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Vol. IX, Núm. 2 Mayo-Agosto 2015
Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable Artículo arbitrado
Resumen
Las plantaciones bananeras en México son fuente de generación
de empleos, sin embargo, son afectadas por diversos patógenos,
entre ellos Mycosphaerella fijiensis, causante de la enfermedad
conocida como Sigatoka negra. El principal método de control de
este patógeno es a base de fungicidas sintéticos, de tipo
preventivo o sistémico. El número de aplicaciones de éstos en las
plantaciones bananeras varían en un rango de 10 a 45 por año. El
principal riesgo del uso frecuente y excesivo de estos compuestos
es la generación de resistencia como la que actualmente se
observa en M. fijiensis ante la acción de los fungicidas. En esta
revisión se presentan algunos estudios sobre la resistencia de M.
fijiensis a los fungicidas y los efectos que éstos generan sobre el
ambiente y salud humana en plantaciones bananeras de México.
Palabras clave: plaguicidas, plátano, ambiente, salud.
Abstract
In Mexico, banana plantations are a source of employment, but
they are affected by pathogens such as Mycosphaerella
fijiensis, causal agent of the disease known as black sigatoka.
The main control method for this pathogen is by synthetic
fungicides of the preventive or systemic type. The number of
fungicide applications in banana plantations vary from 10 to 45
per year. The main risk derived by the excessive and frequent
use of these compounds is the generation of resistance, as it
has currently been observed in M. fijiensis by the action of the
fungicides. In this review, some studies on resistance M. fijiensis
to fungicides are presented, and the effect of these fungicides on
the environment and human health in banana plantations in Mexico.
Keywords: pesticides, banana, environment, health.
Effect of pesticides used for control of black Sigatoka in banana plantations
in Mexico, as well their effect on the environment and public health
XENIA MENA-ESPINO1,3 Y YENI COUOH-UICAB2
_________________________________
1 Investigador de Cátedra CONACYT-División de Ciencias Básicas e Ingeniería, Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa.
San Rafael Atlixco 186, Vicentina, Iztapalapa C.P. 09340 Ciudad de México, D.F. (+52) 55 5804 4600 (ext. 1102).
2 Laboratorio de Biología Molecular. Departamento de Ingeniería Bioquímica, Instituto Tecnológico de Celaya, Ave. Tecnológico y A,
García Cubas s/n, col. FOVISSSTE. C.P. 38010. Celaya, Gto, Mexico.
3 Dirección electrónica del autor de correspondencia: xmenaes@conacyt.mx.
Recibido: Julio 27, 2015 Aceptado: Septiembre 17, 2015
Efectos de los plaguicidas utilizados para el
control de la Sigatoka negra en plantaciones
bananeras en México, así como su efecto en el
ambiente y la salud pública
Introducción
l plátano es uno de los cultivos más importantes en la agricultura mexicana, ocupa el
segundo lugar de la producción en frutas tropicales; la importancia de este cultivo
radica en su uso alimentario, su alto valor nutritivo rico en potasio, hierro y vitamina K,
E
además de su precio bajo, sabor agradable y disponibilidad todo el año (COVECA-SAGARPA,
2010). En México, los principales estados productores de plátano son Chiapas, Tabasco,
Veracruz, Colima y Jalisco. En el 2013 se obtuvo una producción de 2,127,772.29 toneladas
de fruta, con un ingreso de $ 5,411,964,860 (SIAP, 2013).
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A nivel nacional los estados con mayor uso
de plaguicidas son: Sinaloa, Chiapas, Veracruz,
Jalisco, Michoacán, Tabasco, Estado de México,
Puebla y Oaxaca. En estas regiones se aplica
el 80% del total de plaguicidas usados en el país
(Albert, 2005). Entre estos estados, Chiapas,
Veracruz y Tabasco también son reconocidos
por ser los principales productores de banano
y de plátano.
Plaguicidas utilizados en
plantaciones bananeras para el
control de la Sigatoka negra
El uso de plaguicidas para el control de
plagas y enfermedades es una práctica
frecuente en plantaciones bananeras. La
aplicación de fungicidas en las grandes
plantaciones bananeras se lleva a cabo por
avionetas, y en las pequeñas plantaciones, con
mochilas de aspersión. Se estima que durante
el año 2010, los productores mexicanos de
plátano gastaron más de 55 millones de dólares
en la compra de fungicidas, con base a un costo
aproximado de 1100 dólares por hectárea (Marín
et al., 2003).
