Francisco José Félix Saavedra1,2* 1 Research
Center for Sports Sciences, Health Sciences and Human Development, Portugal 2 University of Trás-os-Montes & Alto
Douro, Portugal. 0000-0002-0439-5420 Como
citar: Félix
Saavedra, F.J.. (2022). Prescripción de ejercicios de fuerza para niños y
adolescentes. Revista Mexicana de Ciencias de
la Cultura Física, 1(1),
1-23. DOI: 10.54167/rmccf.v1i1.914 Correspondencia: fjfsaave@utad.pt (Francisco
José Féliz Saavedra) Recibido: octubre de 2021; Aceptado: 21 de
enero de 2022 Publicado por la Universidad Autónoma de
Chihuahua, a través de la Dirección de Investigación y Posgrado
RESUMEN
En la última década, se ha observado un importante
incremento de la implementación de programas de entrenamiento de la fuerza en
la práctica deportiva en niños y adolescentes. En esta revisión del
entrenamiento de la fuerza, se incluyen los potenciales beneficios en la salud,
en el acondicionamiento físico, los riesgos y recomendaciones para la población
sana, con sobrepeso, obesidad o sedentaria en niños de 7 a 19 años. Las pautas
corrientes envuelven la supervisión, la planificación y el correcto aprendizaje
de la técnica. Los resultados revelaron que el niño es, desde el punto de vista
metabólico, un organismo no especializado, donde las adaptaciones ocurren sin
necesidad de un alto nivel de estimulación. La evidencia científica y la
experiencia clínica del entrenamiento de la fuerza en niños y adolescentes,
como parte de un programa de entrenamiento, manifiestan que es útil, eficaz y
seguro si está prescrito y supervisado adecuadamente, con beneficios
potenciales para la salud a nivel físico, psicológico y social. Datos recientes
indican que los programas de entrenamiento de fuerza, bien estructurados y
adecuadamente supervisados por especialistas capacitados, son seguros para
los jóvenes y ofrecen beneficios únicos para niños y adolescentes, como aumento
de la fuerza y potencia muscular, disminución del riesgo cardiovascular,
ayuda al control de peso, fortalece los huesos, aumenta el bienestar
psicosocial, mejora las habilidades de rendimiento motor y reduce el riesgo de
lesiones en atletas jóvenes.
Palabras clave: entrenamiento de resistencia, niño, adolescente, riesgo
SUMMARY
In the last decade, there has been a notable increase
in the implementation of strength training programs in sports for children and
adolescents. This review of strength training includes potential health
benefits, fitness, risks and recommendations for the healthy, overweight,
obese, or sedentary population in children 7-19 years of age. The general
guidelines include supervision, planning and proper learning of the technique.
The results revealed that the children are, from a metabolic point of view, a
non-specialized organism, where adaptations happen without the need for a high
level of stimulation. Scientific evidence and clinical experience of strength
training in children and adolescents as part of a training program demonstrate
that it is useful, effective and safe if properly prescribed and supervised,
with potential health benefits on a physical, social and psychological level.
Recent data indicate that strength training programs,
well-structured and adequately supervised by trained specialists, are safe and
provide unique benefits for children and adolescents, such as increased
strength and muscle power, decreased cardiovascular risk, helps weight control,
strengthens bones, increases psychosocial well-being, improves motor
performance skills and reduces the risk of injury in young athletes.
Keywords: strength training, child, adolescent, risk.
INTRODUCCIÓN
Durante
la última década, se ha incrementado el número de niños y adolescentes que
realizan entrenamiento de la fuerza, y la evidencia científica indica que es
beneficioso para la salud en varios aspectos (Peña, Heredia, Lloret, et al.,
2016; Lloyd, Faigenbaum, Stone et al., 2014; Faigenbaum y Myer, 2010;
Faigenbaum, Kraemer, Blimkie, et al., 2009; Strong et
al., 2005). Las recomendaciones mundiales de la Organización
Mundial de la Salud, sugieren que los niños y adolescentes deberían invertir,
como mínimo, 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a
vigorosa, principalmente, aeróbicas, y realizar actividades de fortalecimiento
muscular y óseo, al menos, 3 veces por semana. Las actividades físicas
consisten en juegos, deportes, desplazamientos, actividades recreativas,
educación física y ejercicios programados en diferentes contextos, como la
familia, la escuela y las actividades comunitarias (World
Health Organization, 2018; World Health Organization, 2010; American Academy of
Pediatrics, 2008; American College of Sports Medicine, 2007; British
Association of Exercise and Sport Sciences, 2004).
No
es solo actividad física regular; fundamental para el crecimiento y el
desarrollo normales, pero también un estilo de vida físicamente activo durante
los años pediátricos, que puede ayudar a reducir el riesgo de que algunas
enfermedades crónicas y degenerativas ocurran en la edad adulta (Chaabene et
al, 2020; Fraser et al., 2017; Rowland, 2007). Además del ejercicio y la
actividad aeróbica (natación y ciclismo), algunos estudios indican que el
entrenamiento de fuerza proporciona beneficios particulares para niños y
adolescentes, cuando está correctamente prescrito y supervisado (Eustace, et
al., 2020; Asadi, et al., 2017; Jon, et al., 2014; Vaughn, 2008; Malina, 2006).
Actualmente,
un número cada vez mayor de centros deportivos y escuelas ofrecen programas de
preparación física para jóvenes, que incluyen diversas formas de ejercicios de
fuerza (Faigembaum, McFarland, 2016; Faigenbaum, Kraemer, Blimkie, et al.,
2009;). La prescripción y supervisión del entrenamiento de la fuerza debe
realizarse en forma adecuada, por personal que cuente con una instrucción
calificada (Faigenbaum, et al., 2016; Lloyd et
al., 2014; Lloyd y Oliver, 2012, Faigenbaum, Kraemer, Blimkie, et al., 2009;
Behm, et al., 2008), con el fin de disminuir los riesgos de lesiones. Se debe
priorizar la importancia de la técnica correcta, la progresión gradual de la
carga, como así también la estricta adhesión a las normas de seguridad.
A
efectos del presente informe, el término niños se refiere a los individuos de
ambos sexos que aún no han desarrollado los caracteres sexuales secundarios
(edad de hasta aproximadamente 11 años en las niñas y 13 años en los niños;
estadio 1 y 2 en la escala de maduración de Tanner). Esta etapa de madurez se
conoce como preadolescencia. El término adolescencia se refiere a una etapa
entre la infancia y la edad adulta e incluye a las chicas de 12 a 18 años y a
los chicos de 14 a 18 años (estadios de maduración 3 y 4 de Tanner) (Marshall,
et al.; 1970). Los términos jóvenes y atletas jóvenes se aplican generalmente
en este artículo para referirse a niños y adolescentes.
