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Gaos, José (2022). Filosofía de la técnica. Edición de María Antonia
González Velerio y Nicole C. Karafyllis. Editorial Herder.
Heriberto Ramírez Luján
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
La filosofía de la técnica es una de las ramas más recientes nacidas del tronco principal de
lo que suele considerarse la filosofía. El nombre le viene de la tradición filosófica continental,
acuñado por Ernst Kapp en Grundlinien einer Philosophie der Technik (Fundamentos de una
filosofía de la técnica) en 1877, apenas recientemente traducida al francés, inglés y el castellano.
Puede decirse que, su mayor avance ha tenido lugar a partir de la segunda mitad del siglo pasado.
En México se desconoció durante mucho tiempo lo hecho por los filósofos mexicanos, lo
que estaba s a la mano, si bien escasamente, se vinculaba mayormente con la tradición
analítica. Una parte estaba incluida en la obra Cómo acerarse a la filosofía de León Olivé,
dedicándole un capítulo a la filosofía de la tecnología; luego están las aportaciones sustantivas de
Miguel Ángel Quintanilla recogidas en Tecnología, un enfoque filosófico, publicado inicialmente
en 1989 en Madrid, y luego editado por el Fondo de Cultura Económica en México.
Después aparecieron algunos capítulos de libros y artículos incubados por investigadores
de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, uno de ellos
en Ética y mundo tecnológico de Jorge Enrique Linares, destinando con acierto un capítulo al
pensamiento tecnológico de Eduardo Nicol (2000). Luego, Problematizar la tecnología en
México: Ramos, Lombardo y Zea firmados por José Francisco Barrón Tova y Diego Fernando
López López (2020), en el que se desvelan las raíces ocultas de esta clase de reflexiones en la
filosofía mexicana; y ¿Cómo se ha dicho la potencia de lo tecnológico en una singularidad aún
llamada mexicana? de José Francisco Barrón Tovar (2020), hurgando en las profundidades de
nuestras más antiguas raíces filosóficas sobre la tecnología, en torno al pensamiento de Ricardo
Flores Magón, Emilio Uranga, Lombardo Toledano, Eduardo Nicol y José Gaos, entre otros.
En este horizonte, sí precario, pero a la vez prometedor, se publica José Gaos. Filosofía de
la Técnica, una edición de María Antonia Gonzáles Valerio y Nicole C. Karafyllis, bajo el sello
editorial de Herder. Con un prefacio de las editoras y el ensayo introductorio La cuestión técnica
en la filosofía de José Gaos. De antropología, historia y circunstancia, de María Antonia González
Valerio. En el volumen se recogen cuatro ensayos claves en el pensamiento gaosiano sobre el
fenómeno de la técnica, escritos ya todos bajo el envolvente desarrollo tecnológico de México:
Sobre la técnica (1959), Crítica del tiempo (1959), Tecnocracia y cibernética (1967) y La
expresión de la idea contemporánea del mundo por las nuevas bellas artes técnicas (1967).
En el prefacio las editoras repasan el origen y la trayectoria intelectual de José Gaos en
México, al que consideran “uno de los más importantes pensadores contemporáneos de México y
América Latina”. Al mismo tiempo que nos explican el proceso investigativo de su compilación,
iniciado en el otoño de 2014 en una visita amigable y conjunta al archivo de José Gaos en la
UNAM, el centro de acción del maestro durante muchos años, lo mismo que el Colegio de México.
Enfocadas en el objetivo de revisar el archivo para traducir al alemán escritos de Gaos sobre
RESEÑA
Aprobado para publicación: 2024/04/05
Publicado: 2024/06/30
Recibido: 2024/o1/11
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filosofía de la técnica, para dar a conocer su obra al mudo germano y a la vez ampliar su difusión
en el mundo hispano parlante, con la intención de publicar este mismo libro en alemán.
