
Meneses Tello, F. (2025)
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2025 | Revista Estudios de la Información, 3(2), 5-26.
hps://doi.org/10.54167/rei.v3i2.1898
El comerciante de libro anguo también se le conoce como librero ancuario, quien compra-
vende libros raros, curiosos y únicos, ya sea por su materialidad (por el po de papel, ligranas,
encuadernación, nta, pograa, ordenamiento de los pliegos, dedicatorias, ilustraciones, entre
otras caracteríscas) o contenido (por el tema que trata), por ende, de alto valor cultural. Libros de
excepcional valor bibliográco tales como los libros manuscritos anguos (códices) y los primigenios
libros impresos (incunables). Es decir, obras consideradas como joyas bibliográcas. Recordemos que
Marnez de Sousa (2004) en su Diccionario de bibliología y ciencias anes dene el término Joya
bibliográca como el ejemplar de gran valor, ya sea por su angüedad, rareza o singularidad, como
los códices, incunables, libros únicos o raros, etc. Para ejemplicar, recordemos el caso de un célebre
librero mexicano del siglo XIX.
José María Andrade (1807-1883), próspero librero, editor y bibliólo erudito, como lo
consideró Fernández de Córdoba; o ‘culto y benemérito librero’, como lo valoró Juan B. Iguíniz,
comparece como uno de los ilustres libreros de la ciudad de México en empos de lucha entre
liberales y conservadores. Este personaje, en el marco de la historia decimonónica del libro,
comparece en el escenario políco del segundo imperio mexicano, gobernado por Maximiliano de
Habsburgo (1832-1867), al vender, ‘a bajo precio’, su biblioteca de carácter general con el propósito
de fundar la Biblioteca Imperial de México. Según Iguíniz (1965), ese acervo contenía “4,484 obras,
sin incluir la multud de hojas sueltas, opúsculos y otras piezas menores, y la parte mexicana, según
consta de su catálogo que corre impreso, comprendía lo más selecto, valioso e interesante de
nuestras angüedades, nuestra historia y nuestra literatura” (p. 120). Dada la derrota del emperador
entre 1866 y 1867, aquella biblioteca de Andrade fue embalada en más de doscientas cajas y, por
orden del padre Agusn Fischer, se envió a lomo de mula al puerto de Veracruz para ser embarcada
con rumbo a la ciudad de Leipszig, Alemania, en donde algunos libreros la dispersaron en almoneda
pública en enero de 1869. Se sabe que 3,000 volúmenes fueron a parar a manos del historiador
estadounidense Hubert Howe Bancro (1832-1918), de San Francisco, California (
Fernández de
Córdoba, 1959). Colección que más tarde formó parte de la Bancro Library, fundada por la
Universidad de California, Berkeley, en 1905. Se arma que, en total, la colección de Andrade se
vendió por la candad de $16,562.44 pesos (Ramírez López, 2020).
En el discurso que Juan B. Iguíniz publicó sobre el éxodo de libros mexicanos al extranjero,
algunos libreros guran entre los principales protagonistas del complejo fenómeno que nos ocupa.
Al mencionar la biblioteca que conformó el escritor Vicente Riva Palacio en España y que trajo
consigo a México, armó que fue dispersada por libreros de ocasión. Más aún, este mismo autor
escribiría: “La biblioteca del disnguido bibliógrafo e historiador licenciado Francisco Pérez Salazar,
muerto prematuramente en 1941, fue adquirida no hace mucho empo por los libros Porrúa
Hermanos. […] Es de senrse que tan valiosa biblioteca, debidamente especializada, no se hubiese
conservado íntegra” (Iguíniz, 1965, p. 120-130).
La historia de los libreros de viejo en parte es la historia del comercio de libros anguos, del
tránsito de joyas bibliográcas, de la dispersión de bibliotecas personales. Los tulos
Libreros: crónica de la compraventa de libros en la Ciudad de México: Ubaldo López Barrientos y
sucesores (López Casillas, 2016) y Libreros de viejo en la Ciudad de México: crónica de la
compraventa de libros en la segunda mitad del siglo XX, contadas por algunos de sus protagonistas
(
López Casillas, 2023), ilustran el fenómeno de la esfera comercial que ocasiona la desintegración