Recibido: 2024/08/15 Aceptado para su publicación: 2024/10/11 Publicado: 2024/12/13
El objetivo del presente análisis es examinar cómo ambas obras articulan la identidad chicana, revelando las experiencias compartidas y los elementos de resistencia que surgen en la intersección de estas culturas, utilizando la metodología de la literatura comparada, analizando los textos de: Y no se lo tragó la tierra de Tomás Rivera y Borderlands/La frontera: The New Mestiza de Gloria Anzaldúa, a través del análisis de las obras de Tomás Rivera y Gloria Anzaldúa, que se centra en los elementos narrativos que definen la experiencia chicana y en cómo estas obras reflejan la complejidad de una identidad que se forja en la intersección de dos culturas. Ambas obras subrayan la importancia de la comunidad y la memoria en la formación de una identidad resistente y transformadora. En un mundo que constantemente busca definir y limitar las identidades, ...Y no se lo tragó la tierra y La frontera ofrecen una visión poderosa de la identidad como un espacio de lucha, creatividad y libertad, donde las fronteras no son muros inquebrantables, sino espacios de oportunidad para la reinvención personal y colectiva.
The purpose of this analysis is to examine how both works articulate Chicano identity, revealing the shared experiences and elements of resistance that arise at the intersection of these cultures, using the methodology of comparative literature, analyzing the texts of: Y no se lo tragó la tierra by Tomás Rivera and Borderlands/La frontera: The New Mestiza by Gloria Anzaldúa, through the analysis of the works of Tomás Rivera and Gloria Anzaldúa, which focuses on the narrative elements that define the Chicano experience and how these works reflect the complexity of an identity that is forged at the intersection of two cultures. Both works underscore the importance of community and memory in the formation of a resilient and transformative identity. In a world that constantly seeks to define and limit identities, ...Y no se lo tragó la tierra and La frontera offer a powerful vision of identity as a space of struggle, creativity, and freedom, where borders are not unbreakable walls, but spaces of opportunity for personal and collective reinvention.
Identidad, Literatura chicana, Gloria Anzaldúa, Tomás Rivera, cultura fronteriza, cultura mexicano- estadounidense.
Identity, Chicano literature, Gloria Anzaldúa, Tomás Rivera, border culture, Mexican-American culture.
Corral, E. E., Jáquez, J. L., Murguía, L. P. y Torres, O (2024). Análisis identitario en la literatura chicana de Gloria Anzalúa y Tomás Rivera: Resistencia y transformación en ambientes transculturales. Qvadrata, estudios sobre educación, artes y humanidades, 6(12), 65-80. https://doi.org/10.54167/qvadrata.v6i12.1787
La identidad chicana es un fenómeno cultural rico y multifacético que refleja las complejas intersecciones entre la herencia mexicana y la experiencia estadounidense. En este contexto, dos obras fundamentales se erigen como faros que iluminan las luchas, los sueños y las contradicciones de esta identidad: ...Y no se lo tragó la tierra de Tomás Rivera (1971) y Borderlands/La frontera: The New Mestiza de Gloria Anzaldúa (1987). A través de sus narrativas, ambos autores invitan a explorar no solo el dolor y la resistencia que caracterizan la vida en la frontera, sino también la búsqueda de una voz auténtica en un mundo que a menudo se siente ajeno.
La obra de Rivera, con su prosa poética y profundamente emotiva, nos sumerge en la vida de los trabajadores migrantes, resaltando el impacto de la discriminación y la lucha por la dignidad. Por otro lado, Anzaldúa desafía las fronteras físicas y metafóricas, proponiendo una nueva forma de ser y de entender la identidad que trasciende las divisiones tradicionales entre culturas.
En el análisis se muestra, cómo ambas obras articulan la identidad chicana, revelando las experiencias compartidas y los elementos de resistencia que surgen en la intersección de estas culturas. Al hacerlo, se busca comprender la complejidad de ser chicano en un mundo binario y de igual manera celebrar la riqueza que esta identidad aporta a la narrativa estadounidense contemporánea. Con esta exploración, se espera contribuir a un diálogo más amplio sobre la identidad, la pertenencia y la transformación en un paisaje cultural en constante cambio.
La relevancia del tema de la identidad chicana, tal como se explora en las obras de Tomás Rivera y Gloria Anzaldúa, radica en varios aspectos cruciales: primero, la identidad y autorreconocimiento, segundo, el impacto socioeconómico y político, tercero, la resistencia cultural, cuarto, la diversidad en la narrativa americana y, por último, la interseccionalidad.
Al abordar estos textos, se busca destacar la relevancia de la sociedad chicana en el discurso cultural y social estadounidense. La identidad chicana no es solo una respuesta a la discriminación, sino también una celebración de la riqueza cultural que contribuye al tejido social del país. Al explorar cómo la identidad chicana se adapta y se transforma en respuesta a su entorno, se pone de manifiesto la vitalidad y la resistencia de esta comunidad, así como su capacidad para influir en la cultura y la política estadounidense.
En última instancia, este análisis busca proporcionar una comprensión más profunda de la identidad chicana y su papel en la sociedad contemporánea. A través de un estudio crítico de las obras de Rivera y Anzaldúa, se espera contribuir a un diálogo que reconozca y celebre la diversidad, enfatizando la importancia de la identidad chicana como un componente esencial de la narrativa estadounidense. Esta exploración no solo enriquece el campo de estudio de la literatura chicana, sino que también promueve un entendimiento más inclusivo y matizado de la identidad en un mundo globalizado.
En la literatura chicana es fundamental analizar cómo dos de las figuras más representativas de la literatura chicana, Gloria Anzaldúa y Tomás Rivera, exploran la identidad a través de sus respectivas obras. Ambos autores trabajan desde el concepto de mestizaje y la experiencia chicana, aunque desde perspectivas diferentes y con enfoques particulares por una parte la identidad mestiza de Anzaldúa en Borderlands/La Frontera y la identidad de los personajes de Rivera en Y no se lo tragó la tierra.
La identidad es un concepto complejo y multidimensional que abarca la forma en que los individuos y los grupos se perciben a sí mismos y son percibidos por los demás. En el contexto de la literatura chicana, la identidad es un tema central que explora la intersección entre lo personal, lo cultural, lo social y lo histórico, especialmente dentro de la experiencia de los chicanos en los Estados Unidos.
La identidad es un concepto multifacético que abarca aspectos individuales, colectivos, culturales, lingüísticos, de género, sexuales, históricos y políticos. La literatura chicana ofrece una plataforma para explorar cómo los personajes construyen su identidad en un contexto de mestizaje y fronteras, y cómo luchan por reconciliar las tensiones entre dos mundos culturales y lingüísticos. La literatura no solo da voz a estas experiencias, sino que también articula una identidad en constante transformación, marcada por la resistencia, la creatividad, y la afirmación de la existencia chicana, la cultura nos indica de dónde venimos, como distinguimos el bien del mal, como nos divertimos, en qué creemos, etc.
Molano (2007), menciona que “la identidad surge por diferenciación y como reafirmación frente al otro. Aunque el concepto de identidad vaya más allá de las fronteras físicas (los emigrantes como uno de los casos más recurrentes), el nacimiento del concepto se encuentra con frecuencia ligado a un territorio según estudios antropológicos y sociológicos” (p. 73). Estas definiciones nos reafirman que los rasgos y la conciencia son los que construyen la identidad de las personas tanto individual como en colectividad.