Son tres las hipótesis sobre las cuales se sustenta el volumen: la primera, es que la visión
de Gaos sobre la técnica es mexicana, una mirada ambivalente piensan las editoras debido a
una mayor perceptibilidad de los avances técnicos en los países latinoamericanos que en Estados
Unidos o Europa, donde estos últimos se presentan como guías neocoloniales de la condición
sobre la industrialización en Latinoamérica, hasta el día de hoy, de ahí que la pregunta por el
poder de la técnica se plantea en una situación cultural distinta a la tendencia unificadora global;
luego, el abordaje de Gaos sobre la técnica es fenomenológica, cuestionando sus promesas
expuestas en el mundo de la vida diaria, en su propia cotidianeidad como profesor universitario y
habitante de la Ciudad de México; y la última, el soporte histórico gaosiano del fenómeno de la
tecnificación tiene como trasfondo la ontología, la antropología y la filosofía de la historia, con sus
inevitables diferencias y disputas al respecto del concepto de naturaleza y su transformación
debido a la intervención de las ciencias naturales.
De acuerdo con Gonzáles Valerio, en su ensayo introductorio, Gaos se ocupó del problema
de la técnica desde los inicios de los cuarenta, cuando todavía el mundo se encontraba bajo la
sombra de terror de la Segunda Guerra Mundial. El maestro Gaos vivía desde 1938 en México
exiliado a raíz de la Guerra Civil Española. En sus cursos universitarios solía hacer espacio para
reflexionar sobre los fenómenos de la técnica y la tecnocracia: “su escenario nos cuenta habría
de ser la ciudad de México y sus transformaciones durante los treinta años en que allí residió”. Es
así que la tesis de Gaos sobre la técnica y la tecnocracia se enmarcan en el proyecto de antropología
filosófica y fenomenología que desarrolló durante casi toda su vida intelectual, mismo que lo
condujo a pensar a partir de la cotidianeidad en que aparecen los artefactos puntualizando el
modo como afectan la existencia humana. Esto es que su pregunta inicial y central no fue por el
modo de ser del artefacto, sino por el modo de ser de la vida humana sobre lo técnico, muchas
veces con su experiencia personal como el punto de partida de la reflexión.
Es un punto de abordaje que las acompañará a lo largo de sus cavilaciones en torno a la
presencia de los artefactos y la técnica en nuestras vidas, en la cotidianeidad de ir al trabajo, el
uso del transporte público, la disposición de los espacios arquitectónicos, o el uso de los
instrumentos informáticos.
“Sobre la técnica”, es un ensayo que se publica por primera vez en el número inicial de la
revista Acta Politécnica Mexicana (1959). Hasta ahora solo era asequible en una versión
mecanografiada disponible de manera virtual. También se publicó una traducción al inglés en
Philosophy of Technology in Spanish Speaking Countries, editado por Carl Micham (1993). En él
se enfoca sobre los vehículos y la idea de traslado, especialmente sobre el tiempo invertido en
trasladarse, a su lugar de trabajo, en su caso de profesor universitario, que rebasa al tiempo que
dura la clase. La Ciudad de México ahora transfigurada por la técnica y el tránsito vehicular
determinando sin más la distribución y el paisaje urbano. Modificando también las formas de vida
cotidianas, el transporte colectivo, los hogares equipados de electrodomésticos, talleres, fábricas,
marquesinas destellantes alumbrando la vida nocturna. Reitero, sus indagaciones no son
sociológicas, son existenciales, basadas en su propia vivencia.
El movimiento y el vehículo serán cuestiones que se mantendrán presentes, incluso podría
afirmarse que para Gaos lo vehicular encarna el modo de ser de lo técnico, en un vínculo
indisoluble con la fenomenología de la expresión y del cuerpo. Vehículos son todos los artefactos
de traslación de cualquier cosa que al ser humano le interese trasladar, acercar o alejar: su voz en
el teléfono, imágenes en la televisión, la destrucción y la muerte en las armas, el puro movimiento
y su velocidad en los transmisores fabriles de ambos.