Debido a que la Sigatoka negra se
encuentra distribuida en la mayoría de todas las
zonas bananeras del mundo (Gavilan, 2013),
para su control se usan fungicidas sintéticos
de tipo preventivos y sistémicos. Los fungicidas
preventivos como Clorotalonil y Mancozeb,
tienen como función básica la prevención de la
enfermedad, impidiendo la germinación de las
esporas de los hongos. Suelen ser de amplio
espectro, excepto el azufre (antioídio). No
eliminan al hongo si ha penetrado en los tejidos
vegetales, por lo que hay que tratar antes de la
infección (Guzmán et al., 2004, Pérez et al.,
2013). Mientras que los fungicidas sistémicos
Benomil, Propiconazol, Fusilazol, Fenbucona-
zol, Tebuconazol, Hexaconazol, Ciproconazol
y Azoxystrobina, tienen capacidad de
desplazamiento por el interior de la planta, a
través de la savia, y controlar la infección en
fases más tardías (Guzmán y Romero, 1997).
XENIA MENA-ESPINO Y YENI COUOH-UICAB: Efectos de los plaguicidas utilizados para el control de la Sigatoka negra en
plantaciones bananeras en México, así como su efecto en el ambiente y la salud pública
Existen también fungicidas sistémicos locales,
los cuales son un grupo intermedio de fungicidas
y entre éstos se encuentra el Tridemorf (Calixin)
(Martínez-Bolaños et al., 2012) (Cuadro 1).
Cuadro 1. Fungicidas utilizados para el control de la Sigatoka
negra.
*P.F. producto formulado por hectárea.
Fuente: Modificado de FRAC, 2010.
Resistencia de Mycosphaerella
fijiensis a fungicidas
Como ya se había mencionado anterior-
mente, uno de los grandes problemas
generados por el uso excesivo de los
plaguicidas en las plantaciones es la resistencia
que ha adquirido el patógeno a estos
compuestos. Entre los diferentes mecanismos
de resistencia se encuentran: 1) alteraciones
en el sitio blanco, lo cual ocasiona la reducción
de la sensibilidad del organismo al producto
químico, 2) modificaciones en la vía metabólica,
lo que evita que el compuesto llegue a su sitio
de acción, 3) desactivación metabólica del
ocimíuqopurGnúmocerbmoN edodoM
nóicca
edsisoD
*ah/F.P
s'IMDlozanociporP
lozanocubeT
ozanoconefiD
llozanocubneF
l
ofairtulF
lozanocixopE
ocimétsiS
ocimétsiS
ocimétsiS
ocimétsiS
ocimétsiS
ocimétsiS
l4.0
l4.0
l4.0
l5.0-3.0
l4.0
l8
.0
selozadimizneBlymoneB
mizadnebraC
otanafoitliteM
ocimétsiS
ocimétsiS
ocimétsiS
g004
g082
g082
sanimAfromedirT
a
nimaxoripS
ocimétsiS
ocimétsiS
l6.0
l4.0
sanidimiripolinA linahtemiryPocimétsiSl6.0-4.0
sanirulibortsEnibortsix
ozA
nibortsixolfirT
nibortsolcariP
ocimétsiS
ocimétsiS
ocimétsiS
l6.0-4.0
sotamabracoitiD bezocnaMovitcetorPl5-
0.2
edsodavireD
olirtinolatfosi linolatorolCovitcetorPl5.2-5.1
socinágronI erboCovitcetorPl0.1
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fungicida, y 4) excreción del fungicida (Van den
Bosch et al., 2014). Cuando el mecanismo de
resistencia es la modificación genética del sitio
de acción del fungicida, esta modificación es
generada por un cambio en la secuencia
genética codificadora de la enzima o proteína
que constituye el sitio de acción en el hongo.
De acuerdo a este criterio, los fungicidas
pueden tener un sitio de acción múltiple
(ejemplo carbamatos) o sitio específicos
(ejemplo triazoles) (Zhan et al., 2014). En el
año 2010 el Comité de Acción para Resistencia
a Fungicidas (FRAC) actualizó sus recomen-
daciones para la aplicación de cada clase de
fungicidas.
La resistencia de M. fijiensis a estrobilurinas,
es un problema para países como Colombia,
Costa Rica, Guatemala y Panamá. En los años
2007-2009, el patógeno mostró diferente
sensibilidad a inhibidores de demetilación como
el bitertanol, difenoconazol, epoxiconazol,
fenbuconazol, miclobutanil, propiconazol,
tebuconazol, tetraconazol y triadimenol.