Otro rasgo de la identidad, según Mena (2014), es la teoría de las identidades la cual es una relación teórica-empírica entre diferencia e integración que se estudia tomando en cuenta que la identidad, desde el constructivismo, involucra una dialéctica de continuidad y cambio en la que se construyen límites, pero se conciben transformaciones producto de la interacción social; las cuales son dinámicas que en la inmigración se complejizan dependiendo del entorno donde se sitúa el sujeto. Esto puede interpretarse en diferenciaciones con la sociedad de acogidas más o menos marcadas, conflictivas o complejas.
Al entrar en contacto con las personas que viven en carne propia la migración, con quienes dejan de lado su hogar para ir a emprender una nueva vida lejos de carencias, nos damos cuenta de los cambios o fenómenos que se generan en sus identidades. Lo que los lleva cuestionarse su identidad, cuando no se sienten pertenecientes a ningún lado.
Con respecto a la identidad enfocada en el chicanismo, el cual es el objeto de estudio, de acuerdo con Cantero (2003) en la sociedad estadounidense actual, con su principal característica que está siempre cambiante y con múltiples facetas, presenta una diversidad de nuevas preguntas para las cuales el pasado no puede habernos preparado de manera conveniente. El semblante de los Estados Unidos ya no es homogéneo y como resultado de este proceso, que es introducido de manera constante en nuestra conciencia, debemos indagar un nuevo tipo de arte y discurso. Considerando esto que se traduce en una búsqueda de nuevos valores, donde diferentes autores han salido a la luz ofreciendo sus puntos de vista particularmente a este problema de identidad cultural y discurso lingüístico.
Es necesario recalcar que a esta literatura la caracteriza la búsqueda que los chicanos hacen constantemente para una aceptación en la sociedad, ya que se han visto discriminados en el país de “las oportunidades” y hasta incluso en su propio país de origen.
La patria es la que nos persigue al cruzar las fronteras ya que esto es parte de nosotros, de nuestra identidad, la cual es definida como: “el sentido de pertenencia a una colectividad, a un sector social, a un grupo específico de referencia” (Molano, 2007, p. 73). Esto es que la identidad es un sentimiento de ser parte de algún sector social, un grupo, etc. que hace frente en la sociedad.
El camino de los chicanos ha estado en una constante lucha de saber quiénes son en realidad, si ellos viven en el limbo entre dos culturas, que al encontrarse de frente a estas dos culturas, a los chicanos no les queda más que comenzar a aceptar su cultura madre y cultura adoptiva y generar estos estereotipos en el emigrante mexicano que cruza a los Estados Unidos.
La identidad es un tema central tanto en Borderlands/La Frontera: The New Mestiza de Gloria Anzaldúa como en ... y no se lo tragó la tierra de Tomás Rivera. Ambos autores abordan la identidad desde perspectivas marginalizadas, explorando las experiencias de las comunidades chicanas en el contexto de la frontera y las migraciones.
Tanto Anzaldúa como Rivera exploran las complejidades de la identidad chicana desde sus respectivas perspectivas literarias. Anzaldúa introduce la idea de la "Nueva mestiza", una identidad híbrida y transformadora, mientras que Rivera resalta la construcción de identidad a través de la experiencia colectiva de los migrantes. Ambos autores ofrecen enfoques únicos y complementarios sobre la identidad chicana, influyendo en los estudios literarios contemporáneos.
Antes de comenzar con el análisis identitario en la obra …Y no se lo tragó la tierra del autor Tomás Rivera, es importante recalcar que la obra, Y no se lo tragó la tierra (1971) la cual ganó el primer premio Quinto Sol, nace de las vivencias que el autor sufre a lo largo de su vida, de sus experiencias laborales y migratorias, brindándole un significado más a lo que se escribe. Algunas de las obras chicanas más importantes en que el tema de la búsqueda de la identidad y sus motivos aparecen en primer plano, en este caso es ...Y no se lo tragó la tierra. Darse cuenta de que se carece de algo, de que algo que antes se tenía ya no se tiene, es, por supuesto, la raíz de la cual brota toda búsqueda. Consecuentemente tomar conciencia de sí mismo, de su circunstancia respecto a la de otros, un reconocimiento a su otredad es la condición de la búsqueda de identidad del chicano en la literatura.
Ante la imagen de su condición, el chicano trata de evadir esa realidad de varias maneras, y esto ya significa una búsqueda de la identidad. En …Y no se lo tragó la tierra, los personajes experimentan un conflicto interno constante entre la tierra, su herencia cultural mexicana y las presiones que enfrentan para adaptarse al contexto estadounidense. Los migrantes están atrapados entre dos mundos, luchando por mantener sus raíces mexicanas mientras son forzados a adaptarse a las difíciles condiciones laborales y sociales en los Estados Unidos.
Es conveniente citar a Esteban (2005), cuando dice:
la Tierra es una parte fundamental para comprender la obra de Rivera, pues actúa como la fuerza capaz de mantener y sustentar a las diversas generaciones de chicanos, al mismo tiempo que se presenta como un elemento hostil y esclavizante (p. 12).
Como podemos observar desde el título de la obra, es posible percatarnos que la tierra tiene un papel fundamental no solo en su situación en particular, sino en la de los chicanos que a lo largo del tiempo han estado involucrados en situaciones similares.
La brevedad de la obra contrasta con su inmenso contenido, por su estructura poco habitual, y que combina una aparente sencillez tanto argumental como de lenguaje, con una enorme profundidad de discurso sobre la construcción de Pá la identidad chicana. Es una historia de corte realista y dramático, no exento de costumbrismo con un trasfondo de crítica social.
En cuanto a los temas que trata la obra, se pueden sintetizar en cuatro aspectos generales, como lo son: el trato hacia el chicano, la religión, la educación y el boxeo (muy importantes en México). Estas comparten el espacio para la esperanza, para el augurio de un futuro mejor, y para el sentimiento de
poder superar cualquier adversidad y salir fortalecido de ellas. Estos temas se vinculan a situaciones que se vivían en las décadas de 1940 y 1950, teniendo aún vigencia en la actualidad.
Con respecto al trato del chicano en los campos, estos eran denigrantes, duros y al patrón le importaba poco la salud de sus trabajadores ya que si estos no podían con ello habría más que los sustituya y aceptaran las condiciones del trabajo. Rivera enuncia las enfermedades que llegaron a tener acerca de los malos tratos que sufrían, por estar continuamente expuestos al sol. Tal es el caso como el del título principal de la obra …Y no se lo tragó la tierra, donde una familia sufre insolaciones tan fuertes que peligra la vida de estos campesinos.
En relación con la religión Rivera nos demuestra el cuestionamiento que se tiene hacia esta parte del mexicano que está tan arraigado a la cultura. Como se ha dicho hasta ahora:
La cultura mexicano-americana contiene muchos aspectos importantes de la vida en México, como la importancia de la religión, especialmente con la iglesia católica. En esa cultura, la iglesia católica es parte de la vida diaria para mucha gente y cumple algunos papeles diferentes para las comunidades mexicanas en los EE. UU (Zick, s. f., p. 2). Las costumbres religiosas siempre están presentes a lo largo de esta narrativa que refleja la cultura chicana.