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Su concepto ampliado de movimiento local al de traslación lo conducen a establecer a la
velocidad como la esencia del movimiento, para conferirle dos posibilidades opuestas: la
aceleración y el retardo. Enfrenta al hombre moderno a estas dos posibilidades para preguntarse
si podrá optar por alguna de ellas y si pudiese ¿Por cuál optará? El mismo nos ofrece la respuesta
“el hombre moderno optó por la aceleración, por la velocidad cada vez más acelerada en todo: en
la traslación vehicular –en la producción industrial…”. Luego, vuelve a cuestionar: ¿Cómo, por
qué, el hombre se ha “embalado” en tal dirección de su vida? ¿Por qué motivo eludible optó el
hombre moderno por la posibilidad cinética de la aceleración?
“Crítica del tiempo” fue publicado en La Gaceta Publicación del Fondo de Cultura
Económica, en los números 61, 62, y 63, septiembre, octubre y noviembre de 1959. Sus partes: De
la Jornada, Del publicar y Del publicar y escribir. De acuerdo a las eruditas y certeras notas al pie
de las editoras se trata, en principio, de una conceptualización realizada primero en la filosofía
alemana, a partir de Karl Jaspers en su libro El ambiente espiritual de nuestro tiempo y Filosofía
de la existencia; asociada al concepto de “diagnóstico de nuestro tiempo” popularizado por Karl
Mannheim en Diagnóstico de nuestro tiempo; Ortega y Gasset por su parte empleó la expresión
“diagnóstico de nuestro tiempo” en la Rebelión de las masas. También destacan el hecho que Gaos
no emplease esta expresión ni la de “masa”.
En “Crítica del tiempo”, fiel a su vocación filosófica inicia lanzando a boca de jarro un par
de retadoras preguntas: ¿cómo hacer la crítica del tiempo? ¿con pura espontaneidad, más o menos
inspirada y certera, según los casos o conforme a principios metodológicos? Él mismo responde
que “estos no parecen poder ser más que los de una constitución del “tiempo”, de y en la vida de
un grupo humano finito temporalmente por una cierta primacía del tiempo”, con esto nos da
indicios de su enfoque histórico y filosófico y sus problemas inherentes. Sin que esto signifique
una crítica, al modo tradicional, del espíritu de los tiempos o de la época. Por su lado, se ocupa de
acotar vida humana a “una serie o plexos de situaciones de convivencia de sujetos de actos,
actividades, operaciones, movimientos, con objetos, que pueden ser intencionales o
instrumentales, fines o medios, con variabilidad situacional; en ciertos espacios y tiempos”, cual
coordenadas resaltando lo humano sobre lo natural, teniendo en mente a Kant y su idea de lo
trascendental del tiempo.
Concluye su crítica en esta parte aludiendo a la dispersión, discontinuidad, siendo la
fragmentación de la vida, en contraposición a la duración prolongada como una condición de la
profundidad reflexiva o meditada sobre las pasiones, virtudes o vicios: “un pensador que no pueda
pensar seguido, nos dice, puede quedar forzado a no escribir más que aforismos…”
La segunda parte, “Del publicar y leer”, es una crítica al acto de la producción editorial,
empecinada en producir cada vez más, aunque sea cada vez menos una acción convertida en
soporte de la vida intelectual. Las cavilaciones gaosianas están dirigidas hacia una industria
editorial empecinada en elevar constantemente sus cifras de producción valiéndose de la
publicidad; teniendo a la vez como trasfondo sus propias vivencias de lector. Reconoce que de su
“actual biblioteca, de unos 3,000 libros, no ha leído quizá enteros los dos tercios de los libros que
la integran, ni en parte la mitad de ellos. Si en algún caso puede venderse todo lo publicado, no
necesariamente significa que se lea todo lo que se compra. Esto lo lleva a sugerir, con cierto
sarcasmo, que el Fondo de Cultura Económica, su referente editorial, a crear entre su estructura
administrativa un cuerpo de lectores, “es decir a unas cuantas personas con conocimiento de
causa, qué es lo que publica el Fondo”. Si bien, acepta, resulta más plausible la nada improbable
disminución de lectura. Luego, lanza la pregunta ¿por qué se comparan libros?, para responder:
“el afán de adquisición y posesión encuentra en los libros un objeto de satisfacción de precios al
alcance de todas las fortunas y de repetición siempre honorablemente justificada”. Encuentra en
la superproducción una situación grave, ante la primacía del principio de producción, que en
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términos de justicia social pareciera prioritaria. Por su parte, sugiere que, en lugar de todos los
grandes esfuerzos invertidos en la producción intelectual y editorial, casi siempre mediocre, se
orientaran a una producción original y de primera. Con menos autores malos y mejores
profesores. A su vez, menos editoriales y mejores centros de enseñanza y difusión de la cultura.
