enfermedades, y constituyen en muchos casos un pilar indispensable para el tratamiento y
prevención de las enfermedades crónico-degenerativas. La Organización Mundial de Salud (OMS)
recomienda en su plan estratégico 2014-2023 efectuar medidas prioritarias sobre el uso de la
medicina tradicional y complementaria; así como la necesidad del fortalecimiento de la calidad, la
seguridad, el uso adecuado y la eficacia mediante la reglamentación de los productos (OMS, 2013).
Entre las especies de interés para uso en medicina complementaria se encuentra la Stevia rebaudiana,
cuyo uso como planta medicinal y como edulcorante se reconoce desde tiempos ancestrales; para su
desarrollo requiere de alta intensidad lumínica y en condiciones óptimas puede alcanzar hasta 1m
de altura (Ramirez -Jaramillo y Lozano-Contreras, 2017). Los responsables del sabor dulce de la
estevia son los glucósidos de esteviol (GEs), éstos se encuentran en las hojas, raíces y flores de la
planta, aunque la mayor concentración de GEs se encuentra en las hojas (Soejarto et al., 2019)
Los GEs tienen un poder edulcorante 300 veces mayor que la sacarosa en su forma pura, una vez
que son ingeridos, estos compuestos pasan completamente intactos a través del tubo gastrointestinal
superior. En el colon, la microbiota intestinal hidroliza el esteviol que finalmente es absorbido y
metabolizado por el hígado, en este órgano se transformará a glucorónido de esteviol cuya vía final
de excresión es la orina (Aldrete-Velasco et al., 2017). El consumo de Stevia rebaudiana es amplio en
los países del sudeste asiático, en China, en Sudamérica y recientemente se ha generalizado su
consumo en América del Norte y la Unión Europea. En relación a su actividad biológica para
contrarrestar manifestaciones asociadas a obesidad y diabetes mellitus en países de Norte y
Sudamérica se reportó que el consumo de infusión o preparados de hojas de estevia tiene efecto
hipoglucemiante (Barbosa-Filho et al., 2005). Si bien los efectos benéficos de los GEs han sido
ampliamente evaluados, es deseable profundizar, evaluando si estos efectos se mantienen a largo
plazo (OMS, 2023).
En México, la estevia se cultiva principalmente en Sinaloa, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca,
Tamaulipas, Veracruz, Tabasco y Yucatán. Inicialmente los requerimientos de riego y luz
dificultaron el cultivo masivo (Ramírez-Jaramillo y Lozano-Contreras, 2017). A pesar de las
dificultades, en algunas zonas del estado de Veracruz desde la última decada se cultiva con éxito, tal
es el caso de la zona de San Andrés Tuxtla, Veracruz, en donde su producción se considera una
fuente de empleo y una actividad prometedora (Thiébaut, Virginie y Fontecilla-Carbonell, 2017).
Ante el rápido aumento en la demanda y en el número de productos alimentarios que incorporan
estevia en sus formulaciones (IMARC, 2023), se hace necesario conocer, por una parte, la dinámica
de consumo y los factores que influyen en ella; así como la percepción de los beneficios asociados a
estevia. En ese sentido, se han conducido encuestas en diversas partes del mundo, tal es el caso de
Mu’izzuddin et al. (2020) que realizaron un estudio de intervención en estudiantes de ciencias
médicas de Malasia, con una posterior encuesta para evaluar la percepción y aceptación del sabor
de estevia, así como la apreciación de los cambios en la saciedad. En el caso de estudios dirigidos a
la sociedad en general existen muy pocos trabajos, tal es el caso de la encuesta de Pielak et al. (2019)
en Polonia, en la cual se evaluaron diferentes aspectos del consumo de estevia, tales como el
conocimiento de la planta, la percepción del sabor, el tipo de productos preparados y la frecuencia
de consumo.
En México, existe poca información en este sentido, un estudio con 1000 personas que se llevó a cabo
en el 2014, en el que se evaluó su conocimiento y aceptación del uso de edulcorantes, se encontró
que 84 % de los encuestados trataban de dejar el consumo de azúcar que consumían y que la mayoría