Mientras que con el grupo de las aminas
espiroxamina, fenpropimorf y tridemorf, la
sensibilidad de M. fijiensis a estos compuestos
es alta y no ha cambiado en los últimos dos
años. La resistencia de M. fijiensis a los
fungicidas inhibidores del citocromo bc1 o QoIs
(por sus siglas en inglés Quinone Outside
Inhibitors) como: pyraclostrobin, trifloxystrobin
y azoxystrobin, se ha reportado en Ecuador,
Belice, Colombia, Guatemala y Costa Rica. No
obstante, en Filipinas las cepas de M. fijiensis
muestran alta sensibilidad a los QoI. Por otra
parte, en Costa Rica se ha reportado una
reducción en sensibilidad a guanidinas y a
inhibidores de la succinato deshidrogenasa, ya
que las cepas se hacen resistentes a estos
compuestos (FRAC, 2010; Churchill, 2011).
En el caso de México, los fungicidas más
usados para el control de la Sigatoka negra son:
Mancozeb, clorotalonil, benzimidazol, imazalil,
triazoles, estrobirulinas, y anilinopirimidinas
(Orozco-Santos et al., 2001; Aguilar-Barragán
et al., 2014, Hanada et al., 2015).
La aplicación de los plaguicidas es
fuertemente afectada por las condiciones
climáticas del lugar donde se encuentra la
plantación; en el caso particular del estado de
Tabasco, el manejo químico de la Sigatoka negra
requiere de entre 48 a 52 aplicaciones de
fungicidas por año, principalmente de
mancozeb, propiconazol y tridemorf, por lo cual
hay riesgo de desarrollo de resistencia del
patógeno a estos plaguicidas (FRAC, 2010). En
Veracruz, el número de aplicaciones es de 20 a
25. En el Pacífico Centro, el número de
aplicaciones de fungicidas sistémicos-
protectante, para el control de Sigatoka negra
es variable, sin embargo, con los fungicidas
protectantes Mancozeb o Clorotalonil se realizan
entre 30 a 35 aplicaciones por año (Ramírez y
Rodríguez, 1996).
Como consecuencia de las aplicaciones
constantes, en un estudio realizado por
Martínez-Bolaños et al. (2012), se determinó
que cepas aisladas de Mycosphaerella fijiensis
presentaron resistencia a propiconazol y
susceptibilidad a tridemorf. También se han
aislado cepas de M. fijiensis con resistencia a
benomyl, propiconazol y azoxystrobin,
mostrando estas cepas altos niveles de
agresividad sobre las plantas de banano (Chin
et al., 2001). Mientras que existen efectos
diferentes en otras cepas, tal como es la cepa
C1233 de M. fijiensis que mostró resistencia a
Mancozeb y susceptibilidad a Benomilo (Couoh-
Uicab et al., 2012).
En otro estudio, se aislaron 40 cepas de
M. fijiensis de plantaciones con programas de
manejo semi-intensivo y rústico y se evaluó su
sensibilidad a seis fungicidas: fludioxonil,
vinclozolina, azoxystrobin, carbendazim,
propiconazole y mancozeb. Los resultados
indicaron que las cepas provenientes de
plantaciones con manejo semi-intensivos
tuvieron una pérdida de sensibilidad a los
fungicidas azoxystrobin, carbendazim y
propiconazole, respecto a los aislados de
manejo rústico. Sin embargo, se encontró que
las cepas tienen tolerancia al Mancozeb,
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plantaciones bananeras en México, así como su efecto en el ambiente y la salud pública
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mientras que el fludioxonil y vinclozolin no fueron
funcionales para el control de la enfermedad con
estas cepas (Aguilar-Barragán et al., 2014). Las
diferencias en las resistencias a los plaguicidas
nos permiten observar que la resistencia a
fungicidas es un factor crítico que limita la
eficiencia de los programas de manejo
integrado del hongo, al incrementar dosis o
frecuencia de las aspersiones.
Efectos de los fungicidas utilizados
en plantaciones bananeras sobre el
ambiente y la salud humana.
