Su concepto ampliado de movimiento local al de traslación lo conducen a establecer a la
velocidad como la esencia del movimiento, para conferirle dos posibilidades opuestas: la
aceleración y el retardo. Enfrenta al hombre moderno a estas dos posibilidades para preguntarse
si podrá optar por alguna de ellas y si pudiese ¿Por cuál optará? El mismo nos ofrece la respuesta
“el hombre moderno optó por la aceleración, por la velocidad cada vez más acelerada en todo: en
la traslación vehicular –en la producción industrial…”. Luego, vuelve a cuestionar: ¿Cómo, por
qué, el hombre se ha “embalado” en tal dirección de su vida? ¿Por qué motivo eludible optó el
hombre moderno por la posibilidad cinética de la aceleración?
“Crítica del tiempo” fue publicado en La Gaceta Publicación del Fondo de Cultura
Económica, en los números 61, 62, y 63, septiembre, octubre y noviembre de 1959. Sus partes: De
la Jornada, Del publicar y Del publicar y escribir. De acuerdo a las eruditas y certeras notas al pie
de las editoras se trata, en principio, de una conceptualización realizada primero en la filosofía
alemana, a partir de Karl Jaspers en su libro El ambiente espiritual de nuestro tiempo y Filosofía
de la existencia; asociada al concepto de “diagnóstico de nuestro tiempo” popularizado por Karl
Mannheim en Diagnóstico de nuestro tiempo; Ortega y Gasset por su parte empleó la expresión
“diagnóstico de nuestro tiempo” en la Rebelión de las masas. También destacan el hecho que Gaos
no emplease esta expresión ni la de “masa”.
En “Crítica del tiempo”, fiel a su vocación filosófica inicia lanzando a boca de jarro un par
de retadoras preguntas: ¿cómo hacer la crítica del tiempo? ¿con pura espontaneidad, más o menos
inspirada y certera, según los casos o conforme a principios metodológicos? Él mismo responde
que “estos no parecen poder ser más que los de una constitución del “tiempo”, de y en la vida de
un grupo humano finito temporalmente por una cierta primacía del tiempo”, con esto nos da
indicios de su enfoque histórico y filosófico y sus problemas inherentes. Sin que esto signifique
una crítica, al modo tradicional, del espíritu de los tiempos o de la época. Por su lado, se ocupa de
acotar vida humana a “una serie o plexos de situaciones de convivencia de sujetos de actos,
actividades, operaciones, movimientos, con objetos, que pueden ser intencionales o
instrumentales, fines o medios, con variabilidad situacional; en ciertos espacios y tiempos”, cual
coordenadas resaltando lo humano sobre lo natural, teniendo en mente a Kant y su idea de lo
trascendental del tiempo.
Concluye su crítica en esta parte aludiendo a la dispersión, discontinuidad, siendo la
fragmentación de la vida, en contraposición a la duración prolongada como una condición de la
profundidad reflexiva o meditada sobre las pasiones, virtudes o vicios: “un pensador que no pueda
pensar seguido, nos dice, puede quedar forzado a no escribir más que aforismos…”
La segunda parte, “Del publicar y leer”, es una crítica al acto de la producción editorial,
empecinada en producir cada vez más, aunque sea cada vez menos una acción convertida en
soporte de la vida intelectual. Las cavilaciones gaosianas están dirigidas hacia una industria
editorial empecinada en elevar constantemente sus cifras de producción valiéndose de la
publicidad; teniendo a la vez como trasfondo sus propias vivencias de lector. Reconoce que de su
“actual biblioteca, de unos 3,000 libros, no ha leído quizá enteros los dos tercios de los libros que
la integran, ni en parte la mitad de ellos. Si en algún caso puede venderse todo lo publicado, no
necesariamente significa que se lea todo lo que se compra. Esto lo lleva a sugerir, con cierto
sarcasmo, que el Fondo de Cultura Económica, su referente editorial, a crear entre su estructura
administrativa un cuerpo de lectores, “es decir a unas cuantas personas con conocimiento de
causa, qué es lo que publica el Fondo”. Si bien, acepta, resulta más plausible la nada improbable
disminución de lectura. Luego, lanza la pregunta ¿por qué se comparan libros?, para responder:
“el afán de adquisición y posesión encuentra en los libros un objeto de satisfacción de precios al
alcance de todas las fortunas y de repetición siempre honorablemente justificada”. Encuentra en
la superproducción una situación grave, ante la primacía del principio de producción, que en