cómo se gestan las políticas públicas, desde
el centralismo, sin reflejar la heterogeneidad del
territorio de San Felipe. Siguiendo a Figueroa
(2012), la suspensión de la pesca es una política
que dejó fuera a sectores importantes de la
población, por ello es percibida y comprendida
como un acuerdo de las clases dominantes, es
una decisión pública, por el poder público de la
autoridad, pero que no necesariamente es de
beneficio público. De ahí la necesidad de avanzar
en México a una idea de lo público asentado en
identidades locales. Donde lo público emerja de
un acuerdo democrático entre los agentes que
participan en lo público, que entienden lo público,
que viven lo público.
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VIRGINIA MARGARITA GONZÁLEZ-ROSALES, VIRGINIA GUADALUPE LÓPEZ-TORRES: Sustentabilidad ambiental y discordancia social,
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VIRGINIA MARGARITA GONZÁLEZ-ROSALES, VIRGINIA GUADALUPE LÓPEZ-TORRES: Sustentabilidad ambiental y discordancia social,
el caso de la suspensión de la pesca en la costa de San Felipe, Baja California
Este artículo es citado así:
González-Rosales, V.M., V.G. López-Torres. 2015. Sustentabilidad ambiental y discordancia social, el caso de la suspensión de la
pesca en la costa de San Felipe, Baja California. TECNOCIENCIA Chihuahua 9(2): 99-110.
Resumen curricular del autor y coautores
VIRGINIA MARGARITA GONZÁLEZ ROSALES. Terminó su licenciatura en 2004, obteniendo el título de Licenciado en Oceanología por la Facultad
de Ciencias Marinas de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) Realizó su posgrado en administración, obteniendo el
grado de Maestra en Administración en el año 2010 por la UABC. Desde 2011 labora en la Facultad de Ciencias Administrativas de la
misma universidad, como maestra de asignatura. Actualmente se encuentra realizando sus estudios doctorales en la misma facultad.
VIRGINIA GUADALUPE LÓPEZ TORRES. Terminó su licenciatura en 1993, año en que le fue otorgado el título de Ingeniero Industrial y de
Sistemas por el Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON). Realizó su posgrado en Tijuana, Baja California donde obtuvo el grado de
Maestro en Ciencias en el área de Administración Industrial en 2001 por el Instituto Tecnológico de Tijuana y el grado de Doctora en
Ciencias Administrativas en 2009 por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Desde 1994 labora en la Facultad de
Ciencias Administrativas y Sociales de la UABC y posee la categoría de Profesor de carrera titular C. Ha sido miembro del Sistema
Nacional de Investigadores desde 2010 (Nivel 1 2010-2012; 2013-2016). Su área de especialización es la competitividad, sustentabilidad
y desarrollo regional. Ha dirigido 21 tesis de maestría y 4 de doctorado. Es autora de 33 artículos científicos, más de 100 ponencias en
congresos, y 56 capítulos de libros científicos; además ha impartido 7 conferencias por invitación y ha dirigido 1 proyecto de
investigación financiado por fuentes externas. Es evaluadora de proyectos de investigación del CONACYT (Fondos institucionales,
mixtos, sectoriales y de innovación) y es árbitro de seis revistas científicas de circulación internacional.