La tercera y última parte es una crítica continuada a la superproducción de publicaciones,
es decir, al exceso de la oferta sobre la demanda. A diferencia de otros bienes de consumo, en los
que ante la falta de consumo o de uso, tarde o temprano acarrea la compra, en el caso de las
publicaciones, donde buena parte de las publicaciones compradas no se leen. De ahí la
superproducción. Vuelve a su insistencia en cuanto a la dependencia de la velocidad, ahora llevada
al “darse prisa a escribir lo que necesita que le publiquen, o por lo menos le paguen los editores,
tanto como estos lo necesitan para mantener su sobreproducción vertiginosa”. Ante el deber y
conveniencia profesional de profesores e investigadores universitarios de publicar. Una de las
vertientes de la sobreproducción editorial está vinculada a la tarea de traducir. Teniendo en mente
la prolífica labor de traductor de Gaos, es fácil considerar que sus juicios se sustentan en su propia
experiencia. El traducir bien es una faena de cuyas exigencias intelectuales dominio de las dos
lenguas, de las materias, del arte de reproducir estilos, verbales y mentales- no tienen idea más
que quienes lo han intentado, y que por los mismo no es justipreciada, ni intelectual, ni
económicamente, ni por el público o por la sociedad, ni por los editores, ni tampoco por los
intelectuales que lo han intentado.
Y cuestiona el por qué ante esta situación haya tal proliferación de traducciones. Luego,
añade a esta vertiente de la producción editorial el subgénero de extractos, páginas escogidas,
antologías de una obra, o un autor, un género y demás. Aquí mismo caben las reseñas
bibliográficas, artículos, ensayos sobre libros, o sobre otros ensayos. Lo que Gaos ve ante es una
“baluma” desbordante de publicaciones que “hacen una injusta contribucn a las cargas con que
la superproducción de publicaciones abruma a los lectores”. Piensa que, si de todo esto se
entresacase, lo genuino novedoso de los autores tan solo quedaría una colección de breves
aforismos. A esta superproducción también coopera el de la publicación de todo lo producido por
los autores. Incluyendo toda clase de textos, cartas, diarios personales, notas de trabajo,
incluyendo información de carácter íntimo. Termina “Del publicar y escribir”, acotando dos
contrapartidas: el no leerse buena parte de lo que se publica y la superproducción de aquel
subgénero de las producciones sobre producciones”. En un mundo donde –nos dice hay tantas
obras y autores que ya no nos queda tiempo ni vida más que para leer extractos, condensaciones
y antologías.