Otro rasgo de la religión es la manera en la que presionan a los niños a adentrarse al catolicismo, pidiéndoles de manera muy temprana el arrepentirse por sus pecados al hacer su primera comunión.
Por lo que se refiere al ámbito escolar narrado en la novela, Rivera enuncia la discriminación presenciada en las escuelas. Desde ser desnudados para revisarles de pies a cabeza y así como ser espulgados. Con gestos de desprecio o repulsión las enfermeras hacían estas “exploraciones” por el motivo que los anglos veían a los descendientes de mexicanos como sucios. Otro rasgo de la cultura chicana heredado de la cultura mexicana son las fotografías, las cuales son un aspecto muy preciado en las familias mexicanas, también nos plantea las distintas profesiones a los que los chicanos aspiran, como lo es operador telefónico o boxeador; los cuales eran actividades mejores pagadas que el campo.
Aunque los personajes de …Y no se lo tragó la tierra sufren opresión y marginación, Rivera también refleja una fuerte resistencia y reafirmación de la identidad. Los personajes no se resignan pasivamente a su destino, sino que constantemente buscan formas de desafiar su situación y mantener su dignidad.
La resistencia se expresa en la lengua, ya que los personajes alternan entre el español y el inglés, lo que les permite preservar su cultura en un entorno que les exige asimilarse. Esta resistencia lingüística es una parte fundamental de su identidad, ya que les permite mantener sus lazos con el pasado y con su comunidad.
La novela presenta momentos de empoderamiento personal. Ejemplo de ello es le narración que da título a la novela “…Y no se lo tragó la tierra”, el niño protagonista llega a una crisis de fe y se cuestiona las creencias religiosas que le han sido inculcadas. Este cuestionamiento de la autoridad y la religión tradicional refleja una resistencia interna y una búsqueda de una identidad más auténtica, basada en su propia experiencia y no en las imposiciones externas. El autor pretende mostrar algo más profundo y revelador; el despertar de la conciencia política del pueblo chicano.
La rebeldía del protagonista, que cuestiona las creencias que le han sido impuestas, es parte del proceso de autoafirmación de su identidad. Esta crisis le permite comenzar a formar una identidad propia, basada en su experiencia personal y no solo en lo que la sociedad o su familia espera de él.
Los personajes luchan contra la explotación económica y la opresión social que sufren como trabajadores migrantes, pero logran resistir a través de la preservación de su cultura, sus creencias y su
lengua. A través de las tradiciones, sus héroes y la solidaridad comunitaria, los personajes encuentran formas de mantener su identidad a pesar de la marginación.
La identidad en el chicano no solo oscila en lo mexicano y estadounidense, sino que hay más fronteras además de las físicas, y Anzaldúa se encarga de demostrarlo en su obra. Los aspectos que se desencadenan de la cultura son sus creencias y tradiciones, por ejemplo, de la mexicana podemos decir que, a parte del idioma, la religión se encuentra siempre presente en las familias por generaciones; y esto conlleva una serie de aspectos importantes para Anzaldúa como los roles del hombre y la mujer y también la percepción del género y las preferencias sexuales. Por esto, Joysmith (2012), menciona que la narrativa de Anzaldúa “se encuentra condicionada por las interpretaciones de otros diferentes a ella”. Si bien se ha exaltado un importante tono autobiográfico en la narrativa chicana de Gloria Anzaldúa, que se mueve en lo ‘testimonial’ (2012, p. 20). Anzaldúa plasma las etiquetas que la sociedad pone en ellos en combinación con experiencias personales. La autora juega y critica con lo que vio y escuchó junto con sus experiencias propias a lo largo de su vida. Además, con esta estructura en su narrativa nos hace evidente el cómo se percibe ella misma y como construye su identidad en su narrativa.
Anzaldúa (2012), particularmente en su obra más conocida ofrece una exploración innovadora de la identidad como un proceso de negociación constante entre culturas, lenguas y sistemas de poder. Introduce el concepto de la "conciencia mestiza", una forma de identidad híbrida que surge en el espacio fronterizo entre México y los Estados Unidos. Para Anzaldúa, la frontera no es solo un espacio geográfico, sino también una metáfora de las tensiones y conflictos internos que enfrentan los individuos que habitan en ese umbral cultural, sostiene que las personas que habitan en estos espacios liminales, particularmente las mujeres chicanas, experimentan una conciencia mestiza, una nueva forma de ver el mundo que incorpora la multiplicidad y la contradicción de sus identidades culturales, lingüísticas y de género.
Antes de abordar la obra Borderlands/La frontera: the new mestiza en su totalidad, es imprescindible recapitular sobre lo que se ha escrito con referencia al chicano y a su cultura. Con relación a lo anterior Juan y García (2015), exponen que:
los chicanos se vieron usurpados de su identidad y sustituida por estereotipos, por lo que los escritores chicanos se encaminaron en la búsqueda de la identidad que les había sido robada. Crearon un género propio, una narrativa de la identidad propia. En su literatura, tratan de integrarse en la sociedad anglosajona sin renunciar a sus raíces (p. 10).
Visto de otro modo, a medida que los chicanos fueron privados de externar una identidad propia, adoptaron los estereotipos fijados por el anglosajón. De este modo, los chicanos se dieron la tarea de crear algo que les devolviera esa identidad robada y crearon un género literario con una narración identitaria característica sin dejar de lado sus raíces mexicanas.
Debido al mestizaje de culturas, las narrativas chicanas oscilan entre el español e inglés, ya sea de manera aislada, intercalando idiomas o adoptando palabras inglesas con estructuras en español. Por ello, Juan y García (2015) aluden que “Una de las características de la literatura chicana escrita en inglés es la presencia de palabras y frases españolas en el texto. Lo más interesante, sin embargo, es que se usan palabras inglesas modificadas para darles una estructura española” (p. 12). En otros términos, lo que hace única a esta literatura es la constante intersección del español con el inglés y viceversa, que ha llegado a combinar ambas lenguas tanto morfológica como sintácticamente.
Anzaldúa en el prefacio del libro introduce el tema de las fronteras: la física, psicológica, sexual y espiritual, estas son muy importantes para el desarrollo de la identidad en la cultura chicana. Primero se sitúan en el espacio y después saltan a lo subjetivo, y, para poder llegar a la pregunta: ¿Quién soy? Deben pasar primero por la pregunta: ¿De dónde vengo? Y de esta forma ubicarse con una mayor precisión
identitaria. Hace mención de sus raíces al decir “Soy una mujer de frontera. Crecí entre dos culturas, la mexicana (con gran influencia indígena) y la angla (como miembro de un pueblo colonizado en nuestro propio territorio)” (Anzaldúa, 1987, p. 35). Anzaldúa es producto de una combinación de dos culturas, una de las cuales hace alusión a la cultura imperialista estadounidense, que desde muy temprano en la obra se hace notorio el resentimiento que hay a la “colonización” de Estados Unidos donde antes fue territorio mexicano. La autora indica que se encontró en medio de diversas fronteras, entre ellas, específicamente en su frontera física (texano-mexicana), donde ella se sentía incómoda al vivir entre diferentes contradicciones y los más destacados eran el odio, la ira y la explotación. Estos últimos tres aspectos son factor determinante para la identidad en el chicano como se ha visto históricamente.