La toxicidad de los plaguicidas, así como
los esquemas de aplicación y el mal uso que
se hace de los mismos, genera riesgos para la
sobreviviencia de la biodiversidad en los
agroecosistemas. En México existen pocos
estudios realizados sobre los efectos de los
fungicidas empleados en las zonas bananeras
sobre el ambiente y la salud, a pesar de que
esto constituye uno de los problemas
ambientales más urgentes en países tropicales
(Bravo et al., 2011).
Las numerosas aplicaciones de fungicidas
en las plantaciones de zonas tropicales pueden
ocasionar riesgo de acumulación de estos
químicos en suelos, agua y organismos. Por
su larga persistencia pueden depositarse en el
suelo, bioacumulándose en las plantas, las
cuales posteriormente pueden ser consumidos
directamente por el ganado o el ser humano (Niti
et al., 2013).
Respecto a la descomposición de los
fungicidas en el ambiente, es variable, por
ejemplo, el mancozeb tiene una vida media en
el suelo de 17 días, pero su descomposición
en el ambiente vía fotólisis, hidrólisis o
descomposición biológica, genera un producto
de degradación que es la etilenotiourea (ETU),
compuesto altamente tóxico que afecta el
sistema digestivo, la glándula tiroides y es
cancerígeno (Shukla y Arora, 2001). Una
característica importante de este metabolito es
su alta solubilidad en suelo y agua (Paro et al.,
2012), además de que tiene un tiempo mayor
de degradación que el mancozeb. Aunado a
esto, al momento que se solubiliza va
acompañado de subproductos como son los
metales Zinc y Manganeso, que en dosis
mayores de los requeridos por el suelo son una
fuente de contaminación en las plantaciones.
En el 2010, Geissen y colaboradores,
realizaron un estudio para evaluar el efecto del
mancozeb 2.5 kg ha-1, semana-1, 10 años, en
suelos de una zona bananera ubicada en el
estado de Tabasco. Los resultados obtenidos
mostraron que existe una severa acumulación
de Mn, y ETU, en las zonas de aplicación y áreas
circundantes, lo que representa un grave riesgo
para el ambiente y la salud.
A pesar de la importancia económica y
social de las plantaciones bananeras en nuestro
país, la protección a la salud de los trabajadores
ha sido pasada por alto, en términos de
enfermedades evitables (Maroni et al., 2006).
Estos compuestos químicos afectan la
salud de los trabajadores, desde las personas
que realizan las aplicaciones, a los que
manipulan el producto para su venta, hasta las
personas que viven en zonas aledañas. La
solubilidad de algunos plaguicidas afectan los
mantos acuíferos y otros son dispersados por
el aire hasta las casas cercanas a las
plantaciones (Trejo-Acevedo et al., 2014).
En algunos países de América Latina y
África, los racimos de plátanos y bananos son
protegidos por bolsas con mallas que contienen
clorpirifós, ya que este químico evita el ataque
de ciertos insectos durante el crecimiento de
los racimos (Aguirre-Buitrago et al, 2014). Sin
embargo, este plaguicida tiene un grave efecto
nocivo, el cual está asociado con efectos
neurológicos en niños. Las exposiciones de
clorpirifós en mujeres embarazadas se han
relacionado con bajo peso en recién nacidos
(Perera et al., 2003; Eskenazi et al., 2004).
Además, los niños expuestos al clorpirifós en
el útero también son más propensos a tener
retrasos en el desarrollo mental y motor
(Rodríguez et al., 2006; Rauh et al., 2012). Su
uso para el control de plagas en zonas urbanas
ya fue prohibido hace una década en los
Estados Unidos, sin embargo, en México sigue
siendo empleado de forma común (USEPA,
2002; Domínguez et al., 2009).
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Otro fungicida empleado comúnmente en
México en plantaciones bananeras es el
clorotalonil, que aunque en nuestro país no se
han estudiado sus efectos sobre la salud
humana, en Panamá se ha comprobado su
efecto sobre los trabajadores de plantaciones
de plátano, quienes presentan dermatitis
pigmentada de tipo crónico (Penagos, 2002).
En el caso de los carbamatos, éstos tienen
efectos dañinos sobre la salud humana y el
ambiente. Entre los carbamatos más difundidos
comercialmente se encuentre el carbofuran, el
cual debido a su peligrosidad ya fue prohibido
en Europa, mientras que en Estados Unidos
está en análisis su prohibición, sin embargo, se
sigue utilizando sin ninguna restricción en
América Latina (Jamal et al., 2002; Eddleston
et al., 2006).