La
expresión entrenamiento de la fuerza es entendido como un método de acondicionamiento
físico capaz de mejorar la capacidad del individuo de vencer una resistencia.
Se puede realizar con diferentes medios, como el propio peso corporal, con
bandas elásticas, con balones medicinales, con mancuernas, con barras, con
máquinas, con poleas, etc.
La
participación regular en el entrenamiento de la fuerza mejora la aptitud
física, el desempeño motor y la salud del individuo, pero solo cuando forma
parte de un programa global de educación física o de un deporte. A pesar de las
preocupaciones asociadas al entrenamiento de la fuerza en niños y adolescentes,
existe evidencia científica de que la participación en un programa supervisado
es un método de acondicionamiento seguro y efectivo (Lloyd et al., 2014;
Faigenbaum et al., 2009), mejora la aptitud física, el desempeño motor y la
salud del individuo, pero solo cuando forma parte de un programa global de
educación física o de un deporte. No debe ser confundido con la halterofilia
(deporte de competición que implica la máxima capacidad de levantamiento)
(Lloyd et al., 2014; American Academy of Pediatrics, 2008). El
uso de la fuerza en niños en desarrollo incluye los componentes del juego
cotidiano y se puede dividir en las siguientes etapas:
a) Desde
el nacimiento a los 4 años: el uso de la fuerza está generado por la
estimulación ambiental desde el círculo familiar, con el desarrollo de la
musculatura paravertebral, la postura bípeda erguida, la cual es la generadora
de casi todos los movimientos después del año de vida (López y López, 2008).
b) Desde
los 4 a los 8 años: en esta etapa, como en la anterior, no hay objetivos de
entrenamiento específicos de la fuerza. La estimulación que recibe el niño es
desde todos los ámbitos (colegio, familia, clubes, etc.). Le permite la
maduración correcta del componente de la fuerza y origina o desarrolla la
fuerza de construcción. En función de la disparidad de trabajo entre el tren
inferior y el tren superior como consecuencia de la bipedestación, se
recomiendan las actividades lúdicas del tren superior para su desarrollo
(lanzamientos, trepadoras, reptación, juegos de arrastre, etc.) (López et al.,
2008).
La
National Strength and
Conditioning Association (NSCA), reconoce
que varios de los beneficios relacionados con los programas de entrenamiento de
fuerza, observados en adultos, también es posible que se produzcan en personas
más jóvenes cuando se someten a un programa de entrenamiento bien estructurado,
guiado por entrenadores especialmente formados y adaptado a su edad
(Faigenbaum, et al., 2016; Faigenbaum, et al., 2009).
En
la presente revisión, se analizan los potenciales beneficios fisiológicos y
psicológicos, como así también los riesgos y las pautas generales del
entrenamiento de la fuerza en niños y adolescentes.
Estas
recomendaciones incluyen a niños y adolescentes entre 7 y 19 años. Aunque no
hay un requisito que indique la edad mínima para iniciarse en el entrenamiento
de la fuerza, los niños deben estar mental y físicamente preparados para seguir
las instrucciones de un entrenador y poseer niveles competentes de equilibrio y
control postural (Lloyd et al., 2014; Faigenbaum et al., 2009; American
Academy of Pediatrics, 2008). En general, si un niño está listo para
participar en actividades deportivas (de 7 a 8 años), puede iniciarse en un
programa de entrenamiento de la fuerza (Lloyd et al., 2014; Faigenbaum et al.,
2009). Las recomendaciones están dirigidas a profesionales de la salud,
profesores de Educación Física, preparadores físicos, entrenadores y adultos responsables
que trabajen con niños y adolescentes, y confrontan mitos con realidades del
entrenamiento de la fuerza.
MARCO TEÓRICO
Se
trata de un trabajo de revisión bibliográfica de publicaciones, sobre todo, de
los últimos 40 años con un enfoque especial en
los últimos 20 años, de entidades científicas reconocidas internacionalmente y
de autores con destacada experiencia en este tema. Los principales referentes
considerados son la Academia Americana de Pediatría y sus comités y las
declaraciones de posición sobre el entrenamiento de la fuerza en niños y
adolescentes (NSCA) de 2009 y de 2014. La búsqueda bibliográfica se realiza a
través de Medline y Pubmed. Se analizan los artículos referidos al
entrenamiento de la fuerza de niños y adolescentes de entre 7 y 19 años.
ESTADO DEL ARTE
Riesgos y preocupaciones relacionados
con el entrenamiento de fuerza en niños y jóvenes
En
los años 70 y 80 del siglo pasado, una de las principales razones por las que
no se recomendaba el entrenamiento con cargas en los jóvenes, e incluso se
sugería que era contraproducente, era el aparente alto riesgo de lesión
asociado a este tipo de ejercicio. Sin embargo, muchas de las lesiones
registradas fueron causadas por la aplicación de técnicas de entrenamiento
incorrectas, el uso de cargas excesivas y desproporcionadas, el mal uso de
herramientas de entrenamiento inadecuadas o la supervisión por parte de adultos
poco cualificados.
Estudios
recientes, realizados con jóvenes practicantes de fuerza, han puesto de
manifiesto un bajo riesgo de aparición de lesiones en niños y jóvenes, cuando
se cumplen las pautas de edad y las directrices (Chaabene et al., 2020; Asadi
et al, 2017; Fraser et al., 2017; Faigenbaum et al., 2016; Lloyd et al., 2014).
Sólo tres publicaciones informaron de lesiones, relacionadas con el
entrenamiento con cargas, en niños [esguince de hombro, que se recuperó tras
una semana de descanso (Rians, et al., 1987)], distensión de hombro, que fue
consecuencia de una sesión de entrenamiento perdida (Lillegard, et al., 1997),
y un dolor en la parte anterior del muslo, que se resolvió con cinco minutos de
descanso (Sadres, et al., 2001). En un trabajo desarrollado por Rians et al.
(1987), demostraron que no se confirmaba ninguna lesión musculoesquelética
(medida por gammagrafía bifásica) ni necrosis muscular (determinada por los
niveles séricos de creatina fosfocinasa), tras 14 semanas de entrenamiento de
fuerza con cargas progresivas.
El
entrenamiento de fuerza con niños y adolescentes, al igual que la mayoría de
las actividades físicas, conlleva cierto riesgo intrínseco de lesiones
musculoesqueléticas; sin embargo, este riesgo no es mayor que el de muchos
otros deportes y actividades de ocio en los que los jóvenes participan
regularmente. En un estudio prospectivo realizado por Zaricznyj, et al. (1980),
en el que se analizó la incidencia de las lesiones deportivas en escolares y
adolescentes durante un período de un año, se descubrió que el entrenamiento de
fuerza se asociaba al 0,7% de las 1576 lesiones que se produjeron, mientras que
el fútbol, el baloncesto y el fútbol americano representaban el 19%, el 15% y
el 2%, respectivamente, de todas las lesiones que se produjeron. Cuando se
evaluaron los datos relativos a las lesiones por practicante y a la proporción
de participantes en un equipo deportivo escolar, el fútbol americano (28%), la
lucha libre (16,4%) y la gimnasia (13%) encabezaban la lista. En general, las
lesiones asociadas al entrenamiento con cargas en deportistas de primaria y
secundaria parecen estar relacionadas con un aumento inadecuado de la magnitud
de la carga (progresión brusca) y con la realización de ejercicios con una
técnica de ejecución deficiente (Brown, et al., 1983).