Anzaldúa (1987), deja saber que la religión está presente en su vida al mencionar la Pascua, como para los mexicanos es el domingo de resurrección. También hay un énfasis en el color de “la sangre” haciendo alusión a su color de piel y a su vez a su mexicanidad. Además, en el mismo poema se menciona esa barrera que “separa” dos países, continúa demostrando el resentimiento que, desde hace 139 años a este tiempo de publicación, hizo y sigue haciendo daño a los chicanos en Estados Unidos que fueron forzados a adoptar una cultura imperialista que llegó a acudir a las barreras para separar a los “extranjeros” ajenos al país.
Esta frontera la convierte desde algo físico a algo metafórico, ahora lo que divide un pueblo y una cultura también la divide por dentro, siendo que Anzaldúa es una combinación de ambas culturas, es decir, la autora nació y creció en medio de una división de culturas. Esta misma división le causa un efecto de dolor ya que el rencor está presente en el fondo del chicano donde el mexicano se encuentra escondido. Sin embargo, hace crítica directa al hombre blanco y su sentimiento de superioridad al poner barreras separando pueblos.
La autora hace énfasis en lo inútil que es poner barreras ya que es imposible poner muros en el mar y hace referencia a un personaje africano, quien es “…la diosa del mar, de los yorubas, y posee todos los atributos míticos de la Luna” (González, 1976, p. 41).
Aunque el suelo ya no es más propiedad mexicana, en el yace: el espíritu, costumbres y tradiciones que lo preservan mexicano e indígena. También deja una especie de predicción con el tema de recuperar esas tierras, refiriéndose al aspecto de que el mexicano es el que predomina en el sur de Estados Unidos y cada vez se encuentran menos anglos en esta área.
Anzaldúa es la conexión de ambos mundos y menciona al gabacho (estadounidense) y al mojado (mexicano) como los dos extremos de dicho puente; así como también traza esa imagen como de una línea temporal donde el mexicano es su pasado y el estadounidense su presente. De esta manera hace sentido el ver al mexicano que ya nunca más lo fue en un país ahora ajeno y apropiado, y al estadounidense como su ahora y aquí. Luego, la autora se refiere a la Virgen de Guadalupe quien es muy seguida y venerada por los católicos en México a lo largo de su historia.
Se sigue construyendo la identidad del chicano; menciona que el tercer país (los chicanos) es producto del primer mundo (Estados Unidos) y del tercer mundo (México). La herida que hay en esta metáfora consta de la que se hace al poner el muro entre los dos países, la imagen que utiliza con el verbo arañar asemeja esta constante cruza de migrantes que buscan una mejor vida en los Estados Unidos y el migrante que es metaforizado como la sangre o savia llega a formar el tercer país, como el individuo que fusiona las dos culturas transmitiéndolo de generación en generación.
No obstante, el habitante de la frontera además de ser todo lo negativo que se le pueda adjuntar por parte del anglo, también es un intruso; alguien que no pertenece al país. Y por esta razón se les dio un trato despreciable e inhumano, desde violaciones hasta disparos y atacado con gases. De igual manera Anzaldúa expresa que los únicos extranjeros permitidos son aquellos que tienen el poder, los provenientes de Europa: los anglos.
Este pequeño relato dentro de la obra muestra los cuidados que debían seguir para que no se les confundiera con indocumentados. Aunque estos personajes en cuestión eran nacidos en los Estados Unidos, presentaban rasgos mexicanos y, lo único que les diferenciaría, serían los papeles que demostraban la nacionalidad, con los cuales no contaba al momento de la detención. Un aspecto también importante era que algunos de ellos no dominaban el idioma y los hacía perder credibilidad ante las autoridades. Por otro lado, Anzaldúa continúa con la búsqueda de la identidad chicana y se remota a las primeras apariciones humanas en el continente americano:
...los primeros habitantes llegaron cruzando el estrecho de Bering y fueron bajando a pie hacia el sur, cruzando el continente... —restos de los indios antiguos, antepasados de los Chicanos —...En el suroeste de Estados Unidos los arqueólogos han descubierto campamentos de hace 20.000 años pertenecientes a Indios que ocupaban de forma permanente el suroeste o se desplazaban por él. El suroeste, Aztlán —la tierra de las garzas reales, la tierra de la blancura, el paradisiaco lugar de origen de los aztecas (Anzaldúa, 1987, p. 43).
La autora se identifica, se mantiene firme y muy segura de las raíces mexicanas, también de descendencia indígena “los descendientes del pueblo Cochise originario migraron a lo que hoy es México y Centroamérica y se convirtieron en los antepasados directos de muchos de los mexicanos” (Anzaldúa, 1987, p. 43). Esto reafirma el gran apego que Anzaldúa (o los chicanos) tiene(n) con los grupos indígenas y su afinidad con ellos. Así mismo, hace mención de personajes como Huitzilopochtli quien esconde en la historia del asentamiento mexica aspectos que logró percibir, tales como los simbolismos del águila y la serpiente posando en el nopal.
Anzaldúa parte del comienzo de la cultura chicana y parte de, como su nombre lo dice, el despojo de sus propias tierras. La rivalidad entre el mexicano y el estadounidense parte de la invasión anglosajona al territorio mexicano, detonando una batalla (batalla de El Álamo) en donde los estadounidenses salen abatidos sintiéndose humillados por los mexicanos. Después los anglosajones cobraron venganza y capturaron a Santa Anna en 1836 con el fin de tomar el territorio tejano, y menciona la autora “los tejanos perdieron su tierra y, de la noche a la mañana, se convirtieron en extranjeros” (Anzaldúa, 1987, p. 46). Esta introducción sirve para poder comprender mejor lo que viene después para los mexicanos antes de convertirse en estadounidenses y luego chicanos.
Además del robo territorial por parte del anglo, el mexicano se siente despojado y humillado de cierta manera ya que con las tierras sería suficiente, pero el estadounidense no se vio satisfecho con la toma de Texas, continuó con su impulso imperialista y tomó Nuevo México, Arizona, Colorado y California, llevándose consigo minas de minerales preciosos. Y de este modo “los norteamericanos empujaron la frontera de Texas hacia el sur…Separados de México, los tejano-mexicanos nativos dejaron de considerar este país como su hogar” (Anzaldúa, 1987, p. 46), ahora los mexicanos que residían en estos lugares tuvieron que aceptar los nuevos términos y seguir adelante. Adoptaron a una cultura y retos nuevos.
Por otra parte, el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848 dio formalidad a la cesión de territorio mexicano al estadounidense y “La tierra que según el tratado pertenecía a los mexicanos les fue arrebatada poco después por medio de engaños y estafas. El tratado nunca se cumplió y, hasta el día de hoy, no ha habido ningún tipo de restitución” (Anzaldúa, 1987, p. 44). Lamentablemente los pactos que se hicieron en papel fueron ignorados y dio paso a incontables injusticias para los mexicanos que pasaron a ser estadounidenses. No se les trató como tal y el anglosajón siguió destituyendo al mexicano de lo que le pertenecía. Y el mexicano se dolía de esta destitución territorial “Con el destierro y el exilio fuimos desuñados, destroncados, destripados —nos jalaron, sacándonos de raíz, nos troncharon, nos evisceraron, nos desposeyeron, separándonos así de nuestra identidad y de nuestra historia” (Anzaldúa, 1987, p. 44). Estas palabras que la autora plasma en el trabajo alude a los sentimientos que escuchó de algún personaje en su vida, reflejan lo que significó para ellos el perder esta batalla contra los anglos y
ahora ser parte de un nuevo país, ajeno al de sus orígenes. Asimismo, marca un antes y un después para la identidad del mexicano en Estados Unidos en su transición al chicano. Las injusticias no pararon ahí, Anzaldúa relata una historia pequeña acerca de unos chicanos que robaron un tren y grupos de justicieros estadounidenses salieron a valer justicia por mano propia y lincharon a los chicanos. También, estos mismos recorrieron libremente el país ahuyentando y amedrentando familias enteras de chicanos sin castigo alguno.