Se sabe que la exposición humana a los
plaguicidas durante plazos largos puede
ocasionar cáncer, problemas de fertilidad,
malformidades, bajo peso al nacer,
inmunosupresión, daño al sistema respiratorio,
alergias, hipersensibilidad, daño al sistema
nervioso, desórdenes neurológicos de
comportamiento y desarrollo, pérdida de la
memoria a corto plazo y problemas derma-
tológicos (Rauh et al., 2012; Woignier et al.,
2014) (Figura 1). Sin embargo, en México
prácticamente no se han realizado estudios
sobre el efecto en la salud de los plaguicidas
empleados en plantaciones bananeras.
Figura 1. Síntomas de envenenamiento por la penetración de
un plaguicida químico al ser humano (Modificado de Neme et
al., 2010).
Prevención, detoxificación y
biorremediación de los plaguicidas
en suelos
Considerando el daño que los plaguicidas
provocan, la mejor manera para evitar o
disminuir sus efectos sería la prevención de su
uso, para ello existen acciones que pueden
ayudar y son: tener un control integrado de
plagas, realizar un uso de dosis mínimas de
plaguicidas, llevar a cabo la aplicación adecuada
de plaguicidas, selección de plaguicidas con
escaso efecto residual, alternancia de
plaguicidas y la implementación de buenas
prácticas agrícolas en las plantaciones
bananeras, tales como la de plantar diferentes
variedades de banano o plátano y cultivos
rotativos para reducir la posibilidad de
infestación de plagas, usar trampas con
feromonas para atraer y combatir algunos
insectos, cavando trincheras alrededor de las
plantas de banano, eliminar plantas enfermas
con la mano para reducir la propagación de
plagas y enfermedades, y aumentar la materia
orgánica y microorganismos benéficos para
fortalecer las plantas y mejorar la salud del suelo
(Badii y Abreu, 2006; Ibarra et al., 2006).
Otra manera para evitar el daño de los
plaguicidas es mediante la remoción de
contaminantes, lo cual está limitado por la baja
solubilidad de los compuestos orgánicos
hidrofóbicos (HOC por sus siglas en inglés)
presentes en el suelo. Una técnica para
disminuir la concentración de plaguicidas en el
ambiente es mediante la detoxificación de los
suelos, esto puede ser por medio de la
plantación de cultivos tolerantes a las plagas.
También se ha propuesto la adición química de
compuestos que faciliten la eliminación de
plaguicidas y la irrigación con agua para acelerar
el proceso de eliminación de plaguicidas, sin
embargo, si el suelo es lo bastante permeable,
se puede inducir la lixiviación del plaguicida, con
el consiguiente riesgo de contaminación de los
mantos acuíferos.
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Existen también metodologías agronómicas
que facilitan la inactivación y eliminación de los
plaguicidas del suelo, y una propuesta que está
tomando auge en los últimos años es la
biorremediación del suelo mediante el uso de
microorganismos (bacterias y hongos), con
capacidad para degradar los plaguicidas y/o sus
metabolitos (Odukkathil y Vasudevan, 2013;
Fulekar, 2014).
Biorremediación de áreas
contaminadas con plaguicidas
Esta opción aprovecha la composición
química de los plaguicidas, cuya estructura
constituye una fuente de carbono y de
electrones para diversos organismos presentes
en el suelo (Chowdhury et al., 2008), tales
como: Rhodococuss sp., bacteria capaz de
degradar las triazinas a nitrato. Durante un
ensayo de biorremediación con dicha bacteria
se generó 30% de nitrito, 3.2% óxido nitroso,
10% amonio y 27% formaldehído (Fournier et
al., 2002). Otros microorganismos que han sido
reportados por su capacidad para biorremediar
son: Aspergillus fumigatus, A. niger, A. terreus
y Absidia corymberifera, aisladas de suelos
contaminados con plaguicidas, dichos
organismos mostraron capacidad degradadora
del herbicida metribuzin (Torres-Rodríguez,
2003). En un estudio se observó que la bacteria
Pseudomona putida ha demostrado ser
adecuada para degradar el plaguicida
Mancozeb, por lo que se considera como
promisoria para usos en biorremediación
(Pirahauta et al., 2006)
El impacto de los procesos de
biorremediación en un suelo contaminado con
plaguicidas depende de la comunidad
microbiana que haya tolerado y desarrollado en
él, ya que tienen un papel esencial en el ciclo
biogeoquímico del suelo y en el ecosistema. Se
puede tratar el suelo por organismos autóctonos
(atenuación natural) o bien añadiendo
microorganismos caracterizados por poder
degradar el tipo de contaminante del suelo
(bioaumentación) (Mercier et al., 2013). Cabe
mencionar que para que esta técnica sea
eficiente se depende de los siguientes factores:
estructura del plaguicida, concentración del
plaguicida, pH del suelo, salinidad del suelo,
contenido de materia orgánica del suelo,
contenido de humedad, temperatura, capacidad
de disipación del plaguicida y componentes
bióticos del suelo. Estos factores permitirán un
buen desarrollo de los microorganismos que
degradan los contaminantes (Torres-Rodríguez,
2003). Entre las investigaciones futuras de los
microorganismos degradadores de los
plaguicidas y otras herramientas de remedia-
ción que podrían ser utilizados para limpiar
suelos contaminados, se debe tomar la acce-
sibilidad del plaguicida en la microestructura del
suelo, ya que éste interviene en la fijación,
distribución del plaguicida en el suelo y el
desarrollo de la comunidad microbiana que se
desarrolla en él (Romeh y Hendaw, 2014).