Dada la formación intelectual humanista al estilo tradicional de José Gaos uno pensaría
que sus intereses estarían distantes de los ingenieriles o de los desarrollos tecnológicos actuales
de su tiempo; sin embargo, en “Tecnocracia y cibernética” nos muestra un vivo interés por la obra
de Norbert Wiener, el padre de la cibernética. Aunque tampoco podemos decir que haya
abandonado su estilo reflexivo, pues su punto de partida es un análisis etimológico sobre la
genealogía de la palabra “técnica” y sus derivados, como “artefacto”, para ponernos con un pie en
lo “artificial”, en oposición a lo “natural” o “los productos de la naturaleza”. Es decir, de frente al
homo faber. Luego nos ofrece su delimitación conceptual de “la técnica”: Un conjunto, nada
precisamente delineado, de artefactos, en un sentido muy amplio, y de procedimientos que van
desde unos muy “materiales” hasta otros muy “intelectuales”, por no decir “espirituales”; pero lo
que parece característico, distintivo de la “técnica moderna”, es el ser “científica”, el estar fundada
en las ciencias […].
Gaos logra evitar la idea común de que la técnica es solo la aplicación de las ciencias
naturales, y sugerirnos una relación inversa, “más radical y decisiva: el ser la aplicación utilitaria,
la técnica, el motivo promotor de la ciencia misma”. Una relación que entrelaza la vida, la ciencia
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y la técnica. En esta urdimbre la ciencia produciría, la técnica, instrumento de sus fines, una
producción históricamente en ascenso, hasta llegar al punto que podemos hablar de una
“tecnificación” de la vida o de una “tecnocracia”, es decir, el dominio de la vida por la técnica, una
característica propia de nuestro mundo. Relaciones que han de examinarse como parte de nuestra
vida o mundo.
La antología termina con el texto “La expresión de la idea contemporánea del mundo”, por
las nuevas bellas artes, es sin lugar a duda una reflexión oportuna sobre el mundo que transita
ante sí, revestido de técnicas que a poco van sustituyendo las artes tradicionales, el primer caso
examinado por Gaos es la fotografía, tarda en ser reconocida como arte bella, y de la cual salió el
cine al modo de una fotografía móvil, después llegaron la cinta magnetofónica y la grabadora,
luego aparecieron la radio y la televisión. La distinción que él encuentra entre las bellas artes
tradicionales y estas nuevas artes, es la relación de unas y otras con la técnica. Pues, le parece,
ninguna de las artes tradicionales fue técnica en el sentido en que lo son las nuevas bellas artes
técnicas. Dado que en estas últimas la índole técnica “radica en la intervención de artefactos
técnicos para la fijación o reproducción del espectáculo original, y para la transmisión de este al
espectador […]. Los aparatos fotográficos, cinematográficos, radiofónicos son eminentemente
técnicos: son eminentemente científicos, y de ciencia específicamente física”.
Con cierto pesar acepta que estas nuevas bellas artes, en su conjunto han logrado una
difusión que no tuvieron las artes tradicionales en tiempos anteriores, salva aquellas que
estuvieron al servicio de las religiones. Ahora se trata de espectáculos a domicilio, a diario y a
todas horas. En su crítica fenomenológica encuentra que estas nuevas técnicas reforman o más
bien deforman las añejas situaciones vitales, el viejo mundo, con su idea de un mundo tecnificado,
vehiculizado y mecanizado, “a expensas de la convivencia y la vida personales, libres,
imprevisibles”. Concluye Gaos, quizá con cierta resignación y amargura, que en este mundo de
transformación tan proclamado por Marx ahora “son los revolucionarios y los técnicos los
auténticos señores de nuestro mundo”.
Leer a Gaos es un desafío serio, él escogió el camino de una narrativa desprovista de
concesiones, su estilo difícil obliga al lector a realizar una lectura lenta y cuidada, que presupone
un conocimiento de su obra, sus antecedentes, el tiempo y el contexto en que cada uno de sus
textos ha sido escrito. A eso, para el presente caso de esta compilación cabe considerar el cúmulo
de notas extensas y bien documentadas de las editoras que se convierten en un segundo texto en
paralelo, de gran ayuda para el lector porque amplían el horizonte comprensivo pero que al mismo
tiempo le abonan mayor esmero al ejercicio lector.