Por otro lado, en la narrativa de Anzaldúa podemos apreciar las malas jugadas que los estadounidenses, aprovechándose de su situación, elaboraban para hacerse con las propiedades de los mexicanos. La autora, en los pasajes, describe dos de las diversas situaciones por las cuales algunos llegaron a pasar pese a su ventaja con el idioma, un ejemplo de ello es: “Mi pobre madre viuda perdió dos tercios de su ganado. Un listo abogado gabacho se hizo con la tierra, mi mamá no había pagado los impuestos. Ella no hablaba inglés, no sabía cómo pedir tiempo para conseguir la plata” (Anzaldúa, 1987, p. 49). Aquí vemos claramente que el abogado aplica la ley del más fuerte, considerando el conocer el idioma como ventaja, y sobrevive a cuesta de la debilidad del otro.
Asimismo, el cinismo estadounidense llegó hasta poner a trabajar a los mismos mexicanos en las tierras que un día les pertenecieron una vez apoderándose por medio de engaños de las propiedades. Aparentemente el resentimiento por no haber conseguido lo que más tarde arrebataron al perder la batalla de El Álamo llegó demasiado lejos.
Esta parte de la narrativa de Anzaldúa se puede resumir en la palabra “miedo” ya que, a partir del evento de la devaluación del peso y la apertura de maquiladoras, miles de mexicanos en el momento buscaron regresarse o emprender un viaje para encontrar un mejor futuro con mejores oportunidades y, por ende, al tratar de cruzar la frontera, se encontraban con diferentes obstáculos impuestos por el anglo. Esto demuestra la decadencia económica en México, el creciente flujo migratorio hacia los Estados Unidos y más oportunidades para el anglo para continuar aprovechándose del mexicano y el chicano. El subtítulo se pudiera dividir en tres: la crisis, la travesía y uno de cada tres es atrapado. Los cuales describen a la perfección la situación causa-efecto del mexicano y su naciente necesidad de regresar a donde los estadounidenses ahora se ubican. México completo en este punto perteneció a los Estados Unidos económicamente (y hasta la fecha), con la llegada de maquiladoras, los chicanos y mexicanos debían trabajar largas jornadas dejando a los menores descuidados en los hogares, surgiendo así, las bandas de cholos.
En “la travesía”, Anzaldúa explica el surgimiento de “la invasión silenciosa” que surge de las escasas opciones del mexicano para sobrevivir “las opciones son quedarse en México y morirse de hambre o trasladarse al norte y vivir” (Anzaldúa, 1987, p. 51). Esta declaración detalla la situación en la que se encontraba el mexicano, no le quedaba de otra más que salir, dejar o llevarse a su familia y buscar un futuro mejor.
Anzaldúa enfatiza en lo aguerrido que es el mexicano esperanzado en que su devoción a la virgen de Guadalupe les proveyera la fuerza necesaria para continuar su aventura por la barrera natural fronteriza pese a las condiciones en las que se encontraban. Aunque la mayoría de las ocasiones eran los hombres quienes se aventuraban a enfrentar la naturaleza para llegar a los Estados Unidos, también las mujeres emprendían este viaje tan difícil y otro de los puntos que toca la autora en este apartado es que la mujer sufría más que el hombre mexicano al tratar de conseguir una mejor vida en el nuevo país. Esto es, las mujeres sufrían de toda clase de abusos pese a su género y su físico.
Es impresionante como la autora nos empuja fuera de nuestra zona de confort, lejos de los privilegios que un hombre pueda gozar de cierta manera. Uno se pondría a pensar que el encaminarse a un viaje donde el único peligro sería el ser atrapado o verse perseguido por algún animal silvestre, pero
la mujer tiene la misma preocupación sumado a los peligros que un hombre le pudiera ocasionar hacia su persona.
Otro de los aspectos que caracterizan al chicano, como herencia del mexicano por su pasado esclavo, es la subordinación y la rebeldía. Ambos sentimientos provienen del mismo origen, algunos siguen siendo esclavos y otros, cansados de la tiranía, se rebelan en contra de las autoridades, dígase gobierno, padres, patrones, entre otros. Es por esto por lo que la autora escribe:
Esos movimientos de rebeldía que tenemos en la sangre nosotros los mexicanos surgen como ríos desbocanados en mis venas. Y como mi raza, que cada en cuando deja caer esa esclavitud de obedecer, de callarse y aceptar, en mí está la rebeldía encimita de mi carne. Debajo de mi humillada mirada está una cara insolente lista para explotar. Me costó muy caro mi rebeldía — acalambrada con desvelos y dudas, sintiéndome inútil, estúpida e impotente (Anzaldúa, 1987, p. 55).
Este párrafo de carácter reflexivo trata de lo que la rebeldía significa para Anzaldúa. Sus ideales siempre iban por encima de cualquier cosa: cultura, familia o país. Estos ideales le costaron, como lo menciona en el texto, varios momentos desgastantes y no se muestra arrepentida de ello. También la autora elude a esta tendencia del mexicano que de vez en cuando deja agachar la cabeza en subordinación de diferentes circunstancias en las que son injustas y solo le queda obedecer y seguir adelante, pero la rebeldía que se encuentra muy en el fondo sale a flote logrando muchas batallas en sus historias. Más aun, Anzaldúa no se limita a hacer crítica al anglo, sino también a su propia cultura mexicana, que dentro de ella existen diversas injusticias.
La cultura le dicta qué es lo que debe hacer, cómo comportarse y de qué manera dirigirse a las personas, a quien obedecer y más. Anzaldúa siente la traición de su cultura por estas mismas razones, consciente o inconscientemente se adquieren y se reproducen. Es por esto por lo que la autora menciona que vive en una constante independencia de pensamientos patriarcales o subordinantes la llegan a atrapar de una u otra forma.
Algo muy importante para el mexicano son las fotos, pero no es solo por la imagen, sino por todo lo que se representa en ella “mi familia, mi tierra, mi gente” tal y como lo menciona Anzaldúa, tiene una carga sentimental enorme y es por esto por lo que en cada casa mexicana hay retratos colgados en las paredes o posándolos sobre muebles. “Cada pedacito de fe en mí misma que había reunido concienzudamente se llevaba una golpiza diaria. Nada en mi cultura me proporcionaba aprobación. Había agarrado malos pasos. Algo en mí estaba «muy mal». Estaba más allá de la tradición” (Anzaldúa, 1987, p. 56). Es decir, Anzaldúa a su corta edad ya recibía este trato diferente por sus acciones que iban en contra de lo establecido en la cultura, y esta le obligaba a atender al hombre “En lugar de plancharle las camisas a mi hermano pequeño o limpiar los armarios me pasaba largas horas estudiando, leyendo, pintando, escribiendo” (Anzaldúa, 1987, p. 56). Por esto mismo, la autora menciona que tuvo que abandonar su lugar de origen para ir en busca de su propia identidad ya que en la suya no se sentía bienvenida “Yo fui la primera persona en seis generaciones que se marchó del Valle, la única de mi familia que se fue de la casa” (Anzaldúa, 1987, p. 56). La cultura mexicana empujó a que el resentimiento en Anzaldúa emergiera y creciera con el paso del tiempo, obligándola a salir de las opresiones culturales hacia su propia libertad y así, convertirse oficialmente en la rebelde que no sigue autoridades y desafía a lo establecido.