Se requieren evaluaciones para considerar
la persistencia del plaguicida en el suelo y así
determinar la pérdida del contaminante. Para
realizar la estimación cuantitativa se requieren
modelos matemáticos mediante programas de
cómputo que usan parámetros referentes al
lugar, suelo, cultivo, tratamientos, información
meteorológica, etc. En caso de no poder hacer
una cuantificación de este tipo, una valoración
cualitativa de contaminación potencial de los
plaguicidas de aguas superficiales o
subterráneas es posible usando los índices de
adsorción y persistencia. Esto permitirá conocer
la eficiencia de los métodos que se están
empleando para descontaminar el suelo
(Castillo et al., 2003).
Conclusión
El manejo de plaguicidas implica riesgos
importantes y requiere, en cualquier país,
políticas claras de reducción en su uso para
eliminar o disminuir la exposición ambiental y
de la población en general a estas sustancias.
Se requieren iniciativas principalmente en los
países en desarrollo como México, que cuentan
con poca inversión en investigación, tienen
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medidas de seguridad débiles para la protección
del ambiente y la salud y sus programas de
monitoreo ambiental son limitados. Nuestro país
no cuenta con estadísticas exactas sobre el uso
de plaguicidas (cantidad por cultivo y por región)
y ni los efectos de la toxicidad y comportamiento
ambiental de éstos que permitan evaluar la
vulnerabilidad ambiental, así como de los
riesgos sobre la salud humana asociados con
el uso de dichos productos. Debido a ello, es
importante tener estrategias que contrarresten
el uso excesivo de plaguicidas, para evitar el
desarrollo de resistencia en las cepas,
descontaminar los sitios afectados y a la vez
que las instancias correspondientes realicen
evaluaciones, medidas de prevención para no
afectar el ambiente y la salud.
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XENIA MENA-ESPINO Y YENI COUOH-UICAB: Efectos de los plaguicidas utilizados para el control de la Sigatoka negra en
plantaciones bananeras en México, así como su efecto en el ambiente y la salud pública
Este artículo es citado así:
Mena-Espino, X., y Y. Couoh-Uicab. 2015. Efectos de los plaguicidas utilizados para el control de la Sigatoka negra en
plantaciones bananeras en México, así como su efecto en el ambiente y la salud pública. TECNOCIENCIA Chihuahua 9(2): 91-98.
Resumen curricular del autor y coautores
XENIA MENA ESPINO. Cursó la carrera de licenciatura Químico Farmacéutico Biólogo en la Universidad Autónoma de Campeche, la
Maestría en Microbiología en Universidad Autónoma de Campeche, Doctorado en Ciencias y Biotecnología de Plantas en el Centro de
Investigación Científica de Yucatán A. C. Realizó el postdoctorado en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV)-
Unidad Zacatenco. Investigador Cátedras CONACyT asignada División de Ciencias Básicas e Ingeniería en la Universidad Autónoma
Metropolitana-Iztapalapa.
YENY LIZZET COUOH UICAB. Cursó la carrera de licenciatura en Biología en el Instituto Tecnológico de Conkal, el Doctorado en Ciencias y
Biotecnología de Plantas en el Centro de Investigación Científica de Yucatán A. C. Realizó el postdoctorado en el Instituto Tecnológico
de Celaya. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel C.