la colonialidad como lo proponen Lugones y Mendoza se observa que las mujeres indígenas tienen peores
condiciones laborales que los hombres. En términos generales las mujeres en México presentan una
segregación laboral, Patricio Solís en Discriminación Estructural, menciona que las mujeres tienen una
participación menor en las labores manuales asalariadas y aún menor en el sector agrícola, y que se
concentran en actividades de administración y comercio, en el trabajo informal de actividades manuales
como el trabajo doméstico (91), es decir aún se seleccionan los trabajos por condición de género, pero al
ser mujeres indígenas el acceso al espacios laborales se reduce, pues retomando de nuevo la nota de El
Economista Blanca Juárez (Brechas laborales y discriminación: desafíos persistentes para las personas
indígenas) presenta varias estadísticas entre ellas del Consejo para prevenir y Eliminar la discriminación
en la Ciudad de México, y que señala que para que una mujer indígena tenga una entrevista de trabajo
tiene que enviar un 23% más veces sus curriculum a comparación de las mujeres no indígenas; a esto se
le suma el uso de la lengua y su ropa tradicional, como aspectos que aseguran la discriminación a la hora
de acceder a un empleo; y agrega Juárez que ante esta situación de cada 100 mujeres de piel oscura, 58
se quedan en la misma situación económica en su vida adulta y que solo el 71% de la población que habla
una lengua indígena tiene una participación económica a comparación del 81% de quienes no lo son.
Como se ha visto hasta aquí la colonialidad del poder opera sobre las mujeres indígenas limitando
su acceso a la vida laboral y segregándolas en actividades que por los estereotipos de género se consideran
propias de las mujeres, como el trabajo doméstico o el comercio. Pero también en los aportes de Lugones
y Mendoza se identifica que las mujeres indígenas al no ser blancas son dominadas por estas quienes las
consideran sus subordinadas. Al estar en una jerarquía también los derechos se presentan en escalada y
se reflejan en la calidad de vida, para que la colonialidad del poder y la jerarquía de color pueda seguir
funcionando es necesario mandar mensajes a la población que refuercen estas ideas, así los estereotipos
promueven las falacias del poder.
Como se puede identificar dentro de las dinámicas de la colonialidad del poder la
interseccionalidad se encuentra en el mismo engranaje, ya que de manera simultánea la raza, clase y
género, les limita a las mujeres Mazahua un lugar en el espacio social y dónde las dominaciones toman
acción desde las políticas públicas, la religión y la opinión pública, valiéndose de los medios de
comunicación con el fin de legitimarlas entre la población hegemónica.
“La india María”, el racismo que borra a la mujer Mazahua
Las mujeres Mazahua han sido estereotipadas a través del personaje de la india María, un
personaje que, tomó popularidad en los años setenta, se gestó en las llamadas caravanas artísticas, un
teatro de variedad compuesto por diversas escenas de comedia; y después en el programa de variedades
Siempre en Domingo (Castro, “La india María en el cine mexicano, indígenas, frontera e inmigración”
40). Es una mujer que hace alusión a las mujeres Mazahua y que habían migrado a la ciudad de México
(Pineda, Estereotipo, Frontera y género. Una lectura negociada de tres cintas de la India María1), porta
dos largas trenzas adornadas con coloridos listones, usa vestimenta tradicional del pueblo Mazahua, para
Pineda este es un personaje ambivalente, pues en una primera aproximación es un estereotipo del
imaginario mestizo sobre los pueblos indígenas, que “constituye un tipo de identificación de origen
colonial que es necesario analizar para comprender la persistencia de una imagen del indígena como
primitivo, retrasado…” (3). Por otro lado, para la autora también representa la resistencia de los pueblos
indígenas y cuestionamiento a las instituciones (5). Sin embargo, se postula que, de esta dualidad, el
estereotipo ha prevalecido en las generaciones que crecieron durante las décadas de los setenta y ochenta,
años en los que sus películas gozaron de popularidad y amplia difusión por la televisión abierta.
La comedia y su actitud inocente que solía representar a través del “salirse con la suya” de entre
diversas situaciones en las cuales terminaba involucrada de manera involuntaria, pero es en este
personaje aparentemente inofensivo que a través del cine y la televisión mandaban un mensaje a la
sociedad: Ser mujer indígena es motivo de mofa, ya sea por su manera de hablar, vestir y de concebir el
mundo, ya que esa ignorancia del mundo “civilizado” solo puede acarrear problemas. Para dejar claro el