Algunos
estudios sobre la aplicación y desarrollo del entrenamiento de fuerza con niños
y jóvenes (Chaabene et al, 2020; Asadi et al, 2017; Fraser et al, 2017;
Faigenbaum et al, 2016; Lloyd et al, 2014; Faigenbaum et al, 2007;
Gonzales-Badillo et al, 2005), reportaron que con una instrucción calificada y
una progresión gradual de la carga, se pudieron observar ganancias
significativas en la fuerza muscular, sin ningún reporte de lesiones en
ejercicios de levantamiento de pesas (deadlifts, pull-ups, press, etc,).
El
entrenamiento de la fuerza debidamente planificado y supervisado ha mostrado
mejorar significativamente los niveles de fuerza en niños y jóvenes por encima
del crecimiento normal y la maduración (Lloyd et al., 2014; Faigenbaum et al.,
2009; Bompa, 2005; Baechle y Earle, 2007; Faigenbaum, 2000; Falk, 1996).
Durante la infancia, el incremento de la fuerza se relaciona con la maduración
del sistema nervioso central. En esta etapa, se producen adaptaciones
neuromusculares, como reclutamiento de unidades motoras, mayor capacidad de
contracción y relajación de las fibras, y adaptaciones musculares intrínsecas
(Lloyd et al., 2014; Faigenbaum et al., 2009; Behm et al., 2008; American
Academy of Pediatrics, 2008; Guy y Micheli, 2001; Ramsay JA, Blimkie CJ, Smith,
K, et al., 1990).
En
la adolescencia, además del mayor desarrollo neural, se suman los cambios
hormonales, que en varones facilitan la hipertrofia y ponen en evidencia las
diferencias de fuerza muscular relacionadas con el sexo, que es mayor en
varones que en mujeres (Lloyd et al., 2014).
El
incremento de la fuerza se consigue después de 8 semanas de entrenamiento, el
cual debe realizarse en forma continua para mantener los beneficios logrados.
Si se suspende el entrenamiento por un período (8-12 semanas), diversas
adaptaciones musculares adquiridas pueden retornar hacia los valores basales
(Faigenbaum AD, Farrell AC, Fabiano M, et al., 2013; Behringer, Vom Heede,
Matthews y Mester, 2011).
Los
programas de entrenamiento deben proporcionar el tiempo suficiente para el
descanso y la recuperación. Un programa variado, con una periodización bien
diseñada, debe tener en cuenta, además de la edad biológica y la edad
cronológica, la edad de entrenamiento del individuo Lloyd et al., 2014; Lloyd
et al., 2012).
El
entrenamiento de la fuerza correctamente prescrito y supervisado tiene la
capacidad de poder generar mejoras del rendimiento en habilidades motoras
(saltar, correr, lanzar), en edades infantiles y juveniles, y es un componente
esencial para diferentes deportes (Bass y Myburgh, 2000).
Otra
preocupación, asociada al entrenamiento de fuerza con niños y adolescentes, se
refiere a la seguridad y adecuación del entrenamiento pliométrico (estiramiento
que acorta el ciclo muscular de estiramiento y acortamiento). Consiste en
realizar una acción de movimiento dinámico, que implica una rápida contracción
muscular excéntrica, seguida inmediatamente por una rápida contracción muscular
concéntrica (Chu, et al., 2006). Varios estudios sugieren que el ciclo muscular
de estiramiento y acortamiento, cuando está correctamente prescrito y guiado es
seguro y, puede aplicarse en niños y jóvenes (Ingle, et al, 2006; Faigenbaum,
et al, 2007; Faigenbaum, et al, 2009). Los ejercicios pliométricos suelen
incluir saltos y rebotes que exigen el desarrollo del ciclo muscular de
estiramiento y acortamiento, mejorando la potencia muscular.
La
observación de los niños que juegan en un parque infantil apoya la idea de que,
mientras saltan y juegan, su patrón de movimiento puede considerarse
pliométrico (Faigenbaum, et al., 2009). A pesar de esta forma natural de hacer
ejercicio para los niños y de apelar al ciclo muscular de estiramiento y
acortamiento, existe la posibilidad de que se produzcan lesiones si la
intensidad, el volumen o la frecuencia del entrenamiento pliométrico superan
las capacidades individuales del sujeto. En un estudio de caso, un niño de 12
años desarrolló rabdomiólisis por estrés tras realizar un número excesivo de
saltos en cuclillas (>250) en una clase de educación física (Clarkson,
2006).
Otra
área de preocupación, en relación con el desarrollo y la aplicación del
entrenamiento de carga en niños y jóvenes, es la posibilidad de que el
entrenamiento de fuerza pueda inducir lesiones en el cartílago de crecimiento.
Como este cartílago es anterior al hueso, es más débil que el tejido conectivo
adyacente y, por lo tanto, se daña más fácilmente por microtraumatismos
consecutivos (Micheli, 2006). En algunos casos, los daños en esta zona del
hueso pueden provocar la pérdida de tiempo de entrenamiento, molestias
importantes y alteraciones del crecimiento (Caine et al., 2006). Algunos
estudios publicados en las décadas de 1970 y 1980, del siglo pasado, informaron
de lesiones en el cartílago de crecimiento durante la preadolescencia (Gumbs et
al, 1982) y la adolescencia (Brady, et al 1982; Benton, 1983; Jenkins et al,
1986). Sin embargo, la mayoría de estas lesiones se debieron a una mala técnica
en la realización de los ejercicios, al uso de cargas máximas e inapropiadas o
a la falta de supervisión de un entrenador cualificado.
Se
ha demostrado que la participación regular en actividades físicas con
sobrecarga aumenta la densidad mineral ósea durante la niñez y la adolescencia
(Tenforde y Fredericson, 2011; Faigenbaum, 2010; McKelvie, Khan y McKay, 2002;
Bailey, Faulkner y McKay, 1996). La resistencia mecánica del hueso se
incrementa mediante el depósito y la mineralización de este por los
osteoblastos, que ocurre, sobre todo, durante los años de crecimiento. La
evidencia actual indica que el pico de densidad ósea se alcanza poco tiempo
después del cese del crecimiento lineal (Lauersen, Bertelsen y Andersen, 2014).
Este proceso es regulado por varias hormonas y depende, fundamentalmente, de
dos factores externos: la ingesta de calcio y la actividad
física.
En este contexto, cabe señalar que el ejercicio sin impacto, como la natación y
el ciclismo, no incrementan la masa ósea en igual grado que el entrenamiento
con peso (Valovich McLeod TC, Decoster LC, Loud KJ, et al.., 2011; Shaibi GQ,
Cruz ML, Ball GD, et al., 2006).
El
riesgo de no generar una matriz ósea adecuada durante la niñez y la
adolescencia se asocia con una masa ósea peligrosamente baja en la población
adulta (Lee S, Bacha F, Hannon T, et al., 2012). El fortalecimiento del sistema
musculoesquelético se relaciona con la disminución del riesgo de lesiones en la
práctica deportiva (Jiménez y Ramírez-Vélez, 2011). Los programas
multifacéticos que aumentan la fuerza muscular, mejoran la mecánica del
movimiento y las habilidades funcionales pueden ser la estrategia más eficaz
para reducir las lesiones relacionadas con el deporte en los atletas jóvenes
(Lloyd et al., 2014; Lauersen et al., 2014; Faigenbaum et al., 2010). El
entrenamiento de la fuerza asociado a ejercicios de flexibilidad, equilibrio,
coordinación y el entrenamiento técnico pueden reducir el riesgo de lesiones
por sobreuso, especialmente, en atletas pediátricos (Valovich et al., 2011).
Fundamentos generales y directrices para
el entrenamiento de fuerza con niños y jóvenes
Un
requisito previo para el desarrollo y la administración seguros, eficaces y
agradables de los ejercicios de fuerza con niños y jóvenes es la comprensión de
los principios del entrenamiento y el respeto por la individualidad física,
biológica y psicosocial que representa cada niño y adolescente. Aunque no hay
una edad mínima sugerida para que los niños comiencen el entrenamiento de
fuerza, todos los ejercitantes deben estar física y psicológicamente aptos para
cumplir con las instrucciones del entrenador y soportar el estrés de un
programa de entrenamiento tan específico. En general, si un niño está preparado
para participar en actividades deportivas (normalmente a los 7 u 8 años),
entonces está preparado para algún tipo de entrenamiento con cargas
adicionales.
La
supervisión, orientación y gestión de todo el proceso de entrenamiento debe
estar presidida por adultos específicamente cualificados y formados, que tengan
conocimientos claros y precisos sobre las directrices del entrenamiento de
fuerza con niños y jóvenes. Además, los profesores, entrenadores personales y
entrenadores de jóvenes deben desarrollar una filosofía de trabajo adecuada y
coherente con las necesidades, objetivos e intereses de los adolescentes.
Preferiblemente, los adultos que enseñen, prescriban y apliquen programas de
entrenamiento de fuerza con niños y jóvenes deben tener conocimientos y
experiencia práctica en el trabajo con jóvenes, una certificación profesional
(especialista certificado en fuerza y acondicionamiento físico o entrenador
personal certificado por la NSCA) y un nivel de educación compatible con un
título universitario en educación física, ciencias del deporte y del ejercicio,
o un campo relacionado.
Los
entrenadores de jóvenes que participen en programas de formación avanzada deben
tener conocimientos adicionales y la experiencia práctica adecuada para
prescribir y aplicar metodologías apropiadas adaptadas a las necesidades y
requisitos individuales de cada niño y joven. Aunque los técnicos menos
cualificados pueden ayudar en la organización y ejecución de los programas de
entrenamiento de carga, es dudoso que sean capaces de impartir un entrenamiento
de fuerza más avanzado con la calidad y el seguimiento necesarios. Según Gould,
et al. (1994) y Jones, et al. (2000), si no se proporciona una supervisión
competente, ejercicios y equipos apropiados para la edad y un buen espacio
físico y entorno de entrenamiento, los jóvenes no deben realizar ejercicios con
cargas adicionales debido al mayor riesgo de lesiones.
Todos
los ejercitantes deben recibir instrucciones claras y precisas sobre las cuestiones
de seguridad, el almacenamiento y la estiba del equipo de ejercicio, el manejo
adecuado de las mancuernas y los discos y la dosificación de los diferentes
parámetros de la carga de entrenamiento (esencialmente el volumen y la
intensidad). Esta situación es especialmente importante en personas sin
experiencia y en las fases iniciales del entrenamiento, ya que pueden
sobreestimar sus capacidades físicas (Plumert, et al., 1997), sin ser
conscientes de los riesgos asociados a la resistencia intrínseca de las
máquinas de musculación. En lugar de fomentar la competición, unos contra
otros, deberíamos animar a los niños y jóvenes a buscar la autosuperación y la
mejora de su capacidad de rendimiento (por ejemplo, la capacidad de ejecutar
correctamente un ejercicio de levantamiento multiarticular). En un estudio de
Dishman y sus colegas (2005), se demostró que la satisfacción desempeña un
papel positivo en los efectos de los programas de actividad física en los
jóvenes, por lo que es esencial que los niños y los jóvenes desarrollen
experiencias positivas, ricas y variadas que les hagan sentirse cada vez más
motivados e implicados en el programa de formación. Los adultos deben enseñar a
los niños y jóvenes a conocer su cuerpo, así como los posibles beneficios de un
estilo de vida saludable (dieta correcta, sueño adecuado, gestión del estrés y
hábitos de ejercicio y actividad) (Jeffreys, 2008).
Una
instrucción cualificada, competente y entusiasta no sólo aumenta la seguridad y
la satisfacción de los jóvenes, sino que también puede mejorar las ganancias de
fuerza y los niveles de adherencia al programa de entrenamiento (Coutts, et
al., 2004). Además de que todas las sesiones de trabajo deben ser supervisadas
por un adulto competente (o varios, dependiendo del tamaño de la clase), es
necesaria una estrecha supervisión y observación durante las primeras semanas
de aplicación y desarrollo del programa de entrenamiento de fuerza, mientras
los niños y adolescentes aprenden las formas adecuadas de realizar las
diferentes técnicas de los ejercicios y los procedimientos correctos de
entrenamiento. Del mismo modo, se debe utilizar un lenguaje adecuado al nivel y
la capacidad de comprensión del niño, y se debe dar una retroalimentación
positiva que anime y motive al ejecutante, fomentando los sentimientos de
competencia y reduciendo la ansiedad (Ridgers, et al., 2007). Todos los niños
deben sentirse cómodos y se les debe animar a hacer preguntas y plantear sus
limitaciones y preocupaciones sobre el programa de formación. Son muy útiles
los dibujos, carteles y otras formas de presentar los ejercicios, que promueven
y especifican las condiciones técnicas en las que se pueden realizar, y que
ayudan a mantener unas expectativas realistas sobre su realización.
Hemos
comprobado que una gran variedad de combinaciones de programas de entrenamiento
de cargas ha demostrado ser eficaces y seguros para los niños y los jóvenes,
siempre que el entrenador/profesor tenga competencia técnica, conocimientos
científicos, respeto por los principios del entrenamiento[1]
y sentido común. Todos los programas de entrenamiento de carga deben incluir
instrucciones claras y precisas sobre la técnica de levantamiento adecuada, los
procedimientos de seguridad, el desarrollo de la carga y la progresión. Dado
que el entrenamiento de carga por sí solo no asegura que se consigan ganancias
de fuerza y potencia, el enfoque ideal será integrar el entrenamiento de fuerza
con un programa de acondicionamiento progresivo en el que el volumen y la
intensidad cambien y se modifiquen a lo largo del año (Faigenbaum eta al.,
2016; Kraemer, 2004). Una estructuración y progresión sistemática y metódica de
las variables del programa de entrenamiento, junto con el esfuerzo individual y
la orientación de entrenadores altamente formados y cualificados es lo que
determinará los resultados asociados al entrenamiento con cargas. También hay
que tener en cuenta que los niños y adolescentes no deben ser tratados como
adultos en miniatura, ni se deben aplicar las formas, directrices y filosofía
de la formación de adultos en los jóvenes.
Las
variables a tener en cuenta en el proceso de formación con la aplicación de
cargas son: (i) el calentamiento y la vuelta a la calma, (ii) la selección y el
orden de los ejercicios, (iii) la intensidad y el volumen del entrenamiento,
(iv) los intervalos de descanso, entre series y ejercicios, (v) la velocidad de
ejecución, (vi) la frecuencia del entrenamiento y (vii) la variabilidad del
programa.
En
la tabla 1 se resumen las pautas y directrices del proceso de entrenamiento de
fuerza y pesas en niños y jóvenes.
TABLA 1. Directrices
generales y pautas para el entrenamiento de fuerza (con cargas) con niños y
jóvenes.
ü Proporcionar supervisión e instrucción cualificada ü Garantizar un entorno de ejercicio seguro y sin riesgos ü Comenzar cada sesión de entrenamiento con 5-10 minutos
de calentamiento ü Empieza con una carga relativamente ligera y presta
atención a la técnica del ejercicio ü Realiza de 1 a 3 series de 6 a 15 repeticiones de
ejercicios de fuerza para el tren superior (brazos) e inferior (piernas) ü Incluir ejercicios específicos para fortalecer el tren
medio (región abdominal y lumbar) ü Centrarse en el desarrollo muscular simétrico y
equilibrado de los principales grupos y segmentos articulares ü Realiza de 1 a 3 series de 6 a 15 repeticiones de
ejercicios de potencia para el tren superior (brazos) y el tren inferior
(piernas) ü Hacer que la progresión del proceso de formación
dependa de las necesidades, los objetivos y las competencias ü Aumentar gradual y progresivamente la carga (5-10%) en
función del aumento de la fuerza ü Vuelta a la calma mediante ejercicios de calistenia con
carga ligera y estiramientos estáticos ü Prestar atención a las necesidades y preocupaciones
individuales a lo largo de cada sesión ü realizar entrenamientos con cargas 2-3 veces a la
semana, en días no consecutivos ü Registrar las cargas de entrenamiento de forma
individual para controlar el progreso ü Mantener el programa de formación al día y desentrañar
a través de la adaptación regular y sistemática ü Optimizar el rendimiento y la recuperación con una
dieta saludable, una buena hidratación y un sueño adecuado ü El apoyo y el estímulo de los profesores y los padres
ayuda a mantener el interés y el compromiso |
(Adaptado de Faigenbaum, et al., 2009)
Consideraciones
prácticas y metodológicas
Calentamiento
y vuelta a la calma. En los últimos años se han cuestionado viejas creencias
sobre la práctica de rutinas de calentamiento y estiramientos estáticos
(Shrier, 2004; Thacker et al, 2004). En un estudio desarrollado por Shrier
(2004), se observó que el estiramiento estático parecía tener un impacto
negativo en el rendimiento de fuerza y potencia en adultos. Se informaron
resultados similares en adolescentes (Zakas, et al., 2006). En la actualidad,
existe un interés creciente por los procedimientos de calentamiento que
implican acciones dinámicas (saltos, rebotes, muti-saltos y ejercicios de tren
superior e inferior que apelan al ciclo muscular de estiramiento y
acortamiento) para aumentar la temperatura corporal, potenciar la excitabilidad
de las unidades motoras, mejorar la sensibilidad cinestésica y aumentar la
amplitud y la movilidad articular (Faigenbaum, et al, 2007).
Esta
forma de calentamiento dinámico proporciona un entorno ideal para el
entrenamiento con cargas, aumentando la función neuromuscular (Robbins, 2005).
Se ha informado de que los protocolos de calentamiento, que incluyen
movimientos de intensidad moderada a alta, pueden mejorar el rendimiento de la
potencia muscular en personas jóvenes (Faigenbaum, et al., 2006). A falta de un
razonamiento adecuado sobre el papel relativo del pre estiramiento estático y
la mejora del rendimiento, creemos que debe considerarse el impacto potencial
de los eventos activos previos al ejercicio sobre la capacidad de aptitud
anaeróbica.
Además
de los posibles beneficios fisiológicos, un calentamiento bien diseñado y
correctamente ejecutado determinará la calidad del rendimiento en la sesión de
entrenamiento y creará un ritmo deseado para las actividades futuras. Por lo
tanto, la siguiente sugerencia práctica parece adecuada: 5-10 minutos de
ejercicios dinámicos y en la fase final del entrenamiento, ejercicios de
calistenia, menos intensos, y estiramientos estáticos. La fase de calma debe
consistir en ejercicios de calistenia general y ejercicios de estiramiento
estático para ayudar a relajar y mantener la amplitud y la movilidad de las
articulaciones en los diferentes segmentos del cuerpo y en las articulaciones
implicadas en la realización de tareas de fuerza. Además de estos aspectos, a
largo plazo, la realización habitual de ejercicios de estiramiento parece
contribuir a mejorar el rendimiento y a reducir el riesgo de lesiones (Shrier,
2004). En la fase de vuelta a la calma, parece oportuno y útil reflexionar
sobre lo que ha aprendido cada ejecutante, cuáles son sus dificultades,
analizar y posiblemente redefinir los objetivos para la siguiente sesión de
entrenamiento.
Elección
y orden de ejercicio
Aunque
se puede utilizar un número ilimitado de ejercicios para mejorar el
acondicionamiento muscular, es esencial seleccionar cuidadosamente los
ejercicios más adecuados y apropiados para las características físicas y
morfológicas de los niños y jóvenes, su nivel de aptitud física y funcional,
así como su capacidad de rendimiento y experiencia técnica en la realización de
ejercicios de fuerza. Del mismo modo, la selección y la variedad de ejercicios
deben permitir promover un desarrollo equilibrado, armonioso y polifacético de
las principales estructuras musculares articulares y tendinosas, favoreciendo
el trabajo de grupos musculares opuestos (agonistas frente a antagonistas |
cuádriceps frente a isquiotibiales). En los gimnasios, escuelas y centros
deportivos se han utilizado máquinas de musculación (adaptadas
antropométricamente a los niños), pesos libres, bandas elásticas, balones
medicinales y ejercicios contra el propio peso corporal con niños y
adolescentes.
Consideramos
adecuado comenzar el entrenamiento con ejercicios sencillos e introducir
progresivamente ejercicios más complejos, con movimientos multiarticulares, a
medida que aumenta la confianza en uno mismo y la destreza en la capacidad de
ejecución. Sin embargo, en algunos casos (clases de halterofilia), parece más
adecuado iniciar la práctica con movimientos multiarticulares, siempre que se
utilicen cargas ligeras o moderadas y que el foco de atención sea el
aprendizaje y desarrollo de los patrones biomecánicos fundamentales del
movimiento; teniendo en cuenta la modalidad del ejercicio, las fases
concéntrica y excéntrica de cada movimiento (levantamiento), deben realizarse
de forma controlada y asegurando una técnica correcta y adecuada en la
ejecución de la acción motriz.
Hay
muchas formas de organizar el orden y la secuencia de los ejercicios con cargas
en una sesión de entrenamiento. La mayoría de los niños y adolescentes deben
realizar ejercicios de entrenamiento que desarrollen todos los grupos
musculares principales al menos 2-3 veces por semana, con al menos un día de
descanso entre cada sesión. En este tipo de entrenamiento, los ejercicios para
los grupos musculares grandes deben realizarse antes que los ejercicios para los
grupos musculares pequeños, y los ejercicios multiarticulares también deben
realizarse antes que los ejercicios mono articulares. También es conveniente
realizar los ejercicios más exigentes y complejos al principio del
entrenamiento, cuando el sistema neuromuscular está menos fatigado. Del mismo
modo, si un niño está aprendiendo a realizar un movimiento, por ejemplo, el
levantamiento de pesas o un ejercicio pliométrico, debe hacerlo al principio de
la sesión de trabajo para que pueda desarrollarse sin una fatiga excesiva.
Intensidad
y volumen de entrenamiento.
La
intensidad del entrenamiento suele referirse a la cantidad de carga utilizada
para un ejercicio concreto, mientras que el volumen de entrenamiento se refiere
a la cantidad total de trabajo realizado en una sesión de entrenamiento. Aunque
ambas variables son fundamentales en el proceso de programación del
entrenamiento, la intensidad es uno de los factores más importantes a la hora
de diseñar un programa de entrenamiento de fuerza. Sin embargo, para maximizar
las ganancias en el acondicionamiento muscular y disminuir el riesgo de
lesiones, los niños y adolescentes, en la fase inicial del proceso de
entrenamiento, deben aprender a ejecutar adecuadamente cada ejercicio, con una
carga ligera, y luego aumentar progresivamente la intensidad, o el volumen del
entrenamiento, o ambos, sin comprometer el rendimiento físico y la técnica de
ejecución del ejercicio con cargas más pesadas.
Si
no se utiliza la evaluación de la carga máxima para una repetición (1RM), se
puede definir el intervalo de descanso entre cada repetición y, por ensayo y
error, evaluar la carga máxima que se puede superar para el intervalo definido.
Por ejemplo, un niño o adolescente puede empezar a entrenar con 1 o 2 series de
10-15 repeticiones, con una carga relativamente ligera o moderada, que le
permita realizar el movimiento de forma técnicamente correcta. En función de
las necesidades, los objetivos y las capacidades de los individuos, con el
tiempo, y para maximizar las ganancias de fuerza y potencia, el programa debe
adaptarse añadiendo más series, con cargas más pesadas (de 6 a 10 RM). Aunque
se necesitan más estudios para comprender mejor los efectos de los diferentes
programas de entrenamiento con cargas en los jóvenes. En los adultos, se ha
demostrado que los protocolos de entrenamiento múltiples y variados son más
eficaces que un único protocolo de ejercicio (Kraemer et al., 2002). Por lo
tanto, a largo plazo, parece probable que se produzca el mismo resultado en
individuos más jóvenes.
Con
una cuidadosa prescripción del número de series y repeticiones, el estímulo del
entrenamiento será más eficiente y, en consecuencia, se maximizará la relación
esfuerzo-beneficio. Sin embargo, es importante entender que no todos los
ejercicios deben realizarse con el mismo número de series y repeticiones. Por
ejemplo, un adolescente familiarizado con el entrenamiento con cargas puede
realizar tres series de 6-8 repeticiones en un ejercicio poliarticular (press
de banca) con una carga relativamente pesada (70% de 1 RM) y dos series de
10-12 repeticiones en un ejercicio monoarticular (flexión de bíceps y extensión
de tríceps) con una carga más ligera (60% de 1 RM).
Algunos
resultados de estudios realizados con adultos han demostrado que el número de repeticiones
realizadas a un determinado porcentaje de 1RM está influenciado por la cantidad
de masa muscular utilizada durante el ejercicio (Shimano, et al., 2006), y se
han comunicado resultados similares en estudios realizados con niños
(Faigenbaum, et al., 2008).
Debido
a la naturaleza relativamente intensa de los ejercicios de potencia (pliometría
o ejercicios de entrenamiento con pesas), normalmente se sugieren menos de 6-8
repeticiones por serie para niños y adolescentes. A diferencia de los ejercicios
de fuerza tradicionales, los ejercicios de potencia son movimientos explosivos,
pero realizados de forma muy controlada, lo que implica un alto grado de
habilidad técnica de ejecución. Como la fatiga influye en el rendimiento en los
ejercicios de fuerza y potencia muscular, sugerimos que los más jóvenes
realicen menos repeticiones, para que puedan mantener la velocidad y la
eficacia del movimiento, en todas las repeticiones, de una serie.
En
un intento de ayudar a la prescripción del ejercicio, diferentes investigadores
han desarrollado ecuaciones de predicción basadas en el número máximo de
repeticiones realizadas hasta el agotamiento con una carga su máxima (Kravitz,
et al, 2003; Horvat et al, 2007). Se ha observado que el 1RM, puede ser
estimado con un grado razonable de validez y precisión en atletas jóvenes de
ambos sexos. Otros investigadores, han desarrollado escalas de percepción del
esfuerzo para evaluar el esfuerzo percibido por los niños durante el ejercicio
de resistencia (Faigenbaum, et al., 2004; Robertson, et al., 2008).
En
nuestra opinión, la información de ambas escalas, aunque subjetiva, podría
utilizarse en el proceso de evaluación y seguimiento, así como para ayudar a
prescribir programas de entrenamiento de fuerza y de pesas para niños,
adolescentes y jóvenes.
Intervalos
de descanso entre series y ejercicios
La
duración del intervalo de descanso entre series y entre ejercicios son dos
parámetros de gran importancia para entrenadores, profesores, atletas e
investigadores (Willardson, 2006). La fuerza y la potencia muscular pueden
verse comprometidas si el intervalo de descanso es demasiado corto. En los
adultos, se recomiendan los ejercicios resistidos y multiarticulares y los
períodos de descanso más largos, es decir, al menos 2-3 minutos (Kraemer,
2004). Sin embargo, las recomendaciones de intervalos de descanso para adultos
pueden no ser compatibles con las necesidades y capacidades de las poblaciones
más jóvenes, debido al proceso de crecimiento y maduración asociado a la
respuesta de los niños, adolescentes y jóvenes al esfuerzo físico. Varios
estudios han demostrado que los niños son capaces de recuperarse de esfuerzos
de alta intensidad, corta duración e intermitentes más rápidamente que los
adultos (Zafeiridis, et al., 2005; Falk et al., 2006; Faigenbaum, et al.,
2008). Aunque hay pocos estudios sobre el efecto de la duración del intervalo
de descanso en el rendimiento de fuerza en niños y adolescentes, los datos
indican que los individuos más jóvenes parecen tener una mayor resistencia a la
fatiga que los adultos cuando realizan múltiples series de ejercicios de fuerza
(Zafeiridis, et al., 2005; Faigenbaum, et al, 2008).
Por
lo tanto, creemos que un período de descanso más corto (alrededor de 1 minuto)
puede ser suficiente para los niños y adolescentes durante el entrenamiento de
fuerza de intensidad moderada, aunque debemos considerar la posibilidad de que
los adolescentes se fatiguen más rápidamente que los niños. Evidentemente, la
intensidad, el volumen de entrenamiento, la selección de los ejercicios y el
nivel de condición física influyen en la duración del intervalo de descanso.
Hay que tener en cuenta que los deportistas jóvenes (adolescentes levantadores
de pesas), que realizan ejercicios que requieren altos niveles de potencia o
habilidad técnica, necesitan intervalos de descanso más largos entre las series
y las repeticiones (2-3 minutos) para poder mantener los altos niveles de
rendimiento técnico y neuromuscular que impone el ejercicio.
Velocidad
de ejecución
La
velocidad o el ritmo con el que se realiza un ejercicio de fuerza influye en
las adaptaciones que se producirán en la estructura del complejo
músculo-tendinoso (Kraemer et al., 2002). Dado que los niños y adolescentes
necesitan aprender a ejecutar correctamente cada ejercicio con una carga muy
ligera, se sugiere generalmente que la resistencia a vencer se desarrolle a una
velocidad moderada y de forma controlada. Sin embargo, se pueden adoptar
diferentes velocidades de ejecución en función del tipo y la selección del
ejercicio. Por ejemplo, los ejercicios pliométricos y los ejercicios de
levantamiento (halterofilia), son movimientos explosivos y extremadamente
controlados, por lo que deben realizarse a una alta velocidad de ejecución o
contracción, en función de la magnitud de la resistencia a vencer.
En
nuestra opinión, aunque se necesitan más estudios, parece probable que la
realización y el desarrollo de los ejercicios de entrenamiento de la fuerza a
diferentes velocidades, podría conducir a una estimulación más eficaz del
entrenamiento de la fuerza y la potencia muscular.
Frecuencia
de entrenamiento
La periodicidad o frecuencia de entrenamiento
con cargas recomendada para niños y adolescentes es de 2 a 3 veces por semana,
en días alternos. Algunas pruebas sugieren que un día de entrenamiento de
fuerza a la semana es claramente insignificante e inadecuado para desarrollar
esta capacidad en los jóvenes (Blimkie, et al., 1989; Faigenbaum, et al.,
2002). Sin embargo, según Derenne y sus colegas (1996), parece que entrenar una
vez a la semana es suficiente para mantener las ganancias de fuerza anteriores.
En
general, una frecuencia de entrenamiento de 2-3 veces por semana, en días no
consecutivos, permitirá una recuperación adecuada entre sesiones (48-72 horas)
y será suficiente para desarrollar la fuerza y la potencia muscular en niños y
adolescentes. Aunque algunos atletas jóvenes pueden participar en más de 3
sesiones de entrenamiento de fuerza a la semana, factores como el volumen, la
intensidad, la selección del ejercicio, la nutrición y el sueño deben
considerarse como mecanismos que influyen en la capacidad de recuperación entre
sesiones de entrenamiento.
A
medida que el programa de entrenamiento de fuerza se vuelve más exigente y
complejo (y potencialmente más frecuente), es fundamental, en nuestra opinión,
reforzar los aspectos de ejecución técnica de la acción motriz.
Variabilidad
del programa de entrenamiento
Con
la variación periódica de los diferentes parámetros y variables del programa de
entrenamiento, se optimizará la mejora del rendimiento a largo plazo, se
reducirá la monotonía y disminuirá el riesgo de lesiones por
"sobreuso" (Faigenbaum et al., 2016; Kraemer et al., 2002; Kraemer,
2007). La forma en que un programa de entrenamiento varía sistemática y
regularmente a lo largo del tiempo se entiende como periodización. A largo
plazo, la periodización del entrenamiento de fuerza (con una recuperación
adecuada entre las sesiones) permitirá desarrollar ganancias aún mayores, ya
que el cuerpo tiene que adaptarse a las mayores exigencias. Aunque se necesitan
más estudios que incluyan a poblaciones jóvenes, parece razonable creer que los
individuos que participan en programas de entrenamiento de fuerza bien
diseñados y planificados mejoran su salud y su estado físico y tendrán más
probabilidades de permanecer activos y comprometidos con sus programas de
ejercicio más específicos (Chaabene et al., 2020; Asadi et al. 2017; Fraser et
al., 2017). Además, los cambios planificados en las variables del programa de
entrenamiento pueden ayudar a evitar el estancamiento de los resultados, que no
es tan infrecuente, después de las primeras 8-12 semanas de entrenamiento de
fuerza y pesas.
En
las tablas 2 y 3, podemos observar los parámetros de la progresión de la carga
del entrenamiento de la fuerza y la potencia muscular, respectivamente.
TABLA
2. Recomendaciones para la progresión de los parámetros
de carga del entrenamiento de fuerza.
|
Inicial |
Intermedio |
Avanzado |
Acción muscular |
ECC
e CON |
ECC
e CON |
ECC
e CON |
Ejercicio |
MA
e PA |
MA e PA |
MA e PA |
Intensidad |
50%-70% |
60%-80% |
70%-85% |
Volumen |
1-2
series | 10-15 reps |
2-3
series | 8-12 reps |
≥3
series | 6-10 reps |
Intervalo |
1 |
1-2 |
2-3 |
Velocidad |
Moderada |
Moderada |
Moderada |
Frecuencia |
2-3 |
2-3 |
3-4 |
ECC = excéntrica; CON = concéntrica; MA = mono articular; PA = poliarticular;
reps = repetición.
(Adaptado de: Faigenbaum, et al.,
2009)
Independientemente
del objetivo del entrenamiento, todos los niños y adolescentes deben iniciar el
proceso con cargas ligeras, aumentándolas de forma gradual y progresiva a
medida que evoluciona su técnica de ejecución y su capacidad de rendimiento
muscular. Debido a que tanto los componentes de fuerza como de velocidad son
fundamentales para el desarrollo de la potencia, son importantes dos
estrategias de dosificación de la carga: (i) para el entrenamiento de fuerza
evolucionar de cargas moderadas a cargas fuertes y (ii) para el desarrollo de
la potencia recurrir a cargas ligeras a moderadas, ejecutadas con una cadencia
alta (explosiva).
TABLA 3. Recomendaciones para la progresión de los parámetros de carga del
entrenamiento de fuerza.
|
Inicial |
Intermedio |
Avanzado |
Acción muscular |
ECC
e CON |
ECC
e CON |
ECC
e CON |
Ejercicio |
PA |
PA |
PA |
Intensidad |
30%-60%
(VEL) |
30%-60%
(VEL) 60%-70%
(FOR) |
30%-60%
(VEL) 70%
to ≥80% (FOR) |
Volumen |
1-2
sets | 3-6 reps |
2-3
sets | 3-6 reps |
≥3
sets | 1-6 reps |
Intervalo |
1 |
1-2 |
2-3 |
Velocidad |
Moderada
| Rápida |
Rápida |
Rápida |
Frecuencia |
2 |
2-3 |
2-3 |
ECC = excéntrica;
CON = concéntrica; PA = poliarticular; VEL = velocidad; FOR = fuerza; reps = repetición.
(Adaptado de:
Faigenbaum, et al., 2009)
Aunque
los ejercicios multiarticulares, como la halterofilia, son muy utilizados en el
entrenamiento de la fuerza y la potencia muscular, hay que hacer hincapié en la
calidad de la ejecución técnica, ya que la calidad del esfuerzo por repetición
(velocidad máxima) es esencial para el rendimiento de estos levantamientos.
Una
forma de estructurar y organizar el entrenamiento de la potencia para
principiantes[2] y
levantadores de nivel intermedio[3],
podría ser la integración en el programa de entrenamiento con cargas de 1-3
series, con 3-6 repeticiones. Aunque el sistema convencional de repeticiones
implica generalmente la realización de recorridos sucesivos con una pausa
mínima entre cada repetición, la realización de movimientos explosivos no
siempre tiene que ajustarse a este patrón.
Dada
la importancia de aprender la técnica de ejecución correcta, cada repetición
debe realizarse desde una posición de partida adecuada. Por lo tanto, es
fundamental que los jóvenes levantadores hagan una breve pausa entre cada
repetición para restablecer la posición inicial (de partida), asegurándose de
que cada repetición se realiza con el nivel técnico adecuado.
Aunque
no existe un modelo general para periodizar el entrenamiento de fuerza con
niños y jóvenes, creemos que será fundamental definir los objetivos del
entrenamiento y, a continuación, desarrollar un plan a largo plazo que deberá
adaptarse de forma regular y periódica a lo largo del año. Al variar con
frecuencia la intensidad, el volumen, los intervalos de descanso y los tipos de
ejercicio, se puede minimizar el riesgo de sobre entrenamiento y maximizar el
potencial de estabilización de los logros alcanzados (Fry et al., 1997). Hay
que tener en cuenta que los periodos de descanso activo (1 a 3 semanas de
recuperación entre temporadas) deben considerarse durante la planificación del
entrenamiento de carga para permitir la recuperación física y psicológica de
los niños y adolescentes.
Además,
para promover la mejora del rendimiento y el aumento de la fuerza a largo plazo
en los niños y los jóvenes, los programas de entrenamiento deben incluir
sesiones de enseñanza sobre los factores que condicionan y determinan los
comportamientos y un estilo de vida saludable, lo que conduce al joven a un
alto rendimiento (Jeffreys, 2008). Cabe destacar algunos aspectos que no deben
descuidarse, como la importancia de una dieta correcta y equilibrada (Cotugna,
et al., 2005), una hidratación suficiente (Casa et al., 2005) y un sueño
adecuado (Millman, 2005).
CONCLUSIONES
A pesar
de las preocupaciones sobre la seguridad o la eficacia de la prescripción de
ejercicios de fuerza para niños, adolescentes y jóvenes, la evidencia
científica y los datos clínicos, apuntan a que tiene el potencial de mejorar su
salud y condición física, siempre que el proceso sea guiado por técnicos
competentes y específicamente formados y respete un conjunto diverso de
directrices. Además de los beneficios relacionados con la mejora de la
capacidad de rendimiento, los efectos de los ejercicios de fuerza sobre
determinados aspectos relacionados con la salud, como la salud ósea, la
composición corporal y la reducción del riesgo de lesiones deportivas, deben
ser reconocidos por profesores, entrenadores, padres y proveedores de atención
sanitaria. Estos beneficios para la salud pueden desarrollarse con seguridad en
niños, adolescentes y jóvenes, siempre que los ejercicios prescritos respeten
la individualidad biopsicosocial de cada persona.
El
entrenamiento de la fuerza debe formar parte de los programas de
acondicionamiento físico general de los niños y adolescentes. Se deben
priorizar los trabajos coordinativos que apunten no solo a mejorar la fuerza
muscular, sino al resto de las habilidades motoras básicas, siempre teniendo en
cuenta la edad y el nivel de desarrollo madurativo del niño. Las formas lúdicas
suelen lograr mayor adherencia y placer por el entrenamiento. Los niños y
adolescentes que participan regularmente en programas seguros, efectivos y
agradables podrán desarrollar una adecuada aptitud muscular, que les permitirá
ser más aptos para las actividades físicas o deportivas en su vida futura.
Creemos
que los objetivos de la investigación futura deben incluir la búsqueda de: (i)
aclarar los mecanismos responsables de los beneficios para la salud relacionados
con el entrenamiento de fuerza en niños, adolescentes y jóvenes, (ii)
comprender cómo combinar los distintos parámetros de carga para optimizar las
adaptaciones y la respuesta al entrenamiento de fuerza a largo plazo y mejorar
la adherencia al ejercicio en niños, adolescentes y jóvenes, y (iii) explorar
los beneficios potenciales del entrenamiento de fuerza en jóvenes con diversas
patologías asociadas, en particular obesidad, diabetes, cáncer y
limitaciones/discapacidades físicas e intelectuales.
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