Gloria Anzaldúa dedica este título a desenmascarar a la cultura y la religión, “la cultura está hecha por quienes tienen el poder —los hombres—” (Anzaldúa, 1987, p.57). De este modo, enuncia y da pie a
una crítica enorme hacia el patriarcado, el cual, al igual que los que dictan la historia de la humanidad son los ganadores de las guerras, en este caso, el dominante dicta lo que está bien y lo que no, dejando a la mujer sumisa a merced de este mismo. Y es por esto por lo que se tiene tan marcado el estatus entre el hombre y la mujer específicamente en la cultura y religión mexicana y chicana. El hombre le ha impuesto a la mujer que “las mujeres deben estar al servicio de los hombres” (Anzaldúa, 1987, p. 57). Así también, la imposición de las jerarquías de género llegó a tal grado que la mujer chicana les impuso a sus hijos a forzar por medio de la violencia a otras mujeres más jóvenes a ser sumisas y obedecer al hombre “¿cuántas veces he oído a madres y suegras decirles a sus hijos que golpeen a su esposa por no obedecerlos, por ser hociconas, por ser callejeras (por ir a ver a las vecinas y chismorrear con ellas)” (Anzaldúa, 1987, p. 57). Por ello, la mujer debió tener mucho cuidado en sus actos ya que, si pasaba algo que no se consideró como correcto la mujer era percibida como una mujer mala, egoísta, etc. También menciona que “de acuerdo con el cristianismo y la mayor parte de las principales religiones, la mujer es carnal, animal y está más cerca de lo anti-divino, debe ser protegida. Protegida de sí misa. La mujer es lo extraño, lo otro” (Anzaldúa, 1987, p. 58). En otras palabras, el hombre no se hace responsable de sus propios actos, sus malas acciones se justifican culpando a la mujer de provocar, de llamar al “pecado”. Por último, enuncia que la mujer chicana solo tenía derecho a tres opciones “hacia la iglesia católica haciéndose monja, hacia la calle volviéndose prostituta o hacia el hogar como madre de familia” (Anzaldúa, 1987, p. 58), demostrando que no tenían libre albedrío pues eran muy marcadas y normalizadas en la época, y, aunque las opciones eran limitadas, menciona una cuarta opción “hoy en día algunas de nosotras tenemos una cuarta opción: adentrarnos en el mundo por medio de una educación y una carrera profesional y convertirnos en personas autónomas. Solo unas pocas” (Anzaldúa, 1987, p. 57).
Así también Anzaldúa explora el mundo del transgénero (o también llamados queer), el cual es fuertemente criticado por la sociedad conservadora religiosa. La manera en la que se refieren a este grupo de personas se percibe el grado de morbo y sentido despectivo que le agregan a la situación. En esta parte de su narrativa, la autora nos habla sobre una joven quien se viste por las noches como el género opuesto y porta los genitales correspondientes con fines desconocidos,
Anzaldúa comienza con “la gente del pueblo decía que era una de las otras” (Anzaldúa, 1987, p. 60), aquí nos percatamos de cómo esta sociedad relegó a esta joven con solo no cumplir con las características físicas o actitudes de las cuales se está acostumbrado. No encajaba en el “hombre o mujer”, se cerraba a tan solo dos opciones, ¿por qué habría únicamente blanco y negro si existen miles de colores dispersos por el mundo? Y en este punto, Gloria continúa “la llamaban mitad y mitad ‘mita y mita’, ni una cosa ni otra, sino un extraño carácter doble, una desviación de la naturaleza que provocaba terror, un trabajo invertido de la naturaleza” (Anzaldúa, 1987, p. 60), el chicano tenía tan encarnado este sentido de “blanco o negro” que no lograba aceptar que podía haber un “blanco Y negro” y aquí es donde plasma la realidad, el trasfondo de lo que escondía esta crítica conservadora hacia la comunidad transgénero, el miedo. El chicano se encontraba aterrado al ver algo fuera de lo que se conoce, algo de lo que poco se sabía.
Por último, la autora conforme a las personas transgénero menciona que “hay algo emocionante en ser a la vez macho y hembra, tener entrada a ambos mundos… las personas «mitad y mitad» no sufren confusión sobre su identidad sexual o sobre su género. Por lo que sufrimos es por una dualidad absolutamente despótica que asegura que solo podemos ser una cosa o la otra” (Anzaldúa, 1987, p. 60), es decir, la identidad no es un problema al ser “blanco y negro”, por tanto, la persona transgénero tiene oportunidad de conectar con más personas con sus mismos aspectos pertenecientes en cuanto al género y hiere esa elección forzosa entre uno y el otro que solo encierran los chicanos conservadores.
La autora expone el nivel de inseguridad habitual del cual un individuo, que no menciona género, pero hace referencia al hombre “El mundo no es un lugar seguro en el que vivir. Temblamos en celdas
separadas en ciudades valladas, con los hombros hundidos, conteniendo apenas el pánico bajo la epidermis” (Anzaldúa, 1987, p. 62). El nivel de miedo es tan alto que la gente no puede demostrarlo ya que se volverían vulnerables y lo esconden bajo la piel para protegerse a sí mismos. Y todo esto sirve de punto de comparación entre lo que teme este individuo con el nivel de inseguridad que vive una mujer, que claramente el caso anterior describe la situación de un hombre y aquí es donde nos revela el género de este “La mujer no se siente segura cuando su propia cultura, y la cultura blanca, la critican; cuando los machos de todas las razas le dan caza.” (Anzaldúa, 1987, p. 62), la inseguridad de la mujer comienza desde la casa, desde donde debería encontrarse más segura pues es el lugar en el que todos más confiamos. Y si se siente abandonada por su cultura madre, es evidente sentirse vulnerable con la cultura blanca.
Anzaldúa (1987), continúa con el resentimiento de la mujer, efecto del machismo presente en las culturas “nuestras culturas nos roban la capacidad de actuar, nos ponen grilletes a fin de protegernos. Bloqueadas, inmovilizadas, no podemos avanzar, no podemos retroceder” (p. 62). El hombre “protege” (o se protege a sí mismo, mejor dicho) a la mujer por medio de represiones físicas y mentales para que no puedan hacen nada al respecto y se queden en un estancamiento en todos los ámbitos. La mujer es presa del machismo entre culturas. Por otra parte, la autora hace mención del fundamento que llegó a formar su identidad:
La autora simpatiza con la idea de rebelión que tuvieron las mujeres indígenas y motiva a la idea de que ese sentimiento de empoderamiento no da pie a la traición pues ella se desenvolvió en situaciones diferentes a las de aquellas mujeres que solo les enseñaron la sumisión y seguir estándares de la sociedad blanca. Y Anzaldúa reafirma su identidad agregando:
Para separarme de mi cultura (como de mi familia) tuve que sentirme lo suficientemente competente en el afuera y lo suficientemente segura en mi interior para vivir la vida yo sola. Y, sin embargo, al irme de casa no perdí el contacto con mis orígenes porque lo mexicano forma parte de mi organismo. Soy una tortuga, por donde voy, cargo «mi hogar» a la espalda. (Anzaldúa, 1987, p. 63)
En otras palabras, la autora tuvo que tomar valor y tener la suficiente mentalidad para adentrarse al mundo exterior, ya que, si en su núcleo las cosas eran complicadas, afuera lo serían aún más. Además, la autora afirma que donde quiera que nos encontremos llevamos nuestros lugares de origen, pues es lo que somos y lo que nos identifica como residentes de algún lugar del cual deberíamos sentirnos orgullosos tal cual lo demuestra ella. Ella entiende las palabras tergiversadas del hombre al ponerle obstáculos a la mujer con temas como la religión, la cultura o la dogmática y de nuevo les pone un freno. Lo más justo sería que el hombre se pusiera a revisar y “ponerse en los zapatos” de la mujer para que abra los ojos y entienda también todo el daño que han causado o que solo dejen de lado sus juegos para seguir dominando en el planeta tierra.
Esta parte explora las influencias espirituales y mitológicas en la construcción de la identidad. Anzaldúa introduce figuras como Coatlicue ( Coatlalopeuh ), la serpiente madre en la mitología azteca, para expresar las luchas internas y el poder transformador de la identidad femenina. Aquí, la identidad se vincula a la espiritualidad y a la conexión con las raíces indígenas, desafiando la visión colonialista del mestizaje.
La religión desempeña un papel muy importante en la cultura chicana, ya que sirve como conexión que une la identidad, historia y tradiciones de esta comunidad. A lo largo de los años, la influencia del
catolicismo y las prácticas indígenas han formado creencias y costumbres chicanas. Su fe no solo demuestra el sentido de pertenencia, sino que también funciona como un medio de resistencia frente a la opresión y marginación. En un contexto donde la identidad chicana se ha desafiado continuamente, la religión emerge como una fuente de fortaleza y cohesión, que le ha permitido a la comunidad preservar su legado y se ha adaptado a los cambios que surgen. Y es por esto por lo que Anzaldúa nos sumerge en su experiencia, mostrándonos qué tan diferente se vive el catolicismo chicano del mexicano.
Ahora bien, la mención de “Coatlalopeuh” como nombre indígena hace énfasis en sus raíces, exponiendo que, en la comunidad chicana, la Virgen es vista no solo como ícono religioso, sino también como un enlace con su herencia indígena. Por lo tanto, en este fragmento, no solo da la imagen de una práctica religiosa, sino que también encara cuestiones identitarias, de herencia y la forma en que la espiritualidad se entrelaza con la vida cotidiana de las familias chicanas.
Asimismo, la Virgen de Guadalupe, figura central en la cultura chicana, se presenta como un símbolo de unidad y mediación entre diversas identidades. Según Anzaldúa expresa en el texto:
Guadalupe une a gentes de razas, religiones y lenguas distintas: protestantes chicanos, indios americanos y blancos. «Nuestra abogada siempre serás.» Ella actúa como mediadora entre la cultura española y la indígena (o entre tres culturas en el caso de los mexicanos de origen africano u otros) y entre los chicanos y el mundo de los blancos. Ella media entre los humanos y lo divino, entre esta realidad y la realidad de las entidades espirituales. La Virgen de Guadalupe representa la identidad étnica y la tolerancia hacia la ambigüedad que poseen por necesidad los Chicanos- mexicanos, la gente de raza mezclada, la gente que tiene sangre india, la gente que atraviesa culturas (Anzaldúa, 1987, p. 74).
Como se mencionó anteriormente, el fragmento subraya el papel de la Virgen de Guadalupe tan fundamental como un símbolo de identidad chicana, que representa la unión de diversas razas, religiones y tradiciones. En la figura de la virgen de Guadalupe se manifiesta una mediación cultural crucial, que une a chicanos, indígenas y blancos, y también integra sus historias y luchas compartidas. Este entrelazamiento de identidades refleja la complejidad que forma a los chicanos, que los caracteriza su herencia mestiza y su necesidad de navegar entre múltiples realidades.
Por otra parte, la identidad chicana también se enriquece a través de la representación de figuras maternas que reflejan diversas experiencias y sufrimientos. En este sentido, la autora afirma que:
Gloria Anzaldúa revela la complejidad de la identidad chicana a través de la imagen simbólica de las tres "madres", cada una representando distintos aspectos de la experiencia cultural y emocional de este grupo. La Virgen de Guadalupe emerge como una madre protectora y constante, simbolizando la resiliencia y la conexión espiritual que ofrece a la comunidad chicana. Su papel como mediadora resalta el anhelo de unidad y pertenencia en un contexto de múltiples influencias culturales.
Por otro lado, la figura de La Chingada representa el dolor y la traición histórica, una madre que ha sido violentada y cuyos sufrimientos a menudo se ignoran. Este símbolo habla de la lucha interna en la identidad chicana, donde el pasado de colonización y abandono se convierte en un legado que, aunque doloroso, es fundamental para entender su historia.
Finalmente, La Llorona encarna la búsqueda de conexión y la pérdida, una madre que implora por sus hijos perdidos y refleja la angustia de una identidad dividida. Su combinación de características de las otras dos figuras ilustra la intersección de dolor, búsqueda y esperanza que caracteriza la experiencia chicana. En conjunto, estas tres madres además de demostrar lo complicado que es la
identidad chicana, de igual manera trazan la necesidad de reconciliar el pasado con el presente, en una continua búsqueda de pertenencia y significado.
La identidad chicana se complica a través de la ambigüedad de sus símbolos maternos, que a menudo han sido apropiados por estructuras de poder. Como lo menciona la autora:
Los símbolos de estas tres «Madres nuestras» están rodeados de ambigüedad que en conjunto revelan la complejidad y la riqueza de la identidad chicana a través de figuras maternas simbólicas como la Virgen de Guadalupe, La Chingada y La Llorona. Cada una de estas "madres" encarna aspectos cruciales de la experiencia chicana: la resistencia, el sufrimiento y la búsqueda de identidad en un contexto de ambigüedad cultural. A pesar de la manipulación histórica y opresiva de estos símbolos, su revalorización se convierte en una acción de resistencia y afirmación de orgullo. Así, la lucha por reconciliar el pasado con el presente se transforma en un esfuerzo colectivo por reivindicar una identidad rica y multifacética, que desafía las narrativas impuestas y celebra la diversidad de la comunidad chicana.
La identidad chicana es una construcción cultural profundamente compleja que surge del cruce de diversas raíces y tradiciones. Este fenómeno se manifiesta en la experiencia de los chicanos que navegan entre la herencia indígena y las influencias coloniales, así como entre la cultura mexicana y la estadounidense.
La expresión "salgo continuamente de una cultura para entrar en la otra" ilustra la dinámica de moverse entre diferentes mundos culturales, una situación común en la vida chicana, donde las identidades pueden ser tanto complementarias como conflictivas. Esto sugiere un sentido de transitoriedad y adaptación, pero también de lucha interna, ya que los chicanos se enfrentan a las expectativas y normas de diversos contextos.
La metáfora de ser "alma entre dos mundos, tres, cuatro" enfatiza la multiplicidad de identidades que coexisten dentro de la voz que da vida al poema. Esta multiplicidad puede llevar a una sensación de fragmentación, que se representa en "me zumba la cabeza con lo contradictorio". Este zumbido simboliza el caos emocional que puede surgir de esta diversidad, así como la riqueza que conlleva; las múltiples voces que resuenan son a la vez un desafío y una fuente de fortaleza.
La frase "estoy norteada por todas las voces que me hablan simultáneamente" revela la influencia de diversas narrativas y experiencias que moldean la identidad chicana. Entre estas voces pueden incluirse las de la familia, la comunidad, la historia y la sociedad en una escala más amplia, y así, refleja una lucha constante por encontrar un lugar y un sentido de pertenencia en un mundo que a constantemente margina y silencia estas identidades.
El título del poema, "Una lucha de fronteras", encapsula esta experiencia de negociación y conflicto. Las fronteras, en este contexto, no son solo límites geográficos, sino también culturales, sociales y emocionales. La lucha por definir y reivindicar la propia identidad en medio de estas fronteras es un acto de resistencia, donde la voz poética busca un equilibrio entre sus diversas raíces y vivencias.
En resumen, en sus poemas destaca la riqueza y la complejidad de la identidad chicana, reflejando la tensión entre la pertenencia y la fragmentación. A través de la exploración de su mestizaje y la lucha por navegar entre diferentes culturas, se pone en evidencia la resistencia y la afirmación de una identidad que es, en última instancia, multifacética y dinámica.
Asimismo, en el poema “El retorno está cargado de significado y simbolismo, ofrece una reflexión enorme sobre la identidad chicana y la herencia cultural en Estados Unidos. A través de su alusión a la historia y las raíces indígenas, desafía las narrativas de asimilación y olvido, proponiendo una reivindicación de lo que ha sido y lo que aún es:
Esta tierra fue mexicana una vez fue india siempre
y lo sigue siendo
Y lo volverá a ser (Anzaldúa, 1987, p. 151).
El poema denota una fuerte conexión con la identidad chicana, resaltando la historia y la lucha por el reconocimiento cultural como se mencionó anteriormente. La línea "Esta tierra fue mexicana una vez" subraya la herencia indígena y la influencia colonial, sugiriendo un regreso a las raíces y una resistencia a la asimilación. La repetición de "fue india siempre y lo sigue siendo" enfatiza la continuidad de las culturas originarias, desafiando las narrativas que han intentado borrarlas. La proyección hacia el futuro con "Y lo volverá a ser" simboliza la esperanza y la reivindicación de esa identidad, sugiriendo un ciclo de resistencia y renacimiento. Este enfoque se alinea con el movimiento chicano, que busca validar y celebrar su historia y cultura en un contexto de opresión.
Las implicaciones de la identidad chicana que presentan tanto Tomás Rivera como Gloria Anzaldúa, ofrecen una perspectiva crítica sobre la construcción de la identidad en contextos de opresión y resistencia, exploran la complejidad de la identidad chicana y las luchas culturales que enfrentan los personajes. Rivera utiliza la voz de un niño para mostrar la experiencia de los mexicanos en Estados Unidos mientras que Anzaldúa aborda la identidad desde múltiples perspectivas, incluyendo la opresión y la resistencia. Tanto Rivera como Anzaldúa retratan la frontera, no solo como una división geográfica, sino como un espacio de conflicto, mezcla y transformación cultural. Para Anzaldúa, la frontera es un lugar de dolor, pero también de posibilidades creativas, y Rivera muestra cómo la migración y la separación afectan a las comunidades. Ambos autores abordan el tema del desplazamiento. En ...Y no se lo tragó la tierra, los personajes enfrentan la discriminación y la búsqueda de un lugar al que pertenecer. En Borderlands/La frontera: The New Mestiza, Anzaldúa analiza el sentido de no pertenecer plenamente a ninguna cultura, lo que también se refleja en las luchas de los personajes de Rivera. Rivera emplea un lenguaje poético y simbólico, mientras que Anzaldúa mezcla el inglés y el español, creando un estilo único que refleja su realidad cultural. Ambos autores usan el lenguaje como una forma de resistencia y afirmación de identidad. Las dinámicas familiares y la importancia de la comunidad son fundamentales. Los personajes encuentran consuelo y fortaleza en sus relaciones, lo que contrasta con las adversidades externas que enfrentan.
Al estudiar ...Y no se lo tragó la tierra y La frontera en conjunto, se puede apreciar una visión más amplia y compleja de la identidad chicana, que abarca las luchas colectivas por la justicia social como los procesos internos de autoafirmación y transformación. Estas obras no solo narran las experiencias de las personas en los márgenes, sino que también ofrecen una crítica a las nociones hegemónicas de identidad.
La novela de Rivera y Anzaldúa desafía las concepciones tradicionales de la identidad al ofrecer representaciones de personajes y voces que resisten las categorías fijas y abrazan la fluidez, la contradicción y la multiplicidad. Ambas obras subrayan la importancia de la comunidad y la memoria en la formación de una identidad resistente y transformadora. En un mundo que constantemente busca definir y limitar las identidades, ofrecen una visión poderosa de la identidad como un espacio de lucha, creatividad y libertad, donde las fronteras no son muros inquebrantables, sino espacios de oportunidad para la reinvención personal y colectiva.
Anzaldúa, G. (1987). Borderlands/La Frontera: La Nueva Mestiza. Libros de la tía Lute.
Cantero, M., y Georgia, P. S. (2003). La creación del español mestizo en la literatura chicana: identidad y elección lingüística. In El español, lengua del mestizaje y la interculturalidad [XIII Congreso
Internacional de la Asociación para la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera). Murcia. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2800181
Esteban Giner, I. J. (2005). Contextualización de la obra de Tomás Rivera. [Tesis doctoral]. Universidad de Granada]. https://digibug.ugr.es/bitstream/handle/10481/761/15740274.pdf?sequence=1
González-Wippler, M. (1976). Santería: magia africana en Latinoamérica. México.
Joysmith, C. (2012). De espejos, cantares y cruces: a manera de introducción. En cantar de Espejos de Poesía testimonial chicana de mujeres. UNAM-CISAN-Universidad del Claustro de Sor Juana.
Mena Iturralde, L. (2014). Los otros inmigrantes. identidades y diferencia en la integración cultural de los venezolanos residentes en Tijuana. [Tesis de maestría]. Colegio de la frontera norte. https://posgrado.colef.mx/wp-content/uploads/2014/11/Tesis-Mena-Iturralde.pdf
Molano, O. (2007). Identidad cultural un concepto que evoluciona. Revista Opera, 7. 69-84 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4020258
Rivera, T. (1971). …y no se lo tragó la tierra. Arte Público Press.
Juan, A. y García, I. M. (2015). Literatura chicana actual en los Estados Unidos. Tonos digital: Revista de estudios filológicos, 28. https://www.um.es/tonosdigital/znum28/secciones/tintero-5-- literatura_chicana.htm
Zick, M. (s.f.). La Religión en la Cultura Mexicana. https://studylib.es/doc/5885125/la-religi%C3%B3n- en-la-cultura-mexicana-por-mary-zick-